Jim Newell (*)
Los demócratas están actualmente más de cerca de no controlar nada por encima del ámbito municipal. Donald Trump será presidente. Vamos a seguir desembalando esta noche por el resto de nuestras vidas, y las vidas más allá de estas. No podemos comprender ni un 1% de lo que ha sucedido. Pero hay uno de los aspectos de ello, menor en la superficie general, que yo estoy seguro de que podemos comprenderlo suficientemente bien ahora: el partido demócrata del establishment se ha convertido en una caricatura de sí mismo y está acabado.
Pienso en los legisladores, los asesores, los trabajadores y – sí – los medios de centro izquierda y cómo todas las cosas que se dijeron durante los últimos años previendo esta noche eran tonterías.
¿La votación a mitad de legislatura perdida? Eso fue solo un ciclo malo, estructuralmente hablando; las estadísticas demográficas presidenciales se prepararían para ello. El partido del establishment cometió un lamentable error congregándose en torno a Hillary Clinton. No fue solamente una ausencia de juicio político reciente. Era una mala candidata, sin un mensaje más allá de protestas contra la línea del adversario. Era una casi imposible combinación de las políticas de 2016 y la energía del partido demócrata como se ha constituido en este momento. Ella no podía escapar a su pasado y debía al mismo tiempo hacer esos fallos suyos.
Teóricamente la gente inteligente en el partido demócrata debería haber sabido esto. Y aun así ellos trabajaron frívolamente para despejarle el camino. Cada joven demócrata hambriento de poder y recién salido de la escuela de derecho, cada legislador prometedor, cada viejo amigo de los Clinton querían un pedazo de acción. Esto fue lo que les permitió subir en la cadena de mando.
El edificio completo estaba vacío, construido sobre el mismo inmerecido sentido de la inevitabilidad que rodeó a Clinton en 2008 y que colapsó; justo colapsó como en 2008, sólo que un poco más tarde en el calendario. Los votantes del partido recibieron gato por liebre por parte de aquellos que lo controlaban, quienes prometieron que tenían todo solucionado y descartaban en tono burlón a cualquiera que sugiriera otra cosa. Ellos prometieron que Hillary Clinton seguía de cerca en la carrera por el colegio electoral. Esta gente no sabía de lo que estaban hablando y muchos en los medios de comunicación pensábamos que sí lo sabían.
Deberíamos echarle la culpa a toda esa gente alrededor de los Clinton más que a los Clinton mismos, que merecen por sí mismos una cantidad ridícula de culpa. Hilary Clinton fue solo una persona ambiciosa que quiso ser presidenta. Hay muchas personas como ella. Pero ella podía permitírselo. El establishment demócrata es un club que no da la bienvenida a los “outsiders”, porque estos no miran en primer lugar por el bien del club. Los Clinton se irán ahora. Por el bien del país, dejémosles llevarse a los parásitos con ellos.
¿Cuál fue la línea? ¿Hillary Clinton lo haría bien en la elección general porque ella había sido “aprobada” durante alrededor de veinte años y no había nuevos republicanos que pudieran intentarlo? Solo escribiéndolo, reconozco que es la línea más graciosa que he visto nunca e incluso que fue exactamente el mismo argumento que Clint utilizó en dos campañas separadas para el nombramiento demócrata.
¿La táctica fundada de los expertos, los brillantes publicistas, el más alto talento hollywoodiense y la mejor operación analítica jamás reunidos? Esto fue todo una broma. El mejor equipo de analistas en el mundo, aparentemente, no fue capaz de encontrar en sus números que era bueno hacer una parada única en Wisconsin siguiendo la convención en una campaña contra un republicano cuyo apoyo de base se encuentra en el Rust Belt (el cinturón industrial). De ninguna manera una visita extra podría haber cambiado el resultado.
Pensar cómo de equivocados estuvieron los medios de comunicación nacionales en sus opiniones – y sí, yo contribuí en mi justa medida – sobre cómo los republicanos estaban divididos y hechos trizas como partido. Yo preparé una pieza el martes por la tarde para ser publicada en el día de la esperada victoria de Clinton, yendo a contracorriente de mí mismo y de otros miembros de los medios, argumentando que tanto demócratas como republicanos se encontraban en problemas existenciales y que, en el contexto de corto plazo de descomposición del sistema política, los republicanos podían incluso tener ventaja: los demócratas podían ganar la presidencia mucho de este tiempo pero nunca tener una mayoría de gobiernos de los estados o de la Cámara de representantes; mientras los republicanos podían siempre ganar la mayoría de gobiernos de los estados y de la Cámara de representantes, y ocasionalmente – probablemente en 2020, pensaba – la Casa Blanca. Esto fue un error. Los republicanos no tienen una ligera ventaja sobre los demócratas en un sistema político en descomposición. Los republicanos están en ascenso. Trump les ha dado una misión. Ahora el país es suyo.
Quienquiera que sea el que se haga cargo de la izquierda del partido demócrata tendrá que encontrar un modo de apelar a un sector muy amplio y transversal del país. Puede ser todavía verdad que en el largo plazo los republicanos no pueden ganar con esos datos demográficos, pero nosotros ya descubrimos que el largo plazo está todavía bastante lejos. Los demócratas deben ganar más votantes blancos. Ellos deben hacerlo de tal modo que no erosionen las bases anti racistas o anti sexistas de un partido moderno como el partido demócrata, las cuales no son negociables. Si solo hubiera un modelo para ello…
(*) Editor de Slate
Fuente: Slate
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