Algo que se puede afirmar con certeza -son pocas en estos tiempos- es que la próxima contienda presidencial se resolverá en segunda vuelta.
El día 29 de abril -en la Junta Nacional de la DC- se despejará una variable clave de la actual configuración del escenario político: la realización o no de primarias legales al interior de la Nueva mayoría (NM).
Mi predicción -por prudencia uno no debiera hacerlas, pero sin ellas es difícil proyectar escenarios- es que no habrá primarias.
Lo anterior aún no significa que no pueda haber un candidato único de la NM, pero éste saldría ya no de una primaria sino de una negociación entre los meses de mayo y agosto (fecha de inscripción de las candidaturas presidenciales y parlamentarias). Dicho acuerdo se jugaría en el terreno de las negociaciones de las listas parlamentarias, donde la DC para no llevar candidato exigiría una lista parlamentaria favorable, sea en una o dos listas (en este último caso debiera tener uno o dos socios que la acompañen).
Todo lo anterior tiene bastante de una ingeniería electoral y política, que poco y nada dice a los ciudadanos. La NM pagará un costo político si finalmente no realiza las primarias legales, sobre todo, si la derecha y el Frente Amplio las hacen. Será un momento de desconexión con la ciudadanía, que puede no ser irreversible electoralmente pero que implicará un costo asociado indiscutible.
En este “fluido” escenario actual, tampoco es descartable una primera vuelta presidencial con dos candidatos de la NM (a lo que sumaría el o la candidata del FA, posiblemente ME-O, y tal vez alguna otra postulación de izquierda). En países con dos vueltas presidenciales el uso de la primera vuelta no tiene drama y se suele usar como el momento más identitario, de reafirmación programática de los distintos actores políticos.
Lo que sí ocurre en estos países es que entre la primera y la segunda vuelta se establecen los acuerdos y coaliciones, y los sectores con mayores cercanías tienen la capacidad de construir acuerdos. El drama es que en Chile no existe esta cultura de dos vueltas presidenciales y la posibilidad de la primera vuelta es percibida con vértigo y no es claro que las piezas del puzzle político del mundo más progresista y de izquierda se puedan rearmar entre la primera y la segunda vuelta. De hecho, el 2009 no se logró, y triunfó la derecha.
Algo que se puede afirmar con certeza -son pocas en estos tiempos- es que la próxima contienda presidencial se resolverá en segunda vuelta. Así viene sucediendo desde 1999. Ello significa que cualquier estrategia política que se pueda definir tiene que tener como eje lograr articular una mayoría política, social y electoral que pueda conformarse entre la primera y la segunda vuelta presidencial.
En este esquema un marco programático y un diálogo político al interior de la izquierda -tanto de sus componentes que hoy están en la NM como en el FA- que permita generar espacios de cooperación y no de confrontaciones irreconciliables se hace urgente, lo cual no tiene porqué afectar las identidades ni los proyectos propios.
La desunión de la izquierda en Francia ha llevado a segunda vuelta a la extrema derecha (Le Pen) y a un centro liberal (Macron) cuando existían los votos para haber pasado a segunda vuelta (Mélenchon y Hamon sumados). Tampoco ha sido positivo la cristalización de un esquema de dos izquierdas sin una mínima capacidad entendimiento en España (Podemos y PSOE) que augura una larga estadía de la derecha en el poder.
La izquierda chilena tiene que sacar lecciones de estas experiencias y retomar la senda allendista de dialogo y trabajo de unidad de las distintas vertientes de la izquierda chilena. No dejar nunca de perseverar en ese esfuerzo, por cuesta arriba que parezca.
Fuente: El Siglo