La pandemia de COVID 19 ha golpeado duro al país más poderoso del mundo. Tan duro que el golpe ha despertado a millones, bruscamente, de su sueño americano.
Por más que las autoridades de EE.UU. traten de convencer a los ciudadanos de que “estamos todos en el mismo barco”, la porfiada realidad continúa diciendo lo contrario.
La revelación la semana pasada de que los ultra ricos pagan una fracción mínima de sus verdaderos ingresos en impuestos en comparación al resto de los mortales viene a reafirmar, una vez más, que el sistema norteamericano está roto, seriamente corrompido para favorecer a una pequeña minoría por sobre el bienestar del resto.
Así, no resulta sorprendente que el sistema se encuentre en una profunda crisis de legitimidad frente a sus ciudadanos, haciendo agua tanto por izquierda como por derecha.
Si la pandemia derribó el mito de que por su condición de potencia EE.UU. estaba mejor preparado para enfrentar una crisis sanitaria, un estudio publicado la semana pasada por un grupo de periodistas investigativos hizo lo propio en lo que se refiere a los impuestos: el mito de que todos pagan lo que les corresponde y que los que más tienen pagan más.
ProPublica, la organización periodística en cuestión, afirma haber recibido un cargamento de documentos provenientes del servicio de impuestos internos de EE.UU., conocido por sus siglas en inglés como IRS [Internal Revenue Service], con más de 15 años de información impositiva y financiera perteneciente a las personas más ricas del país.
Los datos proporcionan una vista detallada e invaluable de las finanzas de los supermillonarios y de sus contribuciones reales al estado, ratificando que en el país más poderoso del mundo coexisten dos sistemas, uno para los ricos, casi exclusivamente blancos, y otro para los demás.
Al contrario de lo que muchos imaginan, millones de norteamericanos no alcanzan a llegar a fin de mes con su salario. El sueldo mínimo de U$7.25 por hora, sin cambios en más de 12 años, no alcanza a poner a una familia de cuatro por sobre la línea de pobreza de U$30,000 anuales.
Hasta abril de este año, 11.3 % de la población norteamericana vivía en la pobreza, más de 37 millones de personas, unas dos veces la población de Chile. E
En años recientes, el ingreso medio de las familias estadounidenses ha estado por los U$70,000 anuales, de los cuales el promedio no menor de 14% es destinado a impuestos. Una ley reciente ha aumentado el impuesto a 37% para ingresos mayores de U$400,000 al año.
Los super ricos de EE.UU., por otro lado, no están regidos por el mismo sistema. La razón principal de este desnivel radica en que los impuestos se cobran en base al salario, no a los bienes. En el caso de los súper ricos, la riqueza de estos deriva precisamente del abultado y creciente precio de bienes como propiedades, negocios y acciones bursátiles, no de sus salarios.
Para la ley, los bienes cuentan como ingresos sólo cuando son vendidos. Gracias a esta angosta definición, los super ricos pueden optar a múltiples herramientas para eludir impuestos de forma legal, herramientas que no están disponibles para el resto de los ciudadanos.
Para hacer su análisis ProPublica tomó el monto de los impuestos pagados por las 25 personas más ricas del país y los comparó con el crecimiento de la riqueza de estas durante el mismo período, según cálculos de la revista de negocios Forbes. El resultado de esta comparación vendría siendo el verdadero porcentaje de impuestos pagado por estos individuos.
Los aludidos por el estudio representan la crème de la crème del capital internacional: Jeff Bezos, Elon Musk, Warren Buffett, Bill Gates, Rupert Murdoch y Mark Zuckerberg, entre los más destacados.
Según señala Forbes, entre el 2014 y el 2018 el valor de la riqueza colectiva de estas 25 personas incrementó en $401 billones, de los cuales U$13.6 billones se pagaron en impuestos. Aunque la suma en sí parezca abrumadora, sólo corresponde al 3.4% de las ganancias: considerablemente inferior al 14% que pagan en promedio los hogares norteamericanos.
De los 25 multi-billonarios considerados, ninguno tuvo más éxito eludiendo impuestos legalmente que el veterano Warren Buffett, del conglomerado Berkshire Hathaway, Inc. Forbes estima que la riqueza de Buffett creció en U$24.3 billones entre el 2014 y el 2018, período durante el cual pagó U$23.7 millones. En otras palabras, Buffett pagó 0.1% de lo que ganó en impuestos, menos de U$.10 por cada U$100 que se echó al bolsillo.
Jeff Bezos, el fundador de Amazon, es la persona más rica del mundo, acumulando una riqueza superior a los U$195 billones. Entre el 2014 y el 2018 Bezos vio aumentar su riqueza en más de U$99 billones, de los que solo reportó $4.22 billones. Como resultado, pagó $973 millones en impuestos, menos del 1% de sus ganancias. En el 2007, siendo ya un multibillonario, Bezos pagó $0 en impuestos, algo que volvió a hacer en el 2011. Elon Musk, fundador de Tesla, la segunda persona más rica del mundo con U$151 billones, pagó $0 en impuestos en 2018, lo mismo que hicieron Michael Bloomberg, Carl Icahn y George Soros en años recientes.
Entre el 2006 y el 2018, la riqueza de Bezos creció en U$127 billones, pero reportó ingresos de U$6.5 billones. Como resultado, durante ese período pagó U$1.4 billones en impuestos, una cantidad en sí alucinante, pero que representa tan sólo 1.1% de sus ingresos reales, muy por debajo del 14% que paga el resto.
Como se ha dicho, gran parte del truco de no pagar impuestos radica en que estos son tasados en base al salario, no a los bienes; es gracias al valor de sus bienes que los super ricos pueden vivir de acuerdo a sus infinitos medios sin contribuir lo que les corresponde.
De hecho, gente como Bezos y el resto no necesitan salarios. Bezos ha mantenido su sueldo de Amazon en unos modestos U$80,000 anuales. Otros como Steve Jobs de Apple, Mark Zuckerberg de Facebook, Larry Ellison de Oracle y Larry Page de Google cobran solo $1 de salario. ¿Resultado? $0 en impuestos.
En el 2011, la riqueza de Bezos se mantuvo relativamente estable en U$18 billones. Ese año Bezos declaró que sus ingresos fueron equivalentes a sus pérdidas. La ley es tan absurda que, al reportar Bezos haber ganado tan poco o nada, el estado le devolvió $4,000 por sus cargas familiares. Cabe subrayar que todas las estrategias de Bezos para eludir el pago de impuestos fueron absolutamente legales.
Y entonces ¿de qué viven los super ricos? De millonarias líneas de crédito, a las que acceden utilizando la inmensa valuación de sus bienes como garantía. El profesor de ley de impuestos Edward McCaffery, de la University of Southern California, hace una caracterización simple de esta práctica, consistente en “comprar, pedir prestado y morir.”
Lo primero es comprar cierto bien, como acciones en su propia compañía. Recordemos que un bien se convierte en ingreso cuando es vendido y solo entonces conlleva impuestos. Para evitar los impuestos, en lugar de liquidar el bien y tener dinero para gastar, este bien se utiliza como colateral para pedirle la plata al banco.
No hay obligación de reportar los préstamos al IRS, pero algunos de los documentos obtenidos por ProPublica confirman este esquema. El año pasado, por ejemplo, Musk comprometió acciones avaluadas en U$57.7 billones como colateral para préstamos personales. En el 2014, Ellison, de Oracle, reveló tener una línea de crédito respaldada por U$10 billones en acciones.
El estudio de ProPublica coincide con una serie de otras revelaciones que cuestionan seriamente la efectividad del IRS e incluso sus intenciones. La constante disminución de las contribuciones recibidas por la agencia significan menos recursos para fiscalizar que tanto corporaciones como individuos contribuyan lo que les corresponde.
Peor aún, las pocas auditorías que realiza el IRS se concentran en dos grupos, los más ricos y los más pobres, una falsa equivalencia considerando lo poco que se beneficia el fisco auditando a personas que ganan el sueldo mínimo. Su misión sería mejor servida recuperando impuestos impagos de las grandes fortunas, no de trabajadores pobres.
El desnivelado sistema de contribuciones revelado por ProPublica no es producto de un error o falta de prolijidad del estado. Vale recordar que las corporaciones también han recibido un pase por parte de la tesorería, beneficiándose de múltiples recortes de impuestos a través de cuatro décadas.
La situación descrita es el resultado de políticas públicas intencionales fundadas en el desbancado concepto del “chorreo”: la teoría basada en eliminar impuestos y regulaciones a los súper ricos y a las corporaciones con la expectativa de que al tener estos más recursos, harán nuevas inversiones y generarán más empleo.
A la luz de cuatro décadas de una aplicación virtualmente ortodoxa del modelo y como demuestra el propio estudio de ProPublica, queda claro que la plata nunca chorreó, ni de individuos ni de corporaciones, se quedó estancada en la cima, llevando a unos pocos individuos a un enriquecimiento obsceno, mientras el resto vive como puede y además mantiene al estado.
En el 2018, la boleta de impuestos de los 25 individuos en el estudio alcanzó las suma de U$1.9 billones, mientras que la de los trabajadores fue de U$143 billones.
Las consecuencias de décadas de elusión de impuestos han sido profundas, empezando por el presupuesto del estado que, excluyendo el inmenso gasto militar, se ha visto reducido año tras año.
Sin embargo, más allá de los efectos materiales de estas políticas, la más perjudicada es la fe pública, agotada de tantos abusos.
En general, la mayoría no ve con entusiasmo tener que compartir parte de lo ganado con su trabajo con el resto de la sociedad, pero lo acepta como un sacrificio colectivo que todos hacen por su comunidad. Las revelaciones de ProPublica demuestran que el sacrificio está lejos de ser parejo, abriendo preguntas que la sociedad norteamericana deberá resolver en función de la paz social.
El Presidente Joe Biden parece entender la necesidad de revertir la tendencia y evitar que el país se siga polarizando, especialmente tras el fallido intento de insurrección del 6 de enero por parte de supremacistas blancos de clase trabajadora seguidores de Donald Trump.
Hace poco el propio presidente Joe Biden sentenció que “el chorreo nunca funcionó” y ha propuesto un gasto social histórico tendiente a estimular la economía “no desde arriba hacia abajo, sino que desde abajo hacia arriba”, como lo ha dicho.
Warren Buffett, uno de los billonarios aludidos por ProPublica, ha reconocido que el sistema de impuestos necesita más de billonarios como él.
En una editorial para el Washington Post en el 2011, el séptimo hombre más rico del mundo se sinceró: “Ha habido una lucha de clases por los últimos 20 años y mi clase fue la que ganó”.
(*) Periodista y analista chileno, residente en California, Estados Unidos.