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La DINA tras el Dinero del Partido Comunista

Desde mediados de 1976, en plena arremetida represiva contra el Partido Comunista, la dirección de la Dina trataba de identificar y capturar a los encargados de finanzas de ese partido para apoderarse de los dineros que llegaban desde Europa. Parte de esos fondos eran administrados en Santiago por operadores financieros vinculados a la comunidad judía. El 23 de julio de 1976, agentes de la Dina detuvieron a Clara Canteros Torres, 21 años, laboratorista, quien trabajaba en una lavandería propiedad del PC y ayudaba a su padre, Víctor Canteros, en la estructura de finanzas del partido.

 

Esa misma noche fue detenido su tío, Eduardo Canteros Prado. La muchacha está desaparecida hasta hoy y los restos de Eduardo aparecieron en Colina en 1990, en un fundo que en 1976 pertenecía al ejército.

Entre enero y septiembre de ese año, más de setenta comunistas fueron detenidos y desaparecieron en los cuarteles de la Dina. Los interrogadores de la Brigada Lautaro, instalados en el cuartel de la calle Simón Bolívar, consiguieron mediante prolongadas y brutales torturas algunos datos claves que permitieron a los analistas de la Dina identificar a uno de los principales operadores de fondos del PC en Santiago: el cambista de monedas Jacobo Stoulman Bortnik.

En los últimos meses de 1976, la Dina logró infiltrar en Francia y Suiza a una de las redes que el PC tenía para transportar fondos a Chile. Jacobo Stoulman viajó a Francia el 18 de noviembre.
En el mismo avión iba el mayor Raúl Iturriaga Neumann, uno de los oficiales más cercanos al coronel Manuel Contreras, jefe de la policía secreta de Pinochet. Iturriaga, vestido de civil, viajaba con la falsa identidad de Eduardo José Rodríguez Pérez.

A comienzos de 1977, los agentes de la Dina que vigilaban la red internacional del PC se enteraron que un correo viajaría a Buenos Aires. En Argentina lo esperaba una nueva estructura que se preparaba para asumir la conducción del partido en Chile, en reemplazo de la segunda dirección que había caído en manos de la Dina en diciembre de 1976.

SECUESTROS EN BUENOS AIRES

El 16 de mayo de 1977 aterrizó en Buenos Aires un chileno con pasaporte suizo llamado Alexis Jaccard Siegler, el correo del PC que transportaba un maletín con una cuantiosa cantidad de dólares. Se hospedó en el hotel Bristol y en las horas siguientes fue secuestrado por un comando de la red Cóndor, integrada por agentes chilenos y argentinos. El mismo día detuvieron al chileno Ricardo Ramírez Herrera y a un comerciante argentino que lo alojaba, Marcos Leder, de 70 años, y a su hijo Mauricio.

Los tres desaparecieron.

Ramírez Herrera, jefe del aparato de inteligencia del PC, había logrado escapar del Comando Conjunto en 1975 asilándose en la embajada de Hungría, cuyos intereses estaban a cargo de Austria, y logró salir a Europa en marzo de 1976.

En mayo de 1977, Ramírez esperaba a Jaccard en Buenos Aires para recibir la remesa de dólares y viajar luego a Santiago, donde asumiría un cargo en la dirección clandestina del PC.

La cacería de la red Cóndor siguió el 17 de mayo con la detención del comunista chileno Mario Clar y su hijo Sergio. De los dos nunca más se supo. Poco después cayó el chileno Héctor Velázquez Mardones y su empleador, el argentino Rodolfo Sánchez Cabot.

El 20 de mayo por la tarde, un comando operativo que vigilaba el local central del PC argentino en Buenos Aires, en la esquina de las calles Callao y Sarmiento, secuestró a siete militantes porteños que abandonaban el recinto. Tres fueron liberados. Los otros cuatro -Luis J. Cervera Novo, Ricardo Isidro Gómez, Carmen Candelaria Román y Juan Cesáreo Arano-, están desaparecidos.

En Santiago, los agentes de la Dina atraparon a uno de los responsables de finanzas del PC, Enrique Ruiter Correa Arce, ex secretario del director del diario El Siglo , y propietario de un kiosco de diarios situado en la intersección de las calles Manuel Rodríguez con Alameda, pantalla que servía para distribuir dineros entre los cuadros partidarios. El 28 de mayo, el cadáver de Correa apareció flotando en el río Mapocho.

LOS ESTABAN ESPERANDO

Al día siguiente, domingo 29 de mayo, Jacobo Stoulman y su esposa, Matilde Pessa, aterrizaron en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires a bordo de un avión Braniff. Tras bajar la escalerilla, varios hombres de civil les rodearon y condujeron a un Ford Falcon de color verde. Se perdieron para siempre.

A los 43 años de edad, Jacobo Stoulman Bortnik era el menos anónimo de los secuestrados. Sin militancia política conocida, inteligente y seductor, en sólo ocho meses, en 1976, su empresa Cambios Andes, de Agustinas al llegar a Ahumada, había captado a los más codiciados inversores, en particular de la comunidad judía.

La Dina sabía que Stoulman manejaba dinero de grandes inversores, los suyos propios y los que el financista chileno-húngaro José Klein -tío del ahora famoso empresario minero Leonardo Farkas Klein- pudiese haber enviado a través de Cambios Andes para apoyar a partidos que empezaban a organizar una oposición a la dictadura.

En los días siguientes, los agentes de la Dina, en conjunto con funcionarios de la Cancillería, falsificaron la salida de Alexis Jaccard y de los Stoulman Pessa desde Argentina, usando falsos registros de hotel y documentos de inmigración. Los papeles adulterados mostraban a Jaccard viajando a Chile pocos días después de su arresto, y enseguida partiendo de Santiago a Uruguay.

La última operación importante de la Dina terminó el 7 de junio en Santiago, con la captura de Hernán Soto Gálvez, encargado local de las finanzas del PC, quien hasta hoy está desaparecido. Soto, quien llegaba de Buenos Aires, fue capturado en la Gran Avenida poco antes de hacer contacto con un compañero que lo esperaba a escasos metros del lugar de detención.

EVIDENCIAS QUE CONDENAN

En vano esfuerzo por rescatar al matrimonio Stoulman-Pessa, miembros de su familia pagaron miles de dólares a diversas personas. Entre ellas al abogado Ambrosio Rodríguez, cercano a la dictadura, quien hizo estériles gestiones a ambos lados de la cordillera.

Uno de esos contactos fue con el agente de la Dina en Buenos Aires, Enrique Arancibia Clavel, quien el 17 de julio reportó ese encuentro en un mensaje a Santiago:

“Con fecha 8/7/77 se contactó conmigo Ambrosio Rodríguez, quien me planteó que su permanencia en Buenos Aires peligraba debido a que estaba haciendo averiguaciones sobre un matrimonio de origen judío de apellidos Stoulman Pessa. Aparentemente Rodríguez tomó contacto con altos jefes del ejército argentino en el área Seguridad, los que le indicaron en forma indirecta que este matrimonio ‘ya no existía’… El informe oficial del Primer Cuerpo del Ejército argentino es que fueron entregados (los Stoulman-Pessa) a funcionarios Dina”.

En las semanas y meses siguientes, los familiares más cercanos de los Stoulman-Pessa comprobaron que las numerosas cuentas que el cambista mantenía en diversos bancos del mundo, habían sido vaciadas. Hasta hoy se ignora el monto de aquellos depósitos, pero conocedores del tema los calculan en decenas de millones de dólares.

Según ha reconocido el Partido Comunista de Chile, hacia fines de 1976 y con el objetivo de trasladar a Chile fondos provenientes del exterior había organizado un complejo mecanismo clandestino cuyo nexo sería, precisamente, Jacobo Stoulman.

“El nunca supo el origen ni destino que tendrían esos dineros”, declaró el dirigente comunista Carlos Toro, ya fallecido.

Por otra parte, un funcionario internacional enviado desde Suiza a investigar la desaparición de Alexis Jaccard, fue seguido y amenazado en Buenos Aires y debió ser escoltado por una diplomática helvética hasta el avión que lo llevó de regreso a su país. Jaccard estaba casado con Paulina Veloso, quien 28 años después sería ministra de la Segpres en el primer gobierno de Michelle Bachelet.

Con parte de los fondos saqueados a Stoulman, la Dina financió su red fuera de Chile a través de la empresa pantalla Pedro Diet Lobos y Cía., que operaba en Santiago y Buenos Aires y cuya constitución, en noviembre de 1977, reveló la periodista Mónica González en 1989 en la revista Análisis .

Juan Pablo Moreno, ex funcionario de Cepal, quien investigó la desaparición de Stoulman junto con el periodista Iván Cabezas, concluyó que los papeles notariales de la empresa Pedro Diet estaban entre la documentación incautada al agente de la Dina en Buenos Aires Enrique Arancibia Clavel, en 1978. En esa sociedad ejercía la presidencia el mayor Raúl Iturriaga Neumann, a cargo de inteligencia económica de la Dina. Entre los directores de la sociedad figuraba uno de los hijos de Pinochet, el capitán (r) Augusto Pinochet Hiriart, que protagonizó tiempo después bullados escándalos y turbios negocios.

Moreno también aportó otro indicio:

“Augusto Pinochet hijo, un año y medio después de los secuestros, compró cuantiosos bienes e invirtió en una empresa constructora (a través de su mujer, Verónica Molina) cerca de 1,5 millones de dólares”.

EL FINAL

Durante 38 años los familiares del matrimonio Stoulman Pessa, los de Ricardo Ramírez y los de otros chilenos desaparecidos en mayo de 1977 en Buenos Aires, los buscaron infructuosamente. Creyeron más de alguna vez que los cuerpos de sus deudos habían sido lanzados al Atlántico o a algún río de las inmediaciones de la capital argentina, o quizás sepultados en un páramo lejano y desierto.

En el mes de mayo de este año, sin embargo, las tres hijas de los esposos Stoulman-Pessa y los hijos de Ramírez Herrera fueron citados por el juez Mario Carroza, quien lleva varios casos de violaciones de los derechos humanos. El magistrado les comunicó que en la cuesta Barriga, en una mina abandonada, se encontraron restos óseos y que algunos correspondían al matrimonio Stoulman Pessa y a Ricardo Ramírez. No había dudas, el Servicio Médico Legal había hecho los peritajes correspondientes. Ahora, finalmente, podían sepultarlos en suelo chileno.

La terrible verdad era que la red Cóndor que operaba en Argentina los había entregado a la Dina en la frontera, presumiblemente en lo que hoy es el paso Los Libertadores. De allí fueron trasladados al cuartel Simón Bolívar donde continuaron las feroces torturas. Luego fueron asesinados y sus cuerpos escondidos en un oscuro boquerón de la cuesta Barriga, en el valle de Curacaví, a pocos kilómetros de Santiago

Fuente: “Punto Final”, edición Nº 832, 10 de julio, 2015

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