Las elecciones parlamentarias del domingo 6 en Venezuela se sellaron con una derrota contundente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y del gobierno de la revolución bolivariana.
De un padrón electoral de 19.496.296 electores, la oposición conformada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtuvo más de 8 millones de votos y una representación de 107 diputados de los 167 que constituyen la Asamblea Nacional unicameral, en tanto el sector del gobierno, con más de 5.300.000 y el 42% de los votos, quedaba reducido a 55 diputados.
A esa altura faltaba elegir 2 diputados y los 3 representantes de las comunidades indígenas, que la oposición se atribuye, lo que le permitiría alcanzar no solamente la mayoría simple y la de los tres quintos de la Asamblea, sino incluso la de los dos tercios de la misma (exactamente 112 diputados).
En esta elección se desvanecieron varios mitos y falsedades que se difundieron ampliamente en Venezuela y en el mundo mediante una campaña mediática de singular virulencia.
Se dijo que el gobierno iba a organizar un fraude de grandes proporciones. En cambio, las elecciones fueron un ejemplo de nitidez y transparencia al más alto nivel. Así fue certificado por la amplia red de observadores internacionales que participaron en todas las etapas de la elección: en la instancia previa, en el transcurso de la misma y en el conteo de votos posterior, en cuyo transcurso se verificaron no menos de 22 auditorías, todas ellas avaladas por la totalidad de los participantes.
En estos operativos participaron un conjunto de ex gobernantes, tales como Horacio Quiroga, de Bolivia; Andrés Pastrana, de Colombia; Laura Chinchilla y Miguel Ángel Rodríguez, de Costa Rica; Mireya Moscoso, de Panamá, y Luis Alberto Lacalle, de Uruguay.
También participó una delegación oficial de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y destacados líderes internacionales como el ex jefe del gobierno spañol José Luis Rodríguez Zapatero.
Todos certificaron la absoluta corrección y limpidez de los comicios, que se desarrollaron en paz en todo el territorio. El secretario general de la UNASUR, que no es otro que el ex presidente colombiano Ernersto Samper, formuló un llamado a “desarmar los espíritus de la polarización, de la confrontación, y armar las voluntades para sacar adelante a Venezuela”.
También se dijo, en esa deformadora campaña mediática, que el gobierno no reconocería un resultado adverso. También en este sentido, la conducta del gobierno fue ejemplar.
Apenas difundidos los resultados por parte del Consejo Nacional Electoral, el presidente Nicolás Maduro los reconoció públicamente:
“Hemos venido con nuestra moral, con nuestra ética, a reconocer estos resultados adversos, a aceptarlos y a decirle a nuestra Venezuela que ha triunfado la Constitución y la democracia”. Instó a admitir este revés en paz, a revisar los aspectos que hay que rectificar, al tiempo de subrayar que “las fuerzas revolucionarias están de pie, con su moral intacta. Ahora se abre una nueva etapa, porque ha triunfado circunstancialmente una contrarrevolución”. Y llamó a sus contradictores a poner fin a la “guerra económica”.
Este es un aspecto fundamental. Todos los comentarios destacan que en el resultado electoral influyó notablemente la guerra económica llevada adelante por los grandes intereses económicos que estaban detrás de la oposición, que provocaron una escasez de productos vitales para la subsistencia de la población, alimentos y medicamentos, lo cual provocó enormes colas y un martirio repetido día tras día.
Ahora se abre una etapa de durísima lucha, porque la oposición procurará utilizar su mayoría en la Asamblea legislativa para revertir los grandes logros de la revolución bolivariana en beneficio de todo el pueblo, y particularmente de los sectores más humildes.
Las grandes patronales están reclamando también eliminar la ley del trabajo, que protege a los trabajadores en todos sus derechos, así como una ley que fija los precios de los productos básicos. En sus objetivos estará también iniciar el proceso de referéndum revocatorio, para sacar a Maduro del gobierno. En síntesis, se avecina un período de durísimas luchas,.
Como dijo el presidente, “no es tiempo de llorar, sino de luchar”.
Ante la elección venezolana, sumada al resultado de las elecciones presidenciales en Argentina y a las dificultades notorias del gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, amenazado por un “impeachment”, hay quienes procuran extraer conclusiones para Uruguay. Tal es el caso del ex presidente Jorge Batlle, quien afirma que “ahora le toca a Uruguay”. Sueña con poner término a los gobiernos del Frente Amplio.
Nuestro pueblo le demostrará una vez más que está equivocado.