El planteamiento eminentemente dialéctico del Estado burgués y de sus formas democráticas en Rosa Luxemburgo le permite escapar tanto de los planteamientos social-liberales (¡Berstein!) que niegan su carácter burgués, como de los de un cierto marxismo vulgar que no tiene en cuenta la importancia de la democracia.
Fiel a la teoría marxista del Estado, Rosa Luxemburgo insiste en su carácter de “Estado de clase”. Pero inmediatamente añade: “hay que tomar esta afirmación no en un sentido absoluto y rígido, sino en un sentido dialéctico”. ¿Qué quiere decir esto?
De una parte, que el Estado “asume sin duda funciones de interés general en el sentido del desarrollo social”; pero al mismo tiempo, no lo hace más que “en la medida en que el interés general y el desarrollo social coinciden con los intereses de la clase dominante”. La universalidad del Estado está por tanto severamente limitada y, en gran medida, negada por su carácter de clase /1.
Otro aspecto de esta dialéctica es la contradicción entre la forma democrática y el contenido de clase: “Las instituciones formalmente democráticas no son, en cuanto a su contenido, más que instrumentos de los intereses de la clase dominante”. Pero no se limita a esta constatación que es un locus clásico del marxismo; no solo no desprecia la forma democrática, sino que muestra que ésta puede entrar en oposición con el contenido burgués:
“Se tienen pruebas concretas de ello: en cuanto la democracia tiene tendencia a negar su carácter de clase y a transformarse en instrumento de los verdaderos intereses del pueblo, las formas democráticas mismas son sacrificadas por la burguesía y por su representación estatal” /2. La historia del siglo XX está atravesada de un extremo a otro de ejemplos de este tipo de “sacrificio”, desde la guerra civil en España hasta el golpe de Estado de 1973 en Chile; no son excepciones, sino más bien la regla. Rosa Luxemburgo había previsto, con una agudeza impresionante, ya en 1898, lo que iba a ocurrir a lo largo del siglo siguiente.
Dialéctica del Estado burgués
Contra la visión idílica de la historia como “Progreso” ininterrumpido, como evolución necesaria de la humanidad hacia la democracia y, sobre todo, contra el mito de un vínculo intrínseco entre capitalismo y democracia, opone un análisis sobrio y sin ilusiones de la diversidad de los regímenes políticos:
“El desarrollo ininterrumpido de la democracia que el revisionismo, siguiendo el ejemplo del liberalismo burgués, toma por la ley fundamental de la historia humana, o al menos de la historia moderna, se revela, cuando se le examina de cerca, como un espejismo. No se pueden establecer relaciones universales y absolutas entre el desarrollo del capitalismo y la democracia. El régimen político es cada vez el resultado del conjunto de factores políticos tanto internos como externos; en el interior de esos límites presenta todos los diferentes grados de escala desde la monarquía absoluta hasta la república democrática” /3.
Lo que no podía prever, por supuesto, son las formas estatales autoritarias bastante peores que las monarquías: los regímenes fascistas y las dictaduras militares, que se desarrollaron en los países capitalistas -tanto del centro como de la periferia- a lo largo del siglo XX. Pero tiene el mérito de ser una de las pocas personas, en el movimiento obrero y socialista, que desconfió de la ideología del Progreso, común a los liberales burgueses y a una buena parte de la izquierda, y en poner en evidencia la perfecta compatibilidad del capitalismo con formas políticas radicalmente antidemocráticas. (…).
No solo no hay afinidad particular entre la burguesía y la democracia, sino que a menudo se producen los avances democráticos en lucha contra esta clase:
“En Bélgica, en fin, la conquista democrática del movimiento obrero, el sufragio universal, es un efecto de la debilidad del militarismo y por consiguiente de la situación geográfica y política particular de Bélgica y, sobre todo, ese “trozo de democracia” está conquistado no por la burguesía, sino en su contra ” /4.
¿Es solo el caso de Bélgica, o más bien una tendencia histórica general? Rosa Luxemburgo parece inclinarse por la segunda hipótesis, considerando que la única garantía de la democracia es la fuerza del movimiento obrero:
“El movimiento obrero socialista es hoy el único apoyo de la democracia, no hay otros. Se verá entonces que no es la suerte del movimiento socialista la que está ligada a la democracia burguesa, sino inversamente la de la democracia la que está ligada al movimiento socialista. Se constatará que las oportunidades de la democracia no están ligadas al hecho de que la clase obrera renuncie a la lucha por su emancipación sino, al contrario, al hecho de que el movimiento socialista sea suficientemente poderoso como para combatir las consecuencias reaccionarias de la política mundial y de la traición de la burguesía.
Cualquiera que desee el reforzamiento de la democracia deberá desear igualmente el reforzamiento y no el debilitamiento del movimiento socialista; renunciar a la lucha por el socialismo, es renunciar al mismo tiempo al movimiento obrero y a la democracia misma” /5.
En otros términos: la democracia es, a ojos de Rosa Luxemburgo, un valor esencial que el movimiento socialista debe salvar de sus adversarios reaccionarios, entre los que se encuentra la burguesía, siempre dispuesta a traicionar sus proclamas democráticas si sus intereses lo exigen (…).
La sorprendente afirmación según la cual la suerte de la democracia está ligada a la del movimiento obrero y socialista fue también confirmada por la historia de los decenios siguientes: la derrota de la izquierda socialista -a causa de sus divisiones, de sus errores y de su debilidad- en Italia, en Alemania, en Austria o en España, condujo al triunfo del fascismo, con el apoyo de las principales fuerzas de la burguesía, y a la abolición de toda forma de democracia durante largos años (en España, durante decenios).
La relación entre el movimiento obrero y la democracia es eminentemente dialéctica: la democracia tiene necesidad del movimiento socialista y, viceversa, la lucha del proletariado tiene necesidad de la democracia para desarrollarse:
“La democracia es quizás inútil, o incluso molesta para la burguesía hoy; para la clase obrera, es necesaria, incluso indispensable. Es necesaria, porque crea las formas políticas (autoadministración, derecho de voto, etc.) que servirán al proletariado de trampolín y de apoyo en su lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad burguesa. Pero es también indispensable porque es solo luchando por la democracia y ejerciendo sus derechos como el proletariado tomará conciencia de sus intereses de clase y de sus tareas históricas” /6.
La formulación de Rosa Luxemburgo es compleja. En un primer momento parece afirmarque es gracias a la democracia como la clase obrera puede luchar para transformar la sociedad. ¿ Querría esto decir que en los países no democráticos esta lucha no es posible? Al contrario, insiste la revolucionaria polaca, es en la lucha por la democracia como la conciencia de clase se desarrolla. Piensa sin duda en países como la Rusia zarista -incluyendo Polonia- donde la democracia no existe aún y donde la conciencia revolucionaria se despierta precisamente en el combate democrático.
Es lo que se verá, pocos años más tarde, en la revolución rusa de 1905. Pero piensa también, probablemente, en la Alemania guillermina, en la que la lucha por la democracia está lejos de haber acabado, y encuentra en el movimiento socialista su principal sujeto histórico. En cualquier caso, lejos de despreciar las “formas democráticas”, que distingue de su instrumentalización y manipulación burguesas, asocia estrechamente su destino al del movimiento obrero.
¿Cuáles son pues las formas democráticas importantes? En 1898, menciona sobre todo tres de ellas: el sufragio universal, la república democrática, la autoadministración; más tarde -por ejemplo, a propósito de la revolución rusa en 1918- añadirá las libertades democráticas: libertad de expresión, de prensa, de organización.
¿Qué ocurre con el Parlamento?
Rosa Luxemburgo no rechaza la representación democrática como tal, pero desconfía del parlamentarismo en su forma del momento: lo considera como “un instrumento específico del Estado de clase burgués, un medio para hacer madurar y desarrollar las contradicciones capitalistas” /7. Volverá sobre este debate pocos años más tarde, en artículos polémicos contra Jaurès y los socialistas franceses, a los que acusará de querer llegar al socialismo pasando por “la ciénaga apacible (…) de un parlamentarismo senil”.
La degradación de esta institución se revela en su sumisión al poder ejecutivo: “La idea, en si misma racional, de que el gobierno no debe dejar de ser el instrumento de la mayoría de la representación popular, es invertida en su contrario por la práctica del parlamentarismo burgués: a saber, la dependencia servil de la representación popular a la supervivencia del presente gobierno”. Saluda, en este contexto, a los socialistas revolucionarios franceses que han comprendido que la acción legislativa en el Parlamento -útil para arrancar algunas leyes favorables para los trabajadores- no puede sustituir a la organización del proletariado para la conquista, por medios revolucionarios, del poder político /8.
Las contradicciones de la democracia burguesa: militarismo, colonialismo
Las democracias burguesas “realmente existentes” se caracterizan por dos dimensiones profundamente antidemocráticas, estrechamente ligadas: el militarismo y el colonialismo. En el primer caso, se trata de una institución, el Ejército, jerárquico, autoritario y reaccionario, que constituye una especie de Estado absolutista en el seno del Estado democrático. En el segundo, se trata de la imposición, por la fuerza de las armas, de una dictadura a los pueblos colonizados por los imperios occidentales.
Como recuerda Rosa Luxemburgo en Reforma o revolución su carácter de clase obliga al Estado burgués, incluso si es democrático, a acentuar cada vez más su actividad coercitiva en terrenos que no sirven más que a los intereses de la burguesía, “a saber el militarismo y la política aduanera y colonial” /9. La denuncia de esta “actividad coercitiva”, militarista e imperialista, va a ser uno de los principales ejes de la crítica dirigida por Rosa Luxemburgo al Estado burgués.
Desde el punto de vista capitalista, “el militarismo actualmente se ha vuelto indispensable desde un triple punto de vista: 1) le sirve para defender intereses nacionales en competencia contra otros grupos nacionales; 2) constituye un terreno de inversión privilegiado, tanto para el capital financiero como para el capital industrial; y 3) le es útil en el interior para asegurar su dominación de clase sobre el pueblo trabajador. […].
Dos rasgos específicos caracterizan el militarismo actual: es en primer lugar su desarrollo general y concurrente en todos los países; se le diría empujado a aumentar por una fuerza motriz interna y autónoma: fenómeno aún desconocido hace algunos decenios; es luego el carácter fatal, inevitable de la explosión inminente, aunque se ignore la ocasión que la desencadenará, los Estados que serán afectados en primer lugar, el objeto del conflicto y todas las demás circunstancias” /10.
Como se ve, Rosa Luxemburgo había previsto, ya en 1898, una guerra mundial suscitada por la competencia entre potencias capitalistas nacionales y por la dinámica incontrolable del militarismo. Es también una de esas intuiciones fulgurantes que atraviesan el texto de Reforma o revolución, aunque, por supuesto, no pudiera prever “las circunstancias” del conflicto.
Militarismo en el interior y expansión colonial en el exterior están estrechamente ligados y conducen a un declive, una degradación, una degeneración de la democracia burguesa:
“A causa del desarrollo de la economía mundial, de la agravación y de la generalización de la competencia en el mercado mundial, el militarismo y la política de las grandes flotas, instrumentos de la política mundial, se han convertido en un factor decisivo de la vida exterior e interior de los grandes Estados.
Sin embargo, si la política mundial y el militarismo representan una tendencia ascendente de la fase actual del capitalismo, la democracia burguesa debe entonces lógicamente entrar en una fase descendente. En Alemania, la era de los grandes armamentos, que data de 1893, y la política mundial inaugurada por la toma de Kiao-Tcheu /11, han tenido por compensación dos sacrificios pagados por la democracia burguesa: la descomposición del liberalismo, y el paso del Partido del Centro de la oposición al gobierno” /12.
El análisis de Rosa Luxemburgo es aún más amplio: se da cuenta de que el peso creciente del Ejército en la vida política de las democracias burguesas resulta no solo de la competencia imperialista sino también de un factor interno de las sociedades burguesas: el ascenso de las luchas obreras. En un artículo antimilitarista de 1914, pone en evidencia dos tendencias profundas que refuerzan la preponderancia política de las instituciones militares en los Estados burgueses:
“Estas dos tendencias son, de un lado, el imperialismo que conlleva un crecimiento masivo del ejército, el culto de la violencia militar salvaje y una actitud dominadora y arbitraria del militarismo respecto a la legislación; del otro lado, el movimiento obrero que conoce un desarrollo igualmente masivo, acentuando los antagonismos de clase y provocando la intervención cada vez más frecuente del ejército contra el proletariado en lucha” /13.
Esta “violencia militar salvaje” se ejerce, en el marco de las políticas imperialistas, ante todo sobre los pueblos colonizados, sometidos a una brutal opresión que no tiene nada de “democrática”. La democracia burguesa produce, en su política colonial, formas de dominación autocrática, dictatorial. En un artículo de 1902 sobre Martinica, Rosa Luxemburgo denunciaba las masacres del colonialismo francés en Madagascar, las guerras de conquista de los Estados Unidos en Filipinas, o de Inglaterra en África o, en fin, las agresiones contra los chinos cometidas, en buena entente, por franceses e ingleses, rusos y alemanes, italianos y americanos /14.
Volverá a menudo sobre los crímenes del colonialismo, en particular en La acumulación del capital (1913). Retomando el hilo de la crítica implacable de la política colonial del capítulo sobre la acumulación primitiva en el volumen I de El Capital, observa sin embargo que no se trata de un momento “inicial” sino de una tendencia permanente del capital:
“Aquí no se trata ya de una acumulación primitiva, el proceso continúa hasta nuestros días. Cada expansión colonial está necesariamente acompañada de la guerra obstinada del capital contra las condiciones sociales y económicas de los indígenas, así como del pillaje violento de sus medios de producción y de su fuerza de trabajo”.
Resulta de ello la ocupación militar permanente de las colonias y la represión brutal de sus levantamientos, cuyos ejemplos clásicos son el colonialismo inglés en India y el francés en Argelia /15. De hecho, esta acumulación primitiva permanente prosigue aún hoy, en el siglo XXI, con métodos distintos del colonialismo clásico, pero no menos feroces.
(*) Sociólogo y filósofo marxista franco-brasileño; director de investigación emérito del CNRS y profesor de la EHESS de París.
Fuente: Europe Solidaire
Publicado originalmente en el número 59 de la Revue Agone, Révolution et Démocratie. Actualité de Rosa Luxemburgo.
Traducción: Faustino Eguberri para Viento Sur
Notas:
1/ Rosa Luxemburgo, Réforme sociale ou révolution ? [1898], in Œuvres I, Paris, Maspero, 1969, trad. Irène Petit, p. 39. Versión española en Rosa Luxemburgo Reforma o revolución https://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf Damos entre paréntesis la página de la versión en español que corresponde a la cita ndt.
2/ Ibid., p. 43. (58)
3/ Ibid., p. 67-68. (77)
4/ Ibid., p. 67. (77)
5/ Ibid., p. 70. (80)
6/ Ibid., p. 76. ( 84)
7/ Ibid., p. 43. (59)
8/ Rosa Luxemburgo, Le Socialisme en France 1898-1912, Œuvres complètes – Tome III, Toulouse/Marseille, Smolny/Agone, p. 223 para la primera cita y misma obra éditions Belfond, 1971, p. 228 para la segunda.
9/ Rosa Luxemburgo, Réforme sociale ou révolution ?, in Œuvres I, op. cit., p. 42., (58).
10/ Ibid., p. 41. (57)
11/ La factoría de Kiao-Tchéu (península de Shandong, ciudad principal de Tsing-Tao o Qingdao) fue el principal punto de apoyo alemán en China. Su toma en 1897-1898 fue una etapa importante de la nueva “política mundial” (Weltpolitik) realizada por el emperador Guillermo II [ndlr].
12/ Ibid., p. 69. (78) (En la oposición en el momento de la creación del Imperio alemán y del Kulturkampf, el partido católico Zentrum (“centro”) se suma progresivamente a la mayoría gubernamental a partir de los años 1880, a la vez contra el ascenso del socialismo y a favor de la nueva política colonial ndlr)
13/ Rosa Luxemburgo, « Le revers de la médaille » [avril 1914], in L’État bourgeois et la Révolution, op. cit., p. 41.
14/ Rosa Luxemburgo, « Martinique » [1902], Gesammelte Werke 1/2, Berlin, Dietz Verlag, 1970, p. 250-251.
15/ Rosa Luxemburgo, Die Akkumulation des Kapitals [1913], Gesammelte Werke 5, Berlin, Dietz Verlag, 1990, p. 318-319.
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