La cosmogonía mapuche ubica su propio origen después de un gran diluvio provocado por la gran serpiente de los mares, Kai Kai Vilu; la otra gran serpiente, la de la tierra, Ten Ten Vilu (o Tren Tren) que habita sobre los volcanes, aconsejó a unos pocos hombres de subir hasta las cimas para protegerse; todo quedó inundado y todo comenzó de nuevo con el gran diluvio. Ten Ten pudo más que Kai Kai, echó tierra al agua para levantar la superficie. Para ellos, sólo se llaman mapuches los sobrevivientes.
Más tarde los propios mapuches, según el pensamiento de los machis (sabios curanderos), interpretarían este gran suceso como un fenómeno que se repite a lo largo del tiempo, como una limpieza y una renovación macroestacional; por ejemplo, para ellos los conquistadores españoles fueron el equivalente al diluvio, una limpieza donde debían perecer algunos mapuches, ayudando así a «limpiar» el territorio de hombres impuros. Hay varias versiones que señalan que los no sobrevivientes se convirtieron en peces o en piedras o en otras formas no humanas.
Existe una segunda leyenda cosmogónica, menos conocida, que describe el origen de los hombres en el mapu y lo sitúa antes del advenimiento del pueblo mapuche como sobreviviente del diluvio. Estos primeros hombres no son llamados mapuche; se dice que antes de poblar la tierra los seres miraban desde arriba y veían todo desierto, hasta que les fue permitido enriquecerla con innumerables formas distintas, hechas con el material de las nubes; luego bajaron los hombres del cielo, conociendo el lenguaje de la naturaleza, y trajeron el idioma mapuche, que es el mismo que se habla en el cielo; con el tiempo estos hombres resultaron todos blancos, y atados a la tierra; querían volver, pero tenían miedo.
Los espíritus les prometieron que los harían regresar al cielo en el futuro, y los aconsejaron: no pierdan jamás de vista al sol cuando se levanta y se acuesta, y si necesitan ayuda griten Oooomm, oooommm.
Para el pueblo mapuche los humanos vienen del cielo y volverán a reunirse con los puntos luminosos del cielo nocturno. El lenguaje de la naturaleza se va perdiendo en los hombres, el miedo en ellos va aumentando, y todo degenera. Entonces se hace necesario el diluvio, que limpia la naturaleza y mantiene vivos a los mejores.
El mundo simbólico mapuche
El rehue simbolizaba la escalera al cielo, y también el lugar de congregación ritual mapuche, donde entre otros, se agradecía a los pillanes y a la tierra, siempre rodeado de plantas de canelo, símbolo de paz y de concordia. “Cantaban y bailaban; comían y bebían por días y noches”; eran “espacios sagrados permanentes”. En los rehues también, además de los trances rituales, se relataban las historias por parte de los ancianos, discursos de los sabios, dueños de la palabra, weipines.
El pueblo mapuche adoraba el color azul; tenían un mítico rey azul, Chao Kalfú, a quien imitaban pintándose la cara con rayas azules; usaban mucho y usan todavía el poncho azul con dibujos de colores. Las tinturas azules relacionaban los distintos azules del cielo, las aguas y los seres humanos.
Es fundamental tener muy en cuenta la correspondencia simbólica del cielo y la tierra para comprender la cultura mapuche; debe haber siempre para ellos un equilibrio entre los dos mundos: el mundo de los pillanes (las almas) y el mundo de los hombres.
Evidentemente el elemento agua es central en el pensamiento mapuche; el gran río de la tierra, el Futaleufú (gran río) tiene su imagen, o viceversa, en el gran río del cielo: Huenu Leufú (río del cielo), la vía láctea.
El sueño era de una importancia capital para los antiguos mapuches, primero porque representaba el tránsito y la comunicación entre los pillanes y los hombres, y segundo porque vaticinaba el futuro; por eso los españoles decían que los mapuches eran todos agoreros, pues guiaban sus decisiones según lo que habían soñado. Tenían todos intérpretes de sueños. Aún hoy en los desayunos cada uno cuenta sus sueños y se trata de interpretarlos.
Los volcanes son reverenciados, al parecer siempre considerados como benéficos, pues allí también viven los espíritus de los ancestros. Al volcán Villarica le llamaban Ruca Pillán, literalmente: la casa de los espíritus.
Ritos mapuche
El Nguillatún es una reunión ritual que se realiza en círculo entorno a un canelo justo en el medio; del canelo cuelgan cintas de colores que son entregadas a los personajes importantes de las distintas familias invitadas; los nguillatunes no están presididos por las machis, como se podría creer sino por los loncos (caciques); los nguillatunes que celebran victorias contemplan cabezas colgadas de los enemigos sobre las ramas, desde las cuales también salen las cintas de colores; se realizan sacrificios animales y humanos (enemigos); se danza con lamentos; en otro tipo de ceremonias está el hijo del lonco que preside la fiesta, desnudo de la cintura para arriba y coloreado con tinturas; desde allí invoca o nombra difuntos, y habla también de los señores que tienen las cintas en lo bajo; cuando hay prisioneros éstos se encuentran desnudos apoyados en el tronco de canelo; el canelo es el árbol sagrado de la paz y de la concordia, portar ramas de canelo, en la mano o la cabeza, es señal de paz y de buenas intenciones.
Además de danzas, algunas que imitan la puesta de huevos de los ñandúes, otras donde se presentan jóvenes con travestismo disfrazado (que se explica como señal de libertad sexual entre los adolescentes, puesto que el hombre convertido en mujer va a la casa de los padres de la amada), se han reportado “entremeses”, pequeñas obras teatrales donde se representan pequeñas historias.
El cultrún, o tambor de las machis, tiene impresos los cuatro puntos cardinales; mediante su sonido se congregan los mapuches alrededor del rehue (un tronco enterrado en el suelo con escalinatas que tiene la función de altar) para el rito de comunicación con los antepasados, la gente baila hasta que la machi entra en trance, su voz se transforma y empieza a hablar en una lengua extraña que nadie conoce, salvo un traductor oficial, dungu machife, que va traduciendo en cantos lo que la o el machi va diciendo.
Dicho lenguaje en trance es semejante al onírico: “se produce en diversos planos y saltos abruptos, con la aparición de figuras míticas”, mezclándose elementos aparentemente inconexos . Los mapuches son grandes estudiosos de los sueños (peuma), siempre interpretados como mensajes provenientes de los pillanes del Wenu Mapu; todo acontecimiento importante siempre es precedido por un sueño, dicen. A veces el rito es un llamado de los pillanes a resistir a los huincas (extranjeros), y es cuando se previene de un gran diluvio que los expulsará.
El calcu, la maldad, es lo que provoca enfermedades, enemistades, desequilibrios y catástrofes naturales. Para restablecer los equilibrios se sacrifican animales, un toro negro o un animal de lana blanca, en caso de sequías por ejemplo; esto da ocasión a restablecer las relaciones sociales entre los hombres. El ritual o la ceremonia de comunicación con los pillanes se llama Nguillatún; para restablecer los equilibrios hay una etapa denominada Conchotún (de Concho, amigo íntimo, compadre), en la que las personas se hacen regalos, se abrazan, se dicen palabras bellas y se ofrecen alimentos mutuamente.
La aparición del huinca, quien es considerado a la vez extranjero y ladrón, significa el inicio de la ruptura entre el cielo y la tierra, el desequilibrio, haciendo perder a los hombres la capacidad de seguir los signos de los pillanes y de la naturaleza. Jugando a la chueca (palihue, juego del palín, parecido al hockey) podían decidir posteriormente en un cahuín (reunión) o futa cahuín (gran reunión) cuando llevarían a cabo el ataque a los huincas (extranjeros), que como el diluvio, los arrasaría de la tierra aunque tuvieran que morir araucanos.
La canoa, wampo o huampo, era también el ataúd de muchos mapuches; la palabra significaba ambas cosas: canoa y ataúd. Al difunto que no tenía una se la construían. Lo colocaban sobre la canoa vestido con su mejor traje, rodeado de varias pertenencias, a veces con instrumentos para alimentarse, según la zona, puesto que empezaría un largo viaje para atravesar el océano y llegar al lugar de los muertos, al wenu mapu.
La muerte en guerra era distinta: al morir uno se transformaba en su animal totémico, generalmente un ave. Algunos muertos subían a vivir a los volcanes, al rucapillán, casa de los espíritus (o de los muertos). La gente rodeaba al muerto en su canoa, lo lloraban largamente, se alimentaban y después de un largo duelo lo enterraban en el Altun (cementerio mapuche). Se suponía que desde que lo dejaban éste emprendía su viaje. “Una vieja llamada Tempulcahue viene como ellos dicen en forma de ballena para llevarlo a los campos elíseos, pero antes de arribar allí debe pagar el pasaje a otra pésima vieja que está en cierto paso estrecho, la cual quita un ojo a los pasajeros cuando no es puntualmente satisfecha. Las almas separadas de los cuerpos ejercitan en la otra vida las mismas funciones que ejercitaban en ésta”.
La danza también ocupa un lugar de importancia en la cultura mapuche. Danzaban noches enteras, y a veces días enteros. Antes de las batallas, o como inducción para entrar en trance, con música repetitiva y cadenciosa. La machi o el machi volaba al wenu mapu donde se comunicaba con los pillanes; gracias a esto podía aconsejar, prevenir, detectar enfermedades, curar; hablaba en la lengua de los pillanes, y siempre se hacía necesario un traductor.
Otro tipo de reunión que se hacía con mucha frecuencia, además del Nguillatún antes señalado, era el Conchotún, o reunión de amigos, hermanos, parientes, conchos, casi siempre muy cercano al Rehue, donde se asaba algún animal y se reunía la gente a decirse lo mucho que se quería o a recordar los lazos de parentesco.
Espiritualidad mapuche
Los dioses mapuches están comúnmente ligados al culto familiar de los antepasados. Los pillanes se le aparecen a las machis pero también a los demás, presentándose como antepasados, y “como a tales se dirigen, sin hacerles adoración”. Los sacerdotes siempre trataron de buscar en la religión mapuche algún indicio de creador supremo, buscando al único dios; encontraron varios nombres, el rey azul Kalfu Chao, Nguechén Chao… pero los investigadores han determinado que se trataba de un nombre genérico, y que el culto era específico de un determinado pillán, antepasado, y sin adoración o temor de por medio, sino con agradecimiento.
Fuente: Hipernova