El domingo 8 de octubre de 1967, a las 13 horas, en la estrecha quebrada de El Yuro, una numerosa tropa enemiga hizo contacto con el Ché, y su reducido grupo.
El combate de El Yuro
Éste dividió el grupo en dos. Envió a los enfermos adelante y se quedó con el resto a enfrentar las tropas del gobierno.
Luego de tres horas de combate, el Che fue herido levemente en una pierna y fue capturado junto con otro combatiente, el ‘Willy’.
Tres guerrilleros perdieron la vida. Otro, herido de gravedad murió al día siguiente.
El 12 de octubre otros cuatro cayeron en el combate de Los Cajones.
De los seis guerrilleros que el Che había enviado adelante, uno fue abatido.
Los otros cinco lograron salir hacia Chile.
“¡Saluden a papá!”
El Che y ‘Willy’ fueron conducidos a Higueras, seis kilómetros distantes de la quebrada donde fueron hechos prisioneros.
Pasaron la noche del domingo 8 al lunes 9, cada uno en una sala de clases de una escuelita de esa mísera aldea boliviana.
El Gobierno del general Barrientos, al recibir la noticia de la captura del Che, decidió asesinarlo para evitar así el revuelo internacional de tenerlo prisionero, entregando la versión que había caído en combate.
Dio la orden de asesinarlo en clave: ¡Saluden a Papá!
h2>El sargento Terán
Poco antes del mediodía del lunes 9 de octubre, el sargento Reque Terán, metralleta en mano y con algunos tragos en el cuerpo para darse valor, irrumpió en la sala donde estaba el Che.
Éste ya sabía el objeto de tal visita.
Antes había escuchado el tabletear de la metralleta en el aula vecina en que se encontraba ‘Willy’.
– Usted ha venido a matarme, le dijo.
Terán recordaba posteriormente:
“Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. No me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande. Cuando me miró fijamente me dio un mareo.
– Póngase sereno, usted va a matar a un hombre- exclamó el Che.
“Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un hombro, en un brazo y en el corazón.”
“Muerte en combate”
Eran las 11 de la mañana del lunes 9 de octubre de 1967. Ese mismo día, los cables entregaban la noticia:
“El Presidente René Barrientos anunció hoy la muerte en combate del líder revolucionario castrista Ernesto Che’ Guevara, acaecida en Higueras”.
La noticia de la muerte del Che estremeció al mundo. Al dolor se sumó el repudio al dictador Barrientos cuando se conoció la noticia de su asesinato.
El Siglo, publicó en primera plana el miércoles 11 de octubre:
“Sensacional denuncia. Guevara asesinado”.
Venció a sus asesinos
Sus asesinos creyeron que matándole destruirían al Che.
Se equivocaron.
Porque la vida, pensamiento y obras de Ernesto Guevara de la Serna, nacido en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928, entraron a la inmortalidad.
Es que fue un heroico guerrillero.
Pero fue mucho, muchísimo, más que eso. Fue un revolucionario consecuente, un comunista.
El 13 de diciembre de 1972, el compañero Presidente Salvador Allende en un discurso pronunciado en la Plaza de la revolución ‘José Martí’ de La Habana, dijo:
“Creo que tengo derecho que me honra de decir que fui amigo del comandante Ernesto Che Guevara. Guardo un ejemplar de su libro ‘Guerra de Guerrillas’, que me dedicara fraternalmente. Con su espíritu amplio, me decía allí con su letra dibujada por la fraternidad ¡A Salvador Allende, que por otros medios busca lo mismo. Afectuosamente, Che!’.”
Después de múltiples esfuerzos, el 28 de junio de 1997 un grupo de expertos cubanos y argentinos descubrió una fosa común en Vallegrande con los restos del Che y de otros seis guerrilleros.
Los restos del Che fueron recibidos en el aeropuerto de San Antonio de los Baños por su familia y compañeros.
Ahora descansan en el mausoleo de la Plaza Ernesto Che Guevara en la ciudad de Santa Clara.
Pudieron asesinar al heroico combatiente comunista por un mañana mejor, pero su ejemplo, su obra, sus enseñanzas no morirán jamás.
Así venció el Che sobre sus verdugos.
¡Honor y gloria al comunista que el 9 de octubre de 1967 entró a la eternidad!
(*) Historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER.