viernes, noviembre 22, 2024
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La Crisis de la Izquierda en América Latina

Se puede decir que hay dos izquierdas en América Latina y que ambas están en crisis, cada una a su manera. Una de ellas es la que logró acceder al poder y ha puesto en marcha unos procesos de democratización de las sociedades, así como alternativas al modelo neoliberal y que hoy se enfrentan a dificultades —de distinto orden; algunas provenientes del exterior, otras del interior— para dar continuidad a dichos procesos.

La otra es la que, aun viviendo en países con continuados gobiernos neoliberales, no es capaz de constituir fuerzas capaces de ganar elecciones, llegar al gobierno y empezar a superar el neoliberalismo.

La izquierda posneoliberal ha tenido éxitos extraordinarios, aun más si tenemos en cuenta que los avances en contra de la pobreza y la desigualdad se han dado en el marco de unas dinámicas en la economía internacional que provoca un aumento de la pobreza y la desigualdad.

En el continente más desigual del mundo, cercados por un proceso de recesión profunda y prolongada del capitalismo internacional, los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han disminuido la desigualdad y la pobreza, han consolidado procesos políticos democráticos, han fomentado la integración regional independiente de EEUU y han acentuado el intercambio Sur-Sur.

Mientras que las otras vertientes de la izquierda, por diversas razones, no han logrado construir alternativas a los fracasos de los gobiernos neoliberales —con México y Perú a la cabeza—, mostrando cierta incapacidad a la hora de sacar conclusiones de lo que ha funcionado en otros países con el fin de adaptarlas a sus condiciones específicas.

Ahora bien, ¿en qué consiste la crisis que atraviesan las izquierdas que han llegado al gobierno en América Latina?

Hay síntomas comunes y rasgos particulares a cada país.

Por ejemplo, la incapacidad de contrarrestar el poder de los monopolios privados de los medios de comunicación, aun en los países en que se han avanzado leyes y medidas concretas para quebrar lo que es la espina dorsal de la derecha latinoamericana.

En cada uno de esos países, en cada una de las crisis enfrentadas por esos gobiernos, el rol protagónico ha sido el de los medios de comunicación privados, actuando de forma brutal y avasalladora en contra de dichos gobiernos, que se han apoyado en sus éxitos, en el gobierno y en el amplio apoyo popular conseguido.

Los medios han tratado de esconder los grandes avances sociales en cada uno de nuestros países, los han censurado, han intentado silenciar las nuevas oportunidades que los procesos de democratización social han impulsado en la población.

Por otro lado, destacan problemas, aisladamente, a través de proyecciones irreales, difundiendo además falsedades, con el propósito de deslegitimar las conquistas logradas y la imagen de sus líderes, ya que los niegan e intentan destacar aspectos secundarios negativos de los programas sociales.

Los medios han promovido sistemáticamente campañas de terrorismo y de pesimismo económico. Buscan la desconfianza de los ciudadanos en su propio país. Como parte específica de esta operación, se encuentran las sistemáticas denuncias de corrupción a partir de casos reales a los que les han dado una proporción desmesurada y se han hecho denuncias inventadas por las que no responden cuando son cuestionados, aunque los efectos ya hayan sido traducidos.

Las reiteradas sospechas sobre el accionar de los gobiernos produce, especialmente en sectores medios de la población, sentimientos de crítica y de rechazo, a los que pueden sumarse otros sectores afectados por esa elaboración antidemocrática de la opinión pública. Sin ese factor, se podría decir que las dificultades tendrían su dimensión real. No serían transformadas en crisis políticas, promovidas por la influencia unilateral que los medios tienen sobre ciertos sectores de la opinión pública, incluso de origen popular.

No es que sea un tema fácil de solucionar, pero no considerarlo como algo a lo que hay que enfrentar, subestima el nivel de la izquierda. Ésta ha llevado al gobierno al fracaso del modelo económico neoliberal, pero ha recibido, entre otras herencias, la hegemonía de los valores neoliberales diseminados en la sociedad. “Cuando la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de las ideas”, dijo Perry Anderson.

Las tendencias pre-gramscianas en la izquierda han acentuado las acciones tecnocráticas, que creyeron que la práctica de buenas políticas para las personas bastaría para producir automáticamente la conciencia correspondiente de apoyo a los gobiernos. Se ha subestimado el poder de acción en la conciencia de las personas de los medios y de los efectos políticos de desgaste por parte de los gobiernos que promueven esa acción.

Un factor determinante, en principio a favor —después en contra—, fue el alto coste de las comodidades que algunos gobiernos aprovecharon, no para reciclar los modelos económicos, sino para que no dependieran tanto de esas exportaciones.

Para el reciclaje, habría sido necesario formular y poner en marcha un modelo alternativo basado en la integración regional. Se ha perdido un período de gran homogeneidad en el Mercosur, sin que hayan avanzado en esa dirección. Cuando los precios bajaron, nuestras economías sufrieron los efectos, sin tener cómo defenderse, y todo por no promover el reciclaje de manera distinta.

Asimismo, habría que haber comprendido que el período histórico actual está marcado por varios retrocesos a escala mundial; que las alternativas de la izquierda están a la defensiva. De lo que se trata en este momento es de salir del modelo hegemónico neoliberal, construir alternativas, apoyarse en las fuerzas de la integración regional, en los BRICS y en los sectores que dentro de nuestros países se suman al modelo de desarrollo económico con la distribución de la renta, priorizando las políticas sociales.

En algunos países no se ha cuidado debidamente el equilibrio de las cuentas públicas, lo cual ha generado niveles de inflación que han neutralizado en parte los efectos de las políticas sociales, ya que esos efectos recaen sobre los trabajadores. Los ajustes no deben de ser trasformados en objetivos, pero sí en instrumentos para garantizar el equilibrio de las cuentas públicas. Esto es un elemento importante del éxito de las políticas económicas y sociales.

Aunque los medios hayan magnificado algunos casos de corrupción, no hay forma de considerar que no hubo control suficiente por parte de los gobiernos respecto al uso de los recursos públicos. El tema del cuidado absoluto de la esfera pública debe de ser sagrado para los gobiernos de izquierdas, que a su vez deben de descubrir las eventuales irregularidades y actuar antes de que los medios opositores lo hagan.

La ética en la política tiene que ser un patrimonio permanente en la izquierda; la transparencia absoluta en el manejo de los recursos públicos tienen que ser una regla de oro por parte de los gobiernos de izquierdas. El no haber actuado siempre así hace que los dirigentes paguen un precio muy caro, que puede ser un factor determinante para poner en riesgo su continuidad y dañar los derechos de la gran mayoría de los ciudadanos y el destino de nuestros estados.

Por último, para destacar algunos de los problemas de esos ejecutivos, el rol de los partidos que aspiran a gobernar, nunca ha sido bien definido en casi ninguno de esos países. Al tener los gobiernos una dinámica propia, esos partidos debieron de representar el proyecto histórico de la izquierda.

Sin embargo, no han logrado hacerlo y, como consecuencia, han perdido relevancia frente al rol preponderante de los gobiernos. Se debilita así la reflexión estratégica, más allá de las conjuras políticas, la formación de cuadros, la propaganda de las ideas de la izquierda y la misma lucha ideológica.

Nada de eso autoriza a hablar de ‘fin de ciclo’. Las alternativas a esos gobiernos están siempre a la derecha y con proyectos de restauración conservadora, netamente de carácter neoliberal. Los gobiernos posneoliberales y las fuerzas que los han promovido son los elementos más avanzados de los que la izquierda latinoamericana dispone actualmente y que, de igual forma, funcionan como referencia para otras regiones del mundo, como España, Portugal y Grecia, entre otros.

Estamos viviendo el final del primer período de construcción de modelos alternativos al neoliberalismo. Ya no se podrá contar con el dinamismo del centro del capitalismo, ni con precios altos de las comodidades. Las claves para pasar a un segundo período tienen que ser: profundización y extensión del mercado interno del consumo popular; un proyecto de integración regional; la intensificación del intercambio con los BRICS y su Banco de Desarrollo.

Además de superar los problemas apuntados anteriormente, antes de todo, se debería crear un proceso democrático para la formación de la opinión pública y hacer de la batalla de las ideas una cuestión central en la construcción de una nueva hegemonía en nuestras sociedades y en el conjunto de la región.

Hay que construir un proyecto estratégico para la región, no sólo para superar el neoliberalismo y el poder del dinero sobre los seres humanos, sino para construir sociedades justas, solidarias, soberanas, libres y emancipadas de todas las formas de explotación, dominación, opresión y alienación.

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