sábado, noviembre 23, 2024
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Notas sobre la Crisis Política de Francia

Hasta la semana pasada el panorama político francés de cara a la elección presidencial, que se celebrará a dos vueltas, finales de abril, primeros de mayo, ofrecía una foto fija: caída en picado del PS -cuyo presidente y primer ministro apenas superaban en las encuestas el 10 %- y una segunda vuelta polarizada entre la derecha -encabezada por Fillon- y la extrema derecha de Marie Le Pen.

Entre medio quedaba por saber lo que podía ocurrir con la candidatura de E. Macron, exministro de economía con Valls que lidera un partido (En marche!) tipo Ciudadanos, y el resultado de France Insoumise, encabezado por el autoproclamado candidato J-L Mélenchon, que de ese modo enterraba el Front de Gauche.

Ahora bien, esta foto fija ha saltado por los aires. Por una parte, los escándalos de corrupción que acorralan al candidato Fillon desde hace 10 días le sitúan a la baja y, además, no está claro que termine presentándose; por otra, las primarias en el PS han dado como vencedor a Benoît Hamon en lo que todo el mundo considera como una política de castigo de las bases socialistas a la política austeritaria impulsadas por el presidente Hollande y el exprimer ministro Valls que se postulaba frente a Hamon.

Estos dos fenómenos han movido todas las fichas del tablero y estos últimos días emergen iniciativas (algunas más ingenuas que otras) que buscan forzar la unidad entre el candidato socialista y J-L Mélenchon con el objetivo de logar una candidatura unitaria de la izquierda para poder pasar a la segunda vuelta.

Una unidad que por el momento no parece posible, pero que abre un debate nuevo no solo en torno a las distintas candidaturas electorales sino, sobre todo, entre los activistas del movimiento.

Un debate que abre la puerta a la interrogante de como recomponer la relación de fuerzas electoral de ese «pueblo de izquierdas», en horas tan bajas, pero también sobre la necesidad de construir una alternativa política que recupere el hilo de las políticas de resistencia de estos últimos cinco años (contra las políticas de austeridad, contra el estado de excepción, contra la islamofobia y la criminal política hacia las personas que demandan asilo y refugio…) y del movimiento social que el año pasado se expresó a través de Nuit Debout y ponía en cuestión el sistema como tal.

Algo impensable hace apenas unas semanas y que habrá que seguir con atención.

A continuación publicamos unas notas urgentes sobre la situación abierta escritas por nuestro colaborador Léon Cremieux.

Estaba claro que las elecciones presidenciales polarizarían políticamente el año 2017. Por más de una razón. Ahora bien, mediatizada en exceso, esta polarización es tanto un reflejo de la crisis general de los partidos institucionales y de las instituciones [de la V República] en general como del abismo que existe entre las y los notables del Partido Socialista (PS) y de Los Republicanos (LR, la derecha) y quienes dicen representar. Una polarización cuya dinámica puede escapar al ritual del agotamiento del movimiento social.

La primera manifestación de esta crisis es la caída consecutiva de Hollande y Valls. Que el presidente saliente se vea en la incapacidad de volverse a presentar [la primera vez que ocurre eso en la V República] y que el primer ministro salga derrotado de forma neta en las primarias del PS frente a un candidato relacionado con los «críticos» constituyen todo un balance de quinquenio para el PS: ha logrado hundirse en la crisis más grave desde su fundación.

En lo que respecta a LR, la situación no es mucho mejor. Mientras que el electorado reaccionario se movilizó en masa para eliminar a Sarkozy y elegir a un candidato «limpio», que pivotaba sobre el tradicionalismo católico y la honestidad, la revelación del desvío de fondos públicos (alrededor de 900 000 €) a través de dos contratos ficticios en la Revue des deux Mondes (es decir, dinero pagado a su mujer Penélope Fillon), de empleos híper bien pagados a sus hijos estudiantes, de sus quince cuentas bancarias (que es lo que se conoce hasta el momento),…. cuestiona enormemente la presencia de Fillon en la segunda vuelta de las presidenciales, e incluso puede que su propia candidatura.

«El affaire Penelope Fillon» revela sobre todo dos cosas:

En primer lugar, que su mundo no es el nuestro. Las y los dirigentes políticos consideran la mayoría de las veces que las arcas públicas están a su disposición y que pueden utilizar el dinero público como utilizan los coches oficiales. Los mismos que alimentan y apoyan todos los ataques sociales contra los trabajadores y trabajadoras desmantelando los sistemas de redistribución, que justifican los despidos, que se soliviantan contra los subsidios por desempleo y dejan en la pura miseria cada vez a más familias populares, consideran normal servirse del erario público de forma más que generosa.

Es el comportamiento clasista de una plutocracia que incluso se asombra de que se le pidan cuentas. Fillon y sus amigos ni siquiera ven la necesidad de justificar semejante remuneración, equivalente a más de 40 años de salario medio interprofesional, a quien habría «ayudado» y «apoyado moralmente» a su marido. Sin hablar de los 100 000 € pagados por unas pocas líneas en una reseña literaria… Y no lo ven porque viven en un mundo aparte de la inmensa mayoría de la población.

En segundo lugar, hay que decir que tras la revelación de Le Canard Enchaîné y los artículos de Mediapart, ya pesar de lo que se queja François Fillon, los responsables políticos evitan su linchamiento con sumo cuidado. Porque, más allá del “burlador-burlado”, estas «revelaciones» arrojan luz del funcionamiento de un sistema político que alimenta estos «pagos». Los diputados y diputadas tienen a su disposición una remuneración escandalosa de 10 000 € mensuales para asistentes. Los senadores y senadoras de la derecha llevan años chupando del bote. Algo que todo el mundo conoce.

Estos sistemas, nepotistas o no, benefician a todos los electos del Parlamento. Desde Dupunt-Aignan (líder del derechista Debout la Republique) hasta al Frente Nacional, que no ha abierto la boca en este asunto, mientras que J.M. Le Pen (padre de Marie Le Pen) ha mostrado su apoyo a Fillon. El Frente Nacional ha sido condenado por el Parlamento Europeo a devolver 300 000 € que utilizó para remunerar empleos ficticios. Más del 20 % de diputados (de todos los grupos) emplean como asistentes a miembros de sus familias, para funciones reales o no.

Todo ello da sentido a exigencias democráticas elementales como la supresión del Senado (asamblea de notables elegida por notables) y la abolición de la remuneración de las y los diputados (12 800 € mensuales, sin contar los 9 561€ para sus asistentes).

A menos de tres meses para las presidenciales, Los Republicanos no tienen otra opción que sacar pecho, «aguantar», para tratar de ahogar el escándalo, temerosos de verse obligados a organizar primarias de nuevo [para elegir otro candidato] que podrían ser catastróficas. Por otra parte, es evidente que ninguno de los adversarios directos de Fillon va a echar gasolina al fuego, porque lo que está en juego a través de esta práctica formalmente legal, es todo el sistema parlamentario de la V República. Ahora bien, esta colusión tiene dificultades para mantenerse debido al inicio del proceso judicial y de las revelaciones mediáticas que no cesan.

Por otra parte, la crisis en el PS está abierta. Las primarias muestran un electorado partido por la mitad, si bien con una mayoría a favor de Hamon que ha recogido el voto de la juventud, la gente obrera y asalariada, de ecologistas y de la gente del Front de Gauche. Un voto anti-Valls que castiga las leyes Macron, la ley El Khomri, la de la anulación de la nacionalidad y el estado de excepción. Pero, por otro lado, tanto el sentido del voto a Valls como las reacciones desde el día siguiente de las votaciones muestran que la descomposición política de la democracia está en marcha. En el seno del PS, Hamon (cuya corriente no alcanzó el 30 % de los votos en el último congreso del PS en 2015) representa una resistencia que ha polarizado la esperanza de mantener al PS en la izquierda social-democracia tradicional; ni más ni menos.

Más en concreto, la opción de Hamon significa, para quienes le han elegido, el rechazo a la orientación Hollande-Valls, una orientación social-liberal asumida totalmente por el aparato del partido en la perspectiva de evolucionar hacia la construcción de una fuerza republicano-demócrata a semejanza del partido demócrata de Renzi. Evidentemente, esta resistencia puede estar próxima al voto Corbyn en el laborismo inglés o al de Sanders en el partido demócrata en EE UU, pero, incluso ahí, el eco es mayor que la realidad.

Hamon pone énfasis en el rechazo a la prolongación del estado de excepción y al aeropuerto de Nôtre Dame des Landes [una proyecto contestado ampliamente por el movimiento ecologista y asociativo], en el cierre de las centrales nucleares, el control de los OGM, en un Renta de insersión para la juventud, en el rechazo a la estigmatización de la población musulmana y a la prohibición del velo.

Sin embargo, pasa de puntillas sobre toda una serie de exigencias sociales y democráticas que afectan a las clases populares. Y en este terreno el perfil de Hamon se da la mano con el de J. L. Melenchon (salvo sobre la cuestión de velo), aún cuando este último es más republicano y juega más con el perfil de «hombre providencial». Ya veremos como terminará esta contradictoria cohabitación en la que a Melenchon le va a tocar sufrir; sobre todo si el PCF le hace pagar su arrogancia, después de haber estado obligado a pasar por las horcas caudinas impuestas por France Insoumise al PCF.

El aparato del PS y sus representantes en las instituciones se enfrentan a un problema de envergadura. Tanto más cuanto debido al embrollo en el que se encuentra Fillon, Macron puede situarse por delante y estar presente en la segunda vuelta de las presidenciales. Por ello, Hamon tiene todo el interés del mundo en desmarcarse del balance Hollande/Valls y desarrollar una campaña identitaria de izquierda para morder en el electorado de Mélenchon y de los ecologistas. Ahora bien, si bien su candidatura está en ruptura con la orientación de la mayoría del PS, ninguna encuesta le sitúa en condiciones de pasar a la segunda vuelta.

Por ello, va a contrapelo no solo de la mayoría del aparato sino también de los electos y electas del PS. Más aún en la medida en que la lógica presidencial establecida a partir de 2002 convierte las elecciones presidenciales en la rampa de salida para las legislativas. En resumen, el grupo PS (295 escaños) corre el riesgo de correr la suerte que corrió en 2002 tras la derrota de Jospin y la reelección de Chirac: 141 diputados… ¡Es decir, la pérdida de la mitad de sus escaños!

De ahí que un determinado número de diputados del PS están a punto de desertar hacia la candidatura de Macron que cierra dulcemente las pasarelas, una vez que su campaña haya sido organizada por varios notables del PS como Ferrando y Collomb.

El sector reformador (Savary…) llama a tomar distancias del partido y algunos de ellos se sumarán a la campaña de Macron. Pero ni el aparato del partido ni sus principales dirigentes pueden adoptar esa posición. El PS es una estructura, un partido que no puede fundirse en la campaña de Macron tal y como está diseñada. Además que la dirección del partido rechace al candidato legítimamente elegido en las primarias haría explotar al partido.

Así pues, el centro del partido va a navegar entre estos meandros y tratará de practicar el gran descarte: intentar pesar en la campaña de Hamon, conciliar su apoyo a los últimos meses del gobierno Cazeneuve (que sustituyó a Valls) y el «apoyo» al candidato del partido; calmar a los «críticos de derechas», al tiempo que hacer la vista gorda ante quienes harán la campaña presidencial a favor de Macron y tratar de mantener el control sobre la lista de candidatos a las legislativas. Un ejercicio arriesgado con un resultado incierto.

En toda este panorama, hay una cosa clara: los aparatos y candidatos de los dos partidos tradicionales de la V República, el PS y LR, abordan esta elección de primer orden en situación de crisis. Y esta crisis, en sus dos reflejos simétricos, pone de manifiesto el descrédito, el desgaste de los partidos institucionales, gestores de las políticas de austeridad. A tal punto que todos los candidatos se presentan como «fuera del sistema» o, incluso, «antisistema». Para ser elegidos, tanto Fillon como Hamon se han beneficiado del rechazo que existía hacia los salientes [presidentes o ministros] más gastados: Sarkozy, Juppé, Valls, Montebourg.

Lo que, evidentemente, constituye toda una impostura: tanto Fillon como Hamon son antiguos ministros (al igual que Mélenchon); políticos profesionales del sistema, para quienes el escándalo de prebendas parlamentarias que salpican a Fillon no es más que la última expresión.

Macron tiene el paradójico estatuto de candidato sin partido y se presenta libre del balance del quinquenio de Hollande. A pesar de que es el único que de cara al futuro da continuidad al balance de los gobiernos socialistas: secretario general adjunto a la Presidencia desde 2012, en la cocina del CICE y el pacto de responsabilidad, Ministro de Economía después, acumula las dos leyes más deshonrosas para las clases populares (la que lleva su nomnre y la Ley El Khomri).

Marie Le Pen acaba de atravesar con dificultad las primarias de la derecha y la izquierda. La candidatura de Fillon le priva de Sarkozy, su adversario mediático preferido y competidor en el ultrareaccionario terreno tradicionalista. Del mismo modo, la ausencia de un candidato socialista que defienda el balance de Hollande también le desestabiliza.

Al igual que Fillon, también está salpicada por escándalos y no podrá sacar provecho de ello. No obstante, resulta notorio que a pesar de no haber iniciado la campaña ni haber realizado declaración política alguna desde hace semanas, en las encuestas continúe acaparando el voto reaccionario, racista y de rechazo de los partidos que han gobernado el país en los últimos 20 años.

Incluso si no se puede excluir que Marine Le Pen sufra también un desgaste de su candidatura en la primera vuelta, es probable que solo una «unión sagrada» (en torno a Macron o Fillon si continúa siendo el candidato en las próximas semanas) para la presidencial y el antidemocrático sistema electoral impedirá que el Front National gane en las próximas elecciones.

Todo ello refuerza la imperiosa necesidad de construir una alternativa anticapitalista real; una nueva representación política de las y los explotados y oprimidos.

Esta necesidad resulta evidente para contrapesar en las capas populares la atracción del Front National. Este partido aún continúa ofreciendo una salida a la exasperación popular con un programa xenófobo y reaccionario. Acabar con esta impostura no se podrá hacer más que a través de la relación de fuerzas creada, entre los trabajadores y trabajadoras y lo sectores explotados, por una fuerza política anticapitalista basada en la solidaridad y la justicia social. De la misma forma, la polarización en torno a Hamon muestra también el rechazo a las políticas neoliberales, al Estado policial y a la islamofobia y la exigencia de las urgencias climáticas, sin que por ello su programa, una vez batido Valls, defina mínimamente cómo poner en cuestión la austeridad capitalista.

En fin, Melenchon y France Insoumise, no abre ninguna perspectiva en esta dirección. Jugando a fondo la carta del hombre providencial, y pensando contar con la capacidad mediática para imponer la sumisión de quienes le quieran apoyar a su autocracia, ha realizado una apuesta arriesgada. Partiendo de la base de que tendría enfrente una candidatura Hollande o Valls, se acaparó del rol anti-Sarkorzy (después anti-Fillon), como caballero blanco de la izquierda antiausteridad.

Hacia delante, desestabilizado por la candidatura de Hamon, ya no le sirve ese perfil. Más aún cuando está en vías de ponerse en pie una campaña por una candidatura única a la izquierda de Macron. Es más que probable que el PCF se sume rápidamente a esta campaña, así como una parte del movimiento asociativo y sindical, muy reticente hacia Melenchon, aún cuando mucha gente lo consideraba como el voto «útil».

Desgraciadamente, esta dinámica unitaria se va a construir únicamente sobre el terreno del andamiaje electoral e institucional. Las bases políticas y los métodos de France Insoumise no permiten caminar por esa vía, como tampoco la candidatura para salvar a un PS en peligro… Una alianza de los dos no arreglara ninguno de sus defectos. El entusiasmo del voto útil en el marco del circo electoral y de los dados truncados del sistema parlamentario de la V República no será suficiente para superar sus defectos. No tenemos necesidad de un super campeón para luchar en ese circo; nosotros queremos acabar con el circo.

Sin embargo, la situación abierta por la crisis actual es nueva y es preciso hacerse cargo de ella. Seguramente, en los días y semanas que vienen se van a dar un gran número de discusiones, se crearán marcos de debate para militantes del movimiento social y político. Esa debe ser la ocasión no solo para defender nuestras ideas sino también para lanzar propuestas para reagrupar social y políticamente a quienes luchan en todos los frentes.

El escándalo Fillon, la desestabilización del PS…, todo ello abre espacios, agarrota el mecanismo engrasado de los debates institucionales y da vitalidad a las y los militantes asociativos en un periodo habitualmente poco propicio para ello. Paradójicamente, en las semanas que vienen pueden ver emerger nuevos movimientos «de base» exigiendo acabar con la delegación, la burocracia parlamentaria de los dirigentes y partidos, que usan y abusan de privilegios al tiempo que gestionan a favor de los capitalistas.

Aún cuando hoy en día la polarización se de en torno a la cuestión de una candidatura única Melenchon-Hamon, nosotros podemos ofrecer otros contenidos sobre el fondo a partir de exigencias sociales, de convergencias entre corrientes militantes, para dejar de ser simples espectadores y tomas en nuestras manos nuestros asuntos.

Así pues no debemos tener una actitud de pensar que nada de esto nos concierne, porque nuestra candidatura, con Philippe Poutou, se dirige a una gran parte de quienes van a pensar encontrar una nueva esperanza, una nueva ventana institucional a los combates sociales. Nosotros no nos situamos en ese terreno (y, sobre todo, ponemos por delante una perspectiva de ruptura anticapitalista que no es ni el terreno de Hamon ni de Mélanchon), pero podemos, al menos localmente, ofrecer otra perspectiva, debatir de unirse en torno a exigencias sociales y democráticas comunes.

Y al respecto, la nueva situación puede ofrecer una bocanada de aire fresco que pone de manifiesto las rupturas necesarias y los caminos a emprender.

Fuente: Viento Sur

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