Actualmente, el sistema privado paga un poco más de un millón de pensiones y en promedio (incluyendo todos los subsidios del Estado) éstas no superan los $200.000. En el caso de las pensiones de vejez, bajo la modalidad de retiro programado, vale decir, las que pagan directamente las AFP, el 90% son menores a $144.000, lo que equivale al 64% del exiguo salario mínimo chileno. Sí, ha leído bien, no se trata de una broma de mal gusto. Esta es la realidad de los adultos mayores en Chile. Una verdadera crisis social. Un abandono absurdo de nuestros queridos abuelos y abuelas por parte de una sociedad que ha generado tanta riqueza.
Lamentablemente, este panorama se proyecta aún más oscuro para los próximos años. Las mujeres afiliadas a las AFP que hoy tienen 59 años acumulan en promedio $13,3 millones en su cuenta individual, lo que a la fecha (a 1 año de jubilar) alcanza para una pensión autofinanciada de $66.500 y en el caso de los hombres afiliados a 1 año de jubilar (64 años), acumulan $23,9 millones, que alcanzaría para una pensión de $119.500.
Las AFP por supuesto responsabilizan a los propios trabajadores por este desastre. Ya sea porque cotizan poco y a edades tardías, porque ha aumentado la esperanza de vida y deberían jubilarse más tarde, o porque sus salarios son muy bajos.
Varias de estas cosas son ciertas. El 70% de los trabajadores chilenos recibe un ingreso líquido menor a $400.000, los empleos son inestables y precarios y eso conlleva lagunas previsionales y los hombres y mujeres ahora viven más años.
Sin embargo, hay algo fundamental que no se dice.
A pesar de los miserables salarios que existen en Chile y a pesar de las lagunas previsionales, el sistema privado recauda al año en cotizaciones de los trabajadores y aportes del Estado $6,57 billones y paga en pensiones $2,5 billones. O sea, existe un excedente (que siempre ha existido y existirá) que hoy llega a $4 billones y que permitiría aumentar en un 150% las pensiones actuales.
Si Chile tuviera un sistema solidario de reparto tripartito, que en términos muy sencillos, significa que las pensiones de los adultos mayores se pagan con las cotizaciones de los trabajadores activos y los aportes del empleador y el Estado, no tendríamos a nuestros adultos mayores sobreviviendo con pensiones indignas.
De hecho, Fundación SOL recientemente presentó ante la Comisión de expertos que revisa el sistema previsional chileno, una propuesta que permite sin problemas financieros, asegurar pensiones decentes en el largo plazo. Y también la «Coordinadora NO+AFP» ha hecho un gran aporte en esa línea.
Seguramente comenzará a escuchar que los sistemas de reparto están quebrados en el mundo. No haga caso, será la típica reacción de quienes no quieren perder su negocio.
Más del 95% de los países en el mundo tienen como eje central de su sistema de pensiones un modelo de reparto y van realizando cambios en los parámetros para que se financien a largo plazo. Pero, lo más importante, es que estos países tienen un sistema de pensiones basados en los principios de la seguridad social.
Chile no lo tiene, las AFP son sólo un esquema de ahorro privado forzoso. No seamos cómplices de esta situación, no dejemos a nuestros queridos abuelos y abuelas a expensas del mercado. A los chilenos les pasaron un golazo en 1981 con la creación de las AFP y nunca más pudieron jugar el partido.
Es el momento de volver a entrar a la cancha de la seguridad social.
(*) Economista Fundación SOL