por Patricia Politzer.
Falta un mes para las elecciones y el debate político se hace cada vez más áspero. Llama la atención que los enfrentamientos más álgidos de Sebastián Piñera –el candidato puntero– no han sido con sus contrincantes sino con la Presidenta Bachelet.
La delincuencia, el crecimiento, el desempleo, cualquier tema sirve para comparar al Gobierno de Sebastián Piñera –entre 2010 y 2014- con el que está por terminar Michelle Bachelet. Un observador incauto podría pensar que la Mandataria va a la reelección. O quizás lo que ocurre es que la aprobación a la Jefa de Estado es mayor de lo que señalan las encuestas y los analistas políticos.
Desde el oficialismo y desde la oposición se hacen circular cifras y estadísticas de uno y otro período. Cada sector les saca punta a sus éxitos y desdibuja sus debilidades.
Pero cualquiera sea la manera de comparar, hay un dato duro e indesmentible: durante la administración de Sebastián Piñera el país creció un 5,3% en promedio y, en este Gobierno, bordeará apenas el 2%.
A la luz de esta diferencia considerable en materia de crecimiento, hay algo que no calza: casi todas las demás cifras. O, dicho de otro modo, ¿qué se hizo con ese crecimiento sustantivo durante el Gobierno de los mejores, como lo llamó el ex Presidente Piñera?
No calza, por ejemplo, que con ese crecimiento del 5% el desempleo promedio en el mandato de Piñera haya sido del 6,9% y Bachelet, con crecimiento magro, haya logrado mantenerlo en un 6,4%. Más allá de la polémica gratuidad universitaria, tampoco calza que –habiendo consenso en la importancia de la educación preescolar– el Gobierno de Piñera haya llegado a 24 mil cupos en educación preescolar, mientras Bachelet esté casi triplicando esta cifra con 70 mil plazas para niños entre cero y cuatro años. Con el bajo crecimiento, el sueldo promedio de un profesor jornada completa (37 horas semanales) llegó a $ 827.000, mientras cuando el país crecía a toda máquina era solo de $ 580.000.
En otro ámbito, a pesar del bajo crecimiento, Bachelet logró seguir reduciendo el porcentaje de quienes viven en la pobreza (multidimensional, como se mide ahora) de 20,4 al 19.1 por ciento. En materia de energía –asunto esencial para el crecimiento futuro–, el costo bajó a la mitad durante el Gobierno actual, y el porcentaje de energías limpias y renovables aumentó de 6,3 a 16,7 por ciento de la matriz energética. Y, en cuanto a obras públicas, mientras Piñera licitó y adjudicó 10 proyectos por US$ 2.126, Bachelet hizo lo propio con 17 proyectos por US$ 4.543. Todo esto, en cifras oficiales.
Los anteriores son ejemplos medibles pero puntuales. Sin duda, existen otros particulares, en los cuales las cifras son menos alentadoras para este Gobierno y están por debajo de las de su antecesor, lo que resulta obvio ante tal incremento del PIB. Sin embargo, lo más relevante es saber si, en las condiciones de cada Gobierno, se dieron saltos sustantivos para el progreso de todos, para que Chile sea un país más productivo, más justo, igualitario y con mejor calidad de vida.
Cuesta encontrar proyectos estructurales durante la administración de Piñera. Nada se avanzó en mayor productividad, materia indispensable para seguir creciendo. Su producto estrella es el incremento que tuvo el PIB, pero sus detractores dirán que se debe al precio promedio del cobre que superó los 3,5 dólares la libra (en este cuatrienio llegará a alrededor del 2,5) y al efecto rebote después de la gran crisis del año 2009.
Bachelet, en cambio, con su crecimiento magro, ostenta una serie de reformas profundas. Sus detractores culparán a estas reformas por el bajo crecimiento, pero lo concreto es que, además de los cambios en educación y en el sistema tributario –que seguramente requerirán mejoras-, en estos cuatro años, se terminó con el sistema binominal, se estableció el financiamiento público de la política, se promovió la transparencia en diversos ámbitos, la democracia interna de los partidos políticos y una serie de medidas anticorrupción. También se logró la despenalización del aborto y un acuerdo civil para parejas que no quieren o no pueden casarse. Todos, avances para modelar un país más desarrollado en el sentido amplio de la palabra.
Visto de este modo, resulta curioso que Sebastián Piñera elija a la Presidenta Bachelet para demostrar que él fue y será un mejor gobernante. Los frutos del crecimiento, que logró en sus cuatro años de Gobierno, no se aprovecharon en la construcción de algo sólido para el futuro. Para muchos, fue como agua que se escurre entre los dedos.
Fuente: El Mostrador