Así como la ideología de la clase dominante ha entrenado a muchas víctimas para que se inyecten por sí solas el veneno que las aniquila, y les ha enseñado a fabricarse sus propias jeringas… así ha creado medios y modos para esconder sus formas de ocultamiento y obligarnos a creer que “aquí no pasa nada”. Algunos están “convencidos”. Ahora usted está informado.
O dicho de otro modo, ya no hace falta que te escondan los asesinatos, las persecuciones, los “linchamientos mediáticos” contra los líderes sociales, las invasiones a los países, el saqueo de sus riquezas y las esclavitud de los trabajadores… sólo hace falta convencerte de que eso es “lo mejor que podría pasarnos” porque ciertos líderes, ciertos países y ciertos trabajadores son una amenaza y “alguien debe hacer algo”. No hacen falta adivinos para deducir quién es ese “alguien”.
Estamos en una guerra mediática, una guerra de propaganda en la que una de las ofensivas centrales es hacer invisibles los ataques y los efectos de los ataques. Dañar al enemigo y que lo agradezca. Hacer pasar por divertida la degeneración criminal de un sistema económico que necesita invisibilizar la depredación de la naturaleza y el crimen sistemático contra la clase trabajadora.
Hacer que parezca “completa” la información que ha sido descuartizada en las salas de redacción. Hacer que parezca “democrático” un sistema de fraudes seriales cometidos a mansalva en cada rincón del tejido social. Hacer, en fin, que parezca “normal” una vida plagada por la irracionalidad destructora más dañina en toda la historia de la humanidad.
La ideología de la clase dominante necesita que creamos fanáticamente en que la sordera y la ceguera que nos impone son en verdad “lucidez” y “plenitud” de saberes y que, por colmo, nos de miedo perder lo que el sistema nos da porque creemos que “estaremos perdidos” sin el capitalismo. Corona esta abrumadora escalada alienante la meta cúspide basada en que, encima de todo, agradezcamos lo que el sistema nos infiltra porque siempre ha tenido razón de que “las cosas sean como son”.
Eso lo tapa todo incluso todas las “tapaderas” anteriores.
Cada “cortina de humo” que el capitalismo instala, tiene fecha de caducidad y límites de cobertura. Por eso necesita generar “cortinas de humo” en secuencia capaces de cubrir lo que queda al descubierto mientras, también se cubren las “cortinas de humo” nuevas.
Galimatías endemoniado que pergeña un sistema de mentiras desplegadas en todos los rincones de la lucha de clases y camufladas unas mejor que otras. El ejemplo supremo es la economía burguesa y todas sus expresiones objetivas. Casos hay a raudales.
No importa si hablamos de la industria fílmica, de la industria bélica o de la “bolsa de valores”… para los fines aviesos del capitalismo todo es útil a la hora de esconder las masas ingentes de riquezas que se embolsa saqueando a los trabajadores el producto de su trabajo.
En las máquinas de guerra ideológica llamadas “medios de comunicación”, está una de las herramientas más potentes del capitalismo para sembrar “cortinas de humo” enfrente de otras “cortinas de humo”.
Una telenovela “tapa” las operaciones “pedagógicas” que adiestran a las audiencias sobre los valores, gustos y tradiciones que deben obedecerse ciegamente en la trama ideológica de clase impuesta por el capitalismo.
Otra “cortina de humo” disfrazada de canciones, modas y cosméticos refuerza la “cortina de humo” que inocula la publicidad y todas se tapan con la “cortina de humo” llamada consumismo.
La base de la fuerza del trabajo productora de todos los bienes queda tapada por la espesura del “humo” farandulero que, además de todo, es un gran negocio. Muchas personas pagan por dar mantenimiento y refrescar su “cortina de humo” de cada día. Las iglesias está llenas de ejemplos.
Incluso los fenómenos de la naturaleza son útiles en la fabrica de “cortinas de humo”. Huracanes, sismos, sequías o inundaciones… si hay que tapar los hurtos, la represión, las vejaciones y la corrupción que son consustanciales al capitalismo, serán bienvenidas y manipuladas al máximo para, de inmediato crear una “cortina de humo” que esconda tal manipulación. Un torneo de fútbol, por ejemplo. Dime qué “cortina de humo” prefieres y te dirá quién eres.
Como en todo, la manufactura de las “cortinas de humo”, sus materiales y sus acabados, evidencia tradiciones y habilidades (entre la cantidad y la calidad) para asegurar éxito al objetivo concreto de invisibilizar a la “bestia” histórica que es el capitalismo y todas sus monstruosidades a diestra y siniestra.
A ese objetivo concreto se dedican muchos especialistas y muchas empresas de todo tipo, en escalas de masas o en el fuero íntimo de las relaciones interpersonales cotidianas.
Nunca la historia de los seres humanos tuvo ante sí el tamaño que hoy tiene la maquinaria descomunal de “cortinas de humo”. Nunca tantas, nunca tan espesas, nunca tan velozmente reproducidas y nunca tan solapadas las unas con las otras. Nunca, incluso tan demencial la competencia entre “cortinas de humo” para ganarse las preferencias de los patrones.
Se trata de una batalla enorme, es la “Batalla de las Ideas”. Sólo con un mapa meticuloso, capaz de hacer visibles los tejidos ideológicos, los más grandes o los más sutiles, que tapizaron al siglo XX y XXI en todas las latitudes del orbe; sólo con herramientas afiladas para desbrozar el enjambre y la selva de silogismos pergeñados por la ideología de la clase dominante… sólo con instrumentos poderosos como “Materialismo y Empiriocriticismo” de Lenin, seremos capaces de penetrar toda cortina de humo y dejar ver con claridad dónde están las trampas ideológicas.
Sólo así será posible derrotar el fardo de anti-valores, supercherías y burradas que contiene la, irracional y asesina, lógica burguesa de depredar al planeta, destruir las fuerzas productivas y aniquilar a los seres humanos. Hay que tomarse en serio la “Batalla de las Ideas” pero siempre unidas a la práctica transformadora.
Sin nubarrones.
(*) Filósofo