La selección chilena de fútbol, que no es Chile, perdió en la cancha, eso es indiscutible. Pero ganó en el elogio, el respeto y la valoración de los que entienden el fútbol como una competición deportiva, donde tan importante como el resultado es la entrega, el esfuerzo y la actitud.
No se confunda eso con la victoria moral. Con esta generación de futbolistas, ese recurso espurio conformista y sensiblero ya no es necesario.
Aunque parezca de perogrullo, en el fútbol hay solo tres resultados posibles: victoria, derrota y empate.
La selección chilena perdió, y eso es inapelable. No sólo por el error de Marcelo Díaz, sino porque no pudo vulnerar el arco de Ter Stegen.
Sin embargo, cuando las capacidades de los contendores se tensan al máximo, y brindan un espectáculo de gran nivel, sin retaceos ni especulaciones, las derrotas duelen menos; y en rigor, casi no duelen, o para ser más precisos, el dolor puede ser menor que el orgullo.
La selección que la Federación de Alemania puso en el torneo, terminó reventando la pelota para la galería, comprimida contra su última línea y acudiendo a cambios para agotar el tiempo.
Son pocos los equipos en el mundo que pueden lograr lo mismo; y si no, que lo diga la selección de México, vapuleada por el mismo equipo, pocos días atrás.
El balance de la FIFA ratifica estos conceptos:
«La Copa Confederaciones Rusia 2017 se cerró con un partido a la altura de lo que fue el certamen. Ganó Alemania, el equipo con más victorias, pero la mejor generación de su historia de Chile vendió muy cara la derrota: terminó con un 61 por ciento de posesión, 21 intentos al arco e hizo a Marc-André ter Stegen el Jugador del Partido».
Es un buen resumen de lo que ya hoy es una anécdota.
Sin embargo, la que el máximo organismo del fútbol mundial define como la «mejor selección de la historia de Chile», tiene tarea pendiente, clasificar para el Mundial Rusia 2018.
Si es verdad que está entre las mejores selecciones del mundo, como ponderan comentaristas y opinólogos de todas las latitudes, y si también lo es que en el fútbol al final prima la lógica, debería lograrlo, independiente que un fallo desfavorable del Tribunal de Arbitraje Deportivo, le quite los dos puntos adjudicados por secretaría por la FIFA, debido la inscripción no reglamentaria del jugador boliviano Nelson Cabrera.
Si lllega, lo hará con el peso del desgaste, pero al mismo tiempo, enfrentará el último tramo eliminatorio en un gran nivel de rendimiento, y con fútbol de primer nivel en el cuerpo.
De lograrlo, sería primera vez que una selección chilena de fútbol disputa tres mundiales en forma consecutiva, y no debería sorprender que supere la fase de grupo, e incluso que acceda a la etapa de cuartos de final, negada dos veces por Brasil.
Tampoco sería una expectativa extravagante o carente de fundamento, suponer que pueda llegar a semifinales. Si eso sucediera, constituiría no sólo el mejor resultado del fútbol chileno de todos los tiempos, aún sobre el tercer lugar del Mundial de 1962, sino también el merecido premio a la mejor generación de su historia.
Sin embargo, por virtud de la paradoja, ahí reside el problema.
En caso de clasificar, el Mundial Rusia 2018 marcará también el límite etareo de esta generación.
Nueve de los once titulares de la final de la Copa Confederaciones estuvieron en Brasil 2014. Pero muy pocos de ellos podrán estar en Qatar 2022, en caso de clasificar en el torneo eliminatorio más duro del mundo.
No es un secreto para nadie, que el talón de Aquiles del fútbol chileno radica en la debilidad de sus estructuras, el bajo nivel de su institucionalidad y la escasa preparación de su elite directiva.
Mientras que en Chile deben darse condiciones excepcionales, y por tanto difícilmente controlables para que emerja y madure una generación como la actual, Alemania se da el lujo de concurrir a una competencia de primer nivel, como la Copa Confederaciones, con jugadores jóvenes, que exigen a codazos, un lugar en la selección mayor.
La diferencia es simple, y a la vez compleja de superar. El periodista Ezequiel Fernández Moores lo pone de manifiesto en un lúcido análisis en el diario The New York Times:
«La Mannschaft, flamante campeón, cuida dos reglas de oro: sus clubes, obligados a mantener el 50 más uno de su paquete accionario en manos de sus socios, deben destinar además parte de su presupuesto a la formación de jugadores.
Los clubes Sociedades Anónimas de Chile no dudaron en cambio en echar en 2010 a Harold Mayne-Nicholls cuando el entonces presidente de su federación quiso obligarlos a destinar a su semillero parte del dinero que recibían de la televisión».
Mientras la míope y cortoplacista dirigencia chilena crea que es más rentable contratar jugadores argentinos -o de cualquier nacionalidad- de segundo o tercer nivel, en lugar de diseñar e invertiir en una coherente política de desarrollo de divisiones inferiores, estaremos condenados a oscilar en la esquizofrénica cadencia que imprime un periodismo deportivo mediocre, incapaz de ver mucho más allá del resultado y el recuento de las ocasiones de gol.
El balance de la FIFA
Según la FIFA, esto es lo más saliente del torneo.
El podio
1. Alemania
2. Chile
3. Portugal
Para el recuerdo
– «Algún día grité los goles del Matador Salas y este récord me llena de orgullo», dijo Alexis Sánchez tras convertirle a Alemania en la fase de grupos y convertirse en el máximo goleador de la historia de la selección chilena. El 7 alcanzó los 38 goles y superó por uno al inolvidable Marcelo Salas. Además, ese gol fue el número 400 de la historia de la Copa FIFA Confederaciones.
– Si hay momentos trascendentes para batir un récord, una semifinal es uno de ellos. El alemán Leon Goretzka lo consiguió ante México al marcar el doblete más rápido jamás anotado en el torneo. Con sus goles en los minutos 6 y 8 superó al argentino Gabriel Batistuta, que en 1992 había gritado ante Costa de Marfil en el 3 y el 10.
– Además de ser la selección más goleadora -12 tantos-, y tener a los tres máximos anotadores de la Copa -Timo Werner, Lars Stindl y Leon Goretzka, con 3-, la Mannschaft se quedó con una estadística que resume el alto valor del ganador: es el campeón más joven de la historia del Torneo de Campeones con un promedio de 24 años y 4 meses.
– Nueva Zelanda se fue eliminada en primera ronda pero al menos quebró un maleficio: ante México, Chris Wood puso el 1-0 a los 42 minutos y quebró una racha de 565 minutos sin goles de los All Whites en el certamen. El último festejo neozelandés databa de la derrota ante Colombia por 3-1 en Francia 2003. Pasaron poco más de 6 partidos completos.
– Un número:
100 suele ser un número emblemático y más de uno lo alcanzó en diferentes ítems: el australiano Tim Cahill, el portugués Joao Moutinho y el ruso Igor Akinfeev llegaron durante el certamen a 100 partidos internacionales. Además, Joachim Loew alcanzó una centena de victorias en 150 partidos como seleccionador alemán.
El respeto que se ha ganado esta selección puede sintetizarse en el siguiente comentario de Juan Pablo Varski, notable tratándose de un exponente del periodismo argentino, tradicionalmente renuente a reconocer méritos del fútbol chileno, lo mismo que hacen los periodistas chilenos respecto a selecciones que consideran inferiores, como Bolivia, por ejemplo.