por Michael Roberts (*).
En un reciente taller sobre China, organizado por la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad Londres, nos hicimos todas las preguntas obligatorias y, lógicamente muchas quedaron sin responder.
¿Cuáles son las razones para el crecimiento fenomenal de China en los últimos 40 años y puede durar? ¿Cuál es la naturaleza de la economía china: es capitalista o no lo es? ¿Cómo se explica que con Xi se estimule el estudio del marxismo en las Universidades Chinas? ¿Las exportaciones y la expansión de China en el exterior son imperialistas o no lo son? ¿Afectará a China la guerra comercial que le ha declarado los EE.UU.?
En la sesión de apertura, el Dr. Dic Lo, adjunto de Economía de la Universidad de Londres y Zhu Andong, Vicedecano de la Facultad de Marxismo en la Universidad de Tsinghua, Beijing ( intervino en representación de una delegación de universidades chinas) argumentaron que la República Popular China es desnaturalizada por Occidente. Y… no sólo solo lo hacen los economistas capitalistas, sino también muchos economistas de izquierda.
Ambos economistas dijeron que la cháchara habitual desde la izquierda sostiene prejuicios como: “en China hay represión política, explotación laboral y desigualdad , o estamos viviendo el nacimiento del imperialismo chino. Sí es así, expresaron, es legítimo preguntarse: ¿cómo explicáis el sorprendente éxito de China que ha sacado de la pobreza a más de 850 millones de personas (según las estadísticas del Banco Mundial) O ¿ como explicar el crecimiento de China – logrado en pocos años – a un nivel de producción apenas superado por los EE.UU.?
Hoy China duplica el nivel de vida real de su población cada 13 años, mientras tanto Estados Unidos, Europa y Japón demoran mucho más de 50 años en lograr ese objetivo.
¿Se trata sólo de una ilusión? O ¿ el “capitalismo chino “ y su supuesta economía “imperialista” está refutando, con hechos, la tendencia secular de otras economías capitalistas estancadas (avanzadas o ‘emergentes’) e incapaces de mostrar tal éxito? ¿En nuestro tiempo es posible que una nación subdesarrollada ascienda en la jerarquía político-económico mundial hasta convertirse en un país imperialista? ¿Puede alguien de la izquierda responder a estas preguntas?
Dic Min criticó la visión de la mayoría de los economistas de izquierda que han caracterizado a China como un régimen “capitalista neoliberal” y de explotación laboral (llamado Modelo Fox-conn).
Este punto de vista fue defendido por Martin Hart-Landsberg , Paul Burkett, Minqi Li; y de una manera políticamente correcta por Pun Ngai. ¿Eran correctas estas críticas?
El profesor Zhu Andong criticó lo que consideraba era punto de vista centrado en occidente. Por el contrario, dijo, lejos de desaparecer la crítica marxista en China, hay un creciente apoyo oficial para el estudio del marxismo en las Universidades Chinas, aunque estas áreas estaban hasta hace poco influenciadas por los partidarios de la economía neoclásica proveniente de las universidades occidentales.
En mi intervención, también me referí al predominio de los análisis económicos de naturaleza convencional en el país asiático. Tales teorías todavía están instaladas en instituciones financieras como el Banco Popular de China. Un ejemplo notable es una reciente declaración de Wang Zhenying, director del departamento de investigación y estadísticas y vicepresidente de la Asociación de Estudios Financieros de Shanghái.
Para Wang, Marx ha tenido su “momento” teórico en el siglo 19 ,Keynes lo tuvo en el siglo 20. Pero, la reciente crisis financiera global necesita una nueva teoría para el siglo 21. Y esto, al parecer no es la teoría de Marx sino “la economía de la incertidumbre”.
Argumenté que en realidad hay tres modelos que podrían explicar el milagro del crecimiento de China y porqué este modelo se mantendrá. (trate en detalle este tema en mi artículo sobre China para la conferencia de Leeds IIPPE en 2015. Consulte en https://thenextrecession.files.wordpress.com/2015/09/china-paper-july-2015.pdf
Existe una visión neoclásica convencional que afirma: China tuvo una expansión industrial ( primitiva) que utilizó su “ventaja comparativa’; una mano de obra barata y abundante, y una gran inversión en la industria pesada. Sin embargo ahora China ha alcanzado el “punto de Lewis” (llamado así por el economista de izquierda de la década de 1950, Arthur Lewis).
En pocas palabras, este es “el punto” en que un país en desarrollo es incapaz de mantener un rápido crecimiento con relativa facilidad, simplemente porque en esas naciones han utilizado a los campesinos – que realizaban una trabajo agrícola improductivo – para ponerlos a trabajar en fábricas y ciudades. Según esta mirada , una vez que se ha agotado el ‘ejército de reserva de mano de obra’, se elevan los salarios urbanos, los ingresos alcanzan un cierto nivel y emerge una nueva clase media.
China estaría ahora en una trampa con ingresos medios (al igual que otras economías emergentes) de la que no puede escapar. Si quiere convertirse en una economía avanzada, debe deshacerse de las empresas estatales y de la industria pesada y, orientar su economía al consumidor y los servicios.
Este enfoque no tiene sentido, primero porque la teoría de la ventaja comparativa es falsa y poco realista y, segundo porque China ha crecido exponencialmente no sólo por su mano de obra barata, sino sobretodo por una inversión productiva masiva promovida y controlada por el sector estatal. En realidad, como resultado de esta enorme inversión, el consumo ha crecido muy rápidamente. ¿Puede la economía liberal lograr tal desarrollo y hacer crecer una clase media en tan poco tiempo?
El segundo modelo de análisis es el keynesiano. Este modelo reconoce que el éxito de China ha sido producto de una gran inversión en capital productivo y, no sólo por la utilización de mano de obra barata.
La inversión en infraestructuras dirigidas y controladas por el Estado están detrás de la capacidad de la economía china, que han evitado exitosamente los peores efectos de la crisis financiera global y la gran recesión que ha sufrido la economía mundial. Pero lo que el modelo keynesiano no reconoce es que China no puede escapar de la ley del valor y de los desequilibrios y desigualdades que genera la creación de valor a través del comercio y la economía de mercado.
El análisis marxista parte de una premisa básica: la organización social debe tener como objetivo aumentar la productividad de la mano de obra hasta que se produzca suficiente abundancia para eliminar la pobreza y el trabajo alienado.
Sin embargo la mayor productividad en un sistema capitalista siempre entra en conflicto con las necesidades de rentabilidad del capital.
En China hoy el gran tema de debate es si el sector capitalista de la economía terminará, con el tiempo, por asfixiar al sector público planificado. Por lo tanto si en China la rentabilidad del capital se impone sobre la productividad necesariamente se provocará una crisis de estancamiento de toda la economía.
En mi opinión, ese momento no ha llegado todavía. El sector público y la inversión pública a través de la dictadura del partido único, aún controla la inversión, el empleo y las decisiones de producción y, el sector capitalista privado, aunque creciente, sigue siendo objeto de ese control en la actual China.
Ahora bien, esta es una opinión minoritaria entre los economistas marxistas. La mayoría considera que China es capitalista al igual que cualquier otra economía capitalista, eso si que con una fuerte intervención estatal. De hecho, algunos incluso sostienen que China sería imperialista.
Sin embargo , como he mostrado documentadamente, 102 grandes conglomerados estatales contribuyeron con el 60 por ciento de las inversiones salientes de China a finales de 2016.
Las empresas estatales, incluyendo General de China Nuclear Power Corp y China National Corp. han asimilado las tecnologías más modernas(con o sin la cooperación de occidente ) y ahora están realizando proyectos en Argentina, Kenia, Pakistán y el Reino Unido. Y el gran proyecto la “Nuevas Rutas de la Seda” para el centro de Asia no está dirigido a obtener beneficios.
Su objetivo es expandir la influencia económica de China a nivel mundial y obtener recursos tecnológicos y de otro tipo para la economía nacional.
Esto también se presta a un falso análisis, muy común entre algunos economistas marxistas. Estos economistas sostienen que la exportación de capital Chino destinado a proyectos en el extranjero tiene como objetivo absorber el ‘excedente de capital’ que tienen en casa. Este mecanismo era el utilizado por las economías capitalistas antes de 1914 y, que Lenin caracterizó como clave entender el imperialismo.
Sin embargo China no está invirtiendo en el extranjero – a través de sus empresas estatales- porque tiene ‘exceso de capital’ o debido a que la tasa de ganancia de sus empresas estatales y capitalistas estén cayendo.
El verdadero problema que enfrenta China es la guerra comercial declarada por los Estados Unidos. De hecho los EE.UU. se han propuesto frenar, de cualquier manera, a China, que ya se ha transformado en una potencia económica de primer orden.
En el taller, Jude Woodward, autor del libro “Los Estados Unidos vs China: ¿nueva guerra fría en Asia?”, expuso las desesperadas medidas que está tomando Estados Unidos para tratar de aislar a China, bloquear su progreso económico y rodearla militarmente.
Sin embargo, esta política está fracasando. Trump puede imponer un alza en los aranceles , pero lo que realmente preocupa a los estadounidenses es el progreso de China en tecnología. Bajo el mandato de Xi, el país asiático tiene como objetivo no sólo de ser el centro de fabricación de la economía mundial, sino también ganar en la carrera de la innovación y la tecnología, rivalizando por el primer lugar con Estados Unidos y otras economías capitalistas avanzadas.
Hubo un interesante debate teórico en el taller: ¿China se dirige hacia el capitalismo (o posiblemente ya está allí) o se dirige hacia el socialismo de una manera gradual?.
Al respecto, el famoso escrito “Crítica del Programa de Gotha de Karl Marx fue citado reiteradamente , pero con interpretaciones diversas.
Desde mi punto de vista Marx concebía el socialismo y el comunismo a partir de premisas realistas; 1) el socialismo y/o cualquier otra forma de transición al comunismo no puede comenzar hasta que el modo de producción capitalista deje de ser dominante a nivel mundial y en su lugar llegue a ser dominante el poder de los trabajadores con una economía planificada democráticamente (sin dictadura) y, 2) el comunismo es una sociedad , que produce en abundancia , donde la explotación y la lucha de clases han sido eliminadas liberando a la humanidad .
Esta visión de Marx es ahora técnicamente posible – sobre todo por avances tecnológicos como la Inteligencia artificial , los robots, Internet, etc.
Eso significa que China por sí sola no puede avanzar (aunque sea gradualmente) al socialismo (incluso como una primera etapa) a menos que el poder dominante del imperialismo occidental sea derrotado. Hay que considerar que China a pesar de ser la segunda mayor economía del mundo, (medida en dólares) su productividad laboral es menos de un tercio de los Estados Unidos.
China ha tenido éxito en la transformación de su economía y de la sociedad, desde la revolución de 1949, al eliminar del poder capitalista e imperialista mediante el control estatal de los puestos de mando de la industria y la agricultura. Y ahora está teniendo éxito en la aplicación de las nuevas tecnologías, avanzando vertiginosamente hacia una moderna sociedad urbana en este siglo.
Pero, al mismo tiempo, la ley del valor y el capitalismo opera dentro del país. De hecho, el sector capitalista es cada vez mayor; hoy hay muchos multimillonarios chinos. La desigualdad del ingreso y la riqueza ha aumentado; mientras que la mano de obra lucha contra la explotación en estos lugares de trabajo.
Y la ley del valor ejerce su influencia destructiva también a través del comercio, las compañías multinacionales y los flujos de capital . No es una casualidad que cuando China, el año pasado, relajó sus controles financieros su economía sufrió una grave fuga de capitales.
Hay una lucha (permanente) dentro de la élite política China sobre qué camino tomar –hacia el modelo capitalista occidental; o hacia el “socialismo con características chinas”.
Después de la gran recesión y la consiguiente larga depresión en Occidente, las facciones pro-capitalistas han sido desacreditadas parcialmente. El Presidente Xi ahora parece promover el ‘marxismo’ y dice que el control estatal (a través del control del partido) está para quedarse.
Sin embargo la única manera de garantizar el progreso de China, reducir sus crecientes desigualdades y evitar el riesgo de “un columpio al capitalismo”, será establecer un control de la clase trabajadora sobre las instituciones políticas y económicas y adoptar una política internacionalista a la manera de Marx.
Esto es algo que con Xi y la actual élite política no está garantizando.
Fuente: Krítica