Los resultados de la primaria presidencial del domingo 18 de julio no dejaron indiferente a nadie. De entrada, consagraron la debacle de la derecha institucional.
No solo son históricas por ser la primaria con mayor cantidad de votos a la fecha, 3.143.006, sino también por el triunfo del pacto de izquierda Apruebo Dignidad, por sobre el pacto de derecha Chile Vamos, donde el candidato del Frente Amplio, Gabriel Boric, ganó por al candidato de Chile Digno, Daniel Jadue, con el 60% de las preferencias.
Lo interesante de todo esto, es que el candidato ganador de la derecha fue el independiente Sebastián Sichel, quien salió tercero en la votación total y por sobre los candidatos de los partidos políticos tradicionales del mundo conservador (UDI, RN Y Evópoli).
Esto puede leerse como una derrota que va mucho más allá de lo estrictamente electoral, sino como parte de un proceso destituyente y constituyente en curso, el cual está cambiando la cultura política en Chile.
De ahí que con la revuelta del 2019, Chile comenzó un proceso político sin vuelta atrás, que está transformando los cimientos institucionales del neoliberalismo de los últimos 30 años, donde la clase política gobernante se subordinó por décadas a la idea del fin de la historia de Francis Fukuyama, perfecta para mantener la constitución subsidiaria de Pinochet de 1980.
Por eso es que los resultados de esta primaria presidencial no son más que la continuación de las anteriores elecciones, como lo fue el aplastante 80% a favor de una nueva constitución, la elección de constituyentes, de alcaldes y concejales, como también de gobernadores regionales, en los cuales la derecha solo sacó uno.
En otras palabras, estamos dentro de un momento histórico e inédito en Chile, dondela posibilidad de que pasen dos candidatos de izquierda o progresista a la segunda vuelta presidencial, dejando a la derecha fuera de la elección, se vuelve un escenario perfectamente posible en el contexto actual.
En el caso de que así pasara, sería ponerle fin a ideas provenientes del mundo más conservador y de derecha, como que Chile se encuentra polarizado, como ha pasado en otros países de la región, dondeel binarismo ideológico se ha profundizado. Es decir, dejar atrás la idea de que un sector importante en el país no quiere transformaciones estructurales en el modelo de mercado imperante.
Desde el mundo conservador se podrá decir que con esta decadencia de la derecha institucional, se fortalecerá la ultra derecha explícitamente pinochetista y negacionista, representada por el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, cercano a Donald Trump y Jair Bolsonaro, pero es muy difícil que logre crecer mucho en un contexto tan politizado como el del Chile actual, donde los movimientos sociales son los que están marcando los tiempos y la agenda.
Asimismo, tampoco es mucho lo que puedan crecer sectores neofascistas, nacionalibertarios, racistas, conspiracionistas, homofóbicos, patriarcales, anarcocapitalistas, donde sus principales voceros son personajes como la constituyente María Teresa Marinovic, el economista Axel Kaiser, el ideólogo Alexis López, el activista Sebastián Izquierdo, el opinólogo Fernando Villegas y organizaciones como Fundación para el Progreso, Fundación Nueva Mente, Partido Libertario, Movimiento Social Patriota (MSP), Partido Fuerza Nacional, Radio Agricultura, El Líbero, Capitalismo Revolucionario, Movimiento Aún Tenemos Patria, Asociación Para la Paz y la Reconciliación en La Araucanía (APRA), entre otros.
Planteo esto, puesto que sus postulados centrados en la defensa de la patria, la familia, la propiedad privada, la libertad de consumo, el progreso, el orden, lo políticamente incorrecto, la defensa a ultranza de la civilización occidental, y que de manera paranoica nos encontraríamos en una invasión comunista, liderada por Cuba, Venezuela, la ONU y China, aún en Chile no ha tenido el apoyo logrado en otros países, a pesar del contexto de pandemia, el cual ha facilitado la aparición de estos grupos fanáticos.
Con esto no se trata de confiarse y asumir de que estos grupos fundamentalistas no puedan expandirse más en Chile o que la misma derecha institucional no pueda reorganizarse nuevamente, lo cual seguramente hará para seguir representando a los grandes grupos económicos y a la casta militar imperante, que saben que con este proceso constituyente perderán poder y privilegios inevitablemente.
Tampoco se trata de que él o la nueva presidenta de Chile, por el solo hecho de provenir del mundo del progresismo o de izquierda, será suficiente para hacer las transformaciones que Chile necesita, ya que será un cargo en transición, por el hecho de que su rol mismo dependerá de lo que decida el poder constituyente, a través de la Convención Constitucional, donde la discusión sobre el régimen presidencialista y la posibilidad de que pierda poder la figura presidencial, será fundamental para el futuro de la persona que salga elegida para el año 2022.
Lo fundamental, por tanto, es leer el momento histórico en el cual nos encontramos como país, el cual está generando un cambio cultural sin precedentes y muy rápido en Chile, gracias a la revuelta popular y al proceso constituyente en curso, el cual está generando consecuencias no solo en esta coyuntura presidencial actual, a través de la debacle de la derecha institucional, sino en todos los ámbitos, ya que es solo una parte de algo mucho más profundo que se está tejiendo colectivamente.
(*) Sociólogo, Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable, Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea, Doctorando en Estudios Sociales de América Latina. Integra el Comité Científico de Revista Iberoamérica Social. Director del Observatorio Plurinacional de Aguas.