La vigencia del pensamiento y obra del recientemente fallecido Fernando Castillo Velasco nos regresa inevitablemente a la antigua reflexión acerca de la viabilidad de la unidad de acción entre marxistas y cristianos. No es un asunto nuevo ni sencillo. Los precedentes históricos enseñan la complejidad del tema, pero ejemplos como los que surgen de la rica trayectoria del profesor, rector, arquitecto, político y defensor de los derechos humanos, como fue este destacado militante demócratacristiano, muestran la posibilidad del encuentro potenciador.
No es por nada que las principales agrupaciones de familiares de víctimas de la dictadura y organismos de derechos humanos, así como representantes de las fuerzas de izquierda del país y por cierto los comunistas, expresaron públicamente su pesar por la pérdida de este ilustre chileno que supo responder en cada instante de su vida a los requerimientos del desarrollo social y político de su época.
Académico y rector de la Universidad Católica en tiempos de reforma, creador de belleza en arquitectura, grande amigo y apoyo de la inmortal Violeta Parra, Premio Nacional de Arquitectura, pionero e integrante de la Corporación Universidad de Artes y Ciencias Sociales, ARCIS, alcalde de La Reina, intendente de Santiago, no dudó en poner su inteligencia, su valor y su prestigio del lado de los perseguidos por la dictadura.
Por cierto no es un caso aislado ni único. En septiembre del 73 si bien la dirigencia encabezada por Patricio Aylwin apoyó el golpe, aquel valeroso grupo de destacados miembros de la DC que se opusieron ala traición de los generales no estaban solos, representaban a una alta proporción de la militancia.
Por supuesto que don Renán Fuentealba, defenestrado poco antes por el grupo favorable a la asonada, estaba igualmente contra del fascismo.Màs tarde, en plena dictadura, el papel de figuras de la DC como Jaime Castillo Velasco, Andrés Aylwin, José Galiano, y el propio don Fernando, entre muchos otros de ese partido, jugaron un papel extraordinariamente valioso en defensa de los derechos humanos.
Por otra parte, no debe olvidarse que en 1970 entre lo planteado por Allende y la “Unidad Popular” no existía contradicciones que pudiéramos llamar insuperables con respecto al programa de Tomic y su concepción de “Unidad del Pueblo”.
A estas alturas, debo recordar que siendo un joven diputado del PC, en abril del mismo año 1973 don Lucho Corvalán me propuso para que, en nombre del Partido Comunista, rindiera homenaje en la Cámara al recientemente fallecido ideólogo de un nuevo cristianismo, Jacques Maritain, misión que cumplí debidamente, que fue reconocida por la DC y abrió paso a una rica conversación, por ejemplo con don Bernardo Leighton.
No era yo un experto conocedor de la obra de Maritain pero para entonces al menos conocía de su libro “El hombre integral” en que plantea un concepto muy diferente del humanismo burgués y considera que el respeto a la dignidad humana es la base esencial para el logro de una vida mejor y afirma concretamente que en esa perspectiva la medida de las estructuras sociales han de ser la justicia y la dignidad de la persona humana.
Digamos en fin que es cierto que nuestra muy distinta posición respecto del brutal alzamiento terrorista del 73 así como las diferencias de hoy en diversas importantes materias, obstaculizan el camino de los acuerdos. Pero es igualmente cierta la necesidad de la más amplia unidad de todo el pueblo para transformar en realidad el anhelo mayoritario de cambios de fondo en el modelo económico y el sistema político impuestos por Pinochet y que hasta hoy persisten.
La posibilidad de victoria electoral es cierta, pero Chile precisa un bloque capaz de provocar la ruptura del estancamiento y de realizar reformas profundas en educación, salud, trabajo, sindicalización, vivienda, renacionalización de los recursos naturales, nueva ley electoral y una nueva carta magna. Para lograrlo hace falta seguir por el camino de Fernando Castillo Velasco.