lunes, diciembre 23, 2024
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Carta Abierta a los Disidentes del Chavismo

Estimados Compatriotas: No voy a tratarlos con epítetos. No voy a caer en el expediente fácil de llamarlos traidores ni a suponer en ustedes motivos viles o indecentes, aunque no descarto que algunos los tengan, lo que no me daría el derecho a generalizar.

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No voy a expulsarlos del Paraíso, entre otras cosas porque estoy seguro de que muchos de nosotros nos reencontraremos en este largo camino ¿Por qué no? ¿Acaso no ha ocurrido? Como decía un comentarista deportivo ya ido: las he visto más feas y se han casado.

El actual gobernador pesuvista del estado más importante de Venezuela, Arias Cárdenas, fue candidato presidencial «unitario» de la derecha contra Chávez y hasta lo comparó con una gallina. Herman Escarrá fue el principal abogado de la ultraderecha y ahora es el constitucionalista favorito de la Revolución.

William Ojeda era un beligerante y bullanguero parlamentario de la oposición y ahora anda de este lado. Como Arias Cárdenas, ensayó el doble salto de talanquera: de aquí para allá y de allá para acá.

El actual vicepresidente ejecutivo de la República, Aristóbulo Istúriz, tuvo su aventurilla antichavista y hasta se preguntó alguna vez públicamente si acaso Chávez se había fumado una lumpia.

Acusar a alguien de traidor es establecer una distancia irreversible. Un traidor es, por ejemplo, un delator. O alguien que se vende al enemigo por treinta monedas, como Judas. O un amigo al que le das alojamiento en tu casa y te roba la mujer, los corotos, lo reales y hasta la casa misma. La traición es irremediable y hay que tener mucho cuidado con las palabras que se usa, aunque en política es muy fácil el olvido, si es lo que conviene.

Dicho esto, creo que queda claro que fundamentalmente estoy en desacuerdo con ustedes, lo cual abre la interesante posibilidad de un debate de ideas, que es lo bonito, lo apropiado, lo aleccionador para todos. Voy a intentarlo.

Ustedes, compatriotas, están dejando que los árboles les tapen el bosque. En la naturaleza existe algo que se llama dialéctica, aplicable también, claro está, a la sociedad humana. No es un invento de Marx, es una precisión científica.

La principal ley de la dialéctica es la de la unidad y la lucha de contrarios. Todos los fenómenos que ocurren en la Naturaleza son el resultado de la lucha de elementos contrarios, que se hallan unidos en el mismo ser o fenómeno, siendo la causa de todo movimiento y cambio, también en la sociedad y en el pensamiento. Con esta ley se explica el origen del movimiento.

Existe, por otra parte, el concepto de «contradicción principal», explicado diáfanamente por Mao Tse Tung en su célebre obra «Sobre la contradicción», donde el líder chino asienta: «En el proceso de desarrollo de una cosa compleja hay muchas contradicciones y, de ellas, una es necesariamente la principal, cuya existencia y desarrollo determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones…

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De este modo, si en un proceso hay varias contradicciones, necesariamente una de ellas es la principal, la que desempeña el papel dirigente y decisivo, mientras las demás ocupan una posición secundaria y subordinada. Por lo tanto, al estudiar cualquier proceso complejo en el que existan dos o más contradicciones, debemos esforzarnos al máximo por descubrir la contradicción principal». Y además, muy importante:

«Cuando el imperialismo desata una guerra de agresión contra un país así, las diferentes clases de éste, excepto un pequeño número de traidores, pueden unirse temporalmente en una guerra nacional contra el imperialismo. Entonces, la contradicción entre el imperialismo y el país en cuestión pasa a ser la contradicción principal, mientras todas las contradicciones entre las diferentes clases dentro del país… quedan relegadas temporalmente a una posición secundaria y subordinada».

¿No está acaso Venezuela, junto a toda Latinoamericana, sometida a una guerra de agresión (no convencional) por parte del imperialismo norteamericano?

Esa es la contradicción principal presente en el escenario, no solo en nuestro continente, sino en el mundo todo. La contradicción principal de la sociedad humana actual es aquella que enfrenta al imperialismo norteamericano y sus aliados, por un lado, y las naciones y pueblos oprimidos, por el otro. Todas las demás contradicciones presentes se subordinan a esa y hasta que esa contradicción no se resuelva, no habrá socialismo victorioso.

De manera que si acaso Maduro está «más loco que una cabra» (Pepe Mujica) o si se critica que hay corrupción, o que el burocratismo y la ineficiencia colonizan al Estado y al PSUV, o que se cometen errores económicos (en algunas se lleva razón, en otras no tanto), ninguna de esas críticas borra ni puede estar por encima de la contradicción principal, de manera que la gran tarea actual de los revolucionarios venezolanos es defender la Patria y enfrentar la agresión imperialista.

Y eso pasa por rodear y apoyar al gobierno de Nicolás Maduro y a la dirigencia revolucionaria, por más críticas que tengamos, que en mi caso no son pocas, como todo el mundo sabe. Y les diré por qué.

El pretexto principal del imperialismo y la derecha en este momento es el llamado a Revocatorio. Eso no lo digo yo, sino el Imperio mismo, concretamente en el documento que se refiere a la injerencista Operación Venezuela Freedom-2, fechado el 25 de febrero de 2016 con la firma del Almirante Kurt W. Tidd Comandante del Comando Sur, y donde se expresa textualmente:

«Con los factores políticos de la MUD hemos venido conformando una agenda común, que incluye un escenario abrupto que puede combinar acciones callejeras y el empleo dosificado de la violencia armada. Por supuesto, hay que seguir impulsando como cobertura el referéndum o la enmienda que se apoya en el texto constitucional y que sirve para censar, movilizar y organizar una masa crítica para la confrontación».

De manera que cuando ustedes se ponen a respaldar el llamado a Revocatorio, en realidad están apoyando, sépanlo o no, quiéranlo o no, el plan intervencionista del imperialismo contra Venezuela. Ustedes parecen creer que el tema del Revocatorio es un asunto jurídico, cuando en realidad es un asunto político.

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El imperialismo y la derecha se opusieron férreamente, en su momento, a la aprobación de la Constitución Bolivariana y luego la han violado una y otras vez de diversas maneras. Ahora aparecen como adalides en su defensa, con la única intención de utilizarla para derrocar a Maduro, dar al traste con la Revolución Bolivariana e imponer la restauración del régimen neoliberal, arrasar con el chavismo y poner a Venezuela al servicio de los intereses del imperialismo, como están haciendo Macri en Argentina y Temer en Brasil, conjurados con otros gobiernos de derecha para golpear la integración latinoamericana y diluir los avances de ese proceso que fue encabezado por Hugo Chávez.

Ya vemos como pugnan por desconocer el derecho que asiste a Venezuela para asumir la presidencia pro témpore del Mercosur.

Se ha puesto en boga el concepto de «progresismo» para definir a los regímenes de izquierda latinoamericanos. A mí me gusta el término. Creo que en el tema de la construcción del socialismo, hay todavía mucha tela que cortar.

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Yo mismo he caracterizado a Venezuela como un país capitalista con un gobierno popular de tendencia socialista, con un plan de transición al socialismo. Pero esta es una definición demasiado general y limitada, aunque en esencia creo que correcta. Pienso que ninguno de los gobiernos de izquierda latinoamericanos es propiamente socialista (quizá con la excepción del cubano, pero ni siquiera estoy seguro de eso).

El socialismo es un desiderátum más que una realidad, falta un largo y sinuoso camino por recorrer. El socialismo parece más bien una escuela primaria donde todavía estamos aprendiendo las primeras letras y aun nos falta muchísimo para alcanzar el grado final.

En todo caso, compatriotas, creo que ustedes están profundamente equivocados. En este momento nuestros pasos se han separado. Tengo la sincera esperanza de que nos volvamos a encontrar en esta dura lucha contra el imperialismo.

Fuente: Aporrea

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