Una carta abierta a Emilio de la Cerda, presidente del Consejo Nacional de Monumentos, dirigió el Premio Nacional de Arquitectura, Miguel Lawner, para representarle la aberración implícita en el muro perimetral en torno al pedestal de la estatua de Baquedano.
Estimado Emilio:
En torno al pedestal de la estatua al general Baquedano, se ha levantado un muro hermético formado por planchas metálicas de unos 5 mm de espesor según lo que logré captar en las imágenes trasmitidas por televisión. La estructura del muro, consiste en pilares metálicos de unos 6 metros de altura, que sobresalen sin causa alguna que lo justifique.
La información entregada por radio ADN, es que, personal del CMN controló la ejecución de estas faenas cuyo objetivo sería llevar a cabo las “obras de diagnóstico, protección y refuerzo al pedestal o base de piedra del monumento y a la tumba del Soldado Desconocido” (1)
Estoy consternado. No es posible que el CMN pueda haber aprobado semejante intervención en el sitio más icónico de la ciudad de Santiago. Es una aberración intolerable.
Entiendo el propósito de efectuar las obras de restauración señaladas más arriba, para lo cual debió levantarse una instalación de faenas normal, compatible con la importancia y la dignidad del lugar.
Tengo claro que el monumento se ha transformado en el centro de las manifestaciones iniciadas en octubre de 2019, las cuales han congregado multitudes nunca antes conocidas en nuestra historia.
La respuesta del gobierno, rehusando entender las causas que generaron dichas manifestaciones, ha sido atribuirles móviles subversivos. El presidente ha reiterado que enfrenta una guerra contra enemigos crueles y poderosos. Su respuesta solo ha sido intensificar la represión, importar zorrillos o guanacos de última generación y blindar a carabineros con nuevos uniformes, desconociendo las causas y el carácter ciudadano de las movilizaciones.
A todo esto, debemos sumarle las consecuencias generadas por la pandemia, que ha lanzado a la cesantía a miles de trabajadores y dejando sin ingresos a otras decenas de miles de familias chilenas e inmigrantes, que ganan su sustento mediante ventas callejeras, todo lo cual genera un cuadro generalizado de demandas y de angustias.
El Presidente llama a la unidad de todos los chilenos para enfrentar las horas difíciles que estamos viviendo, pero se trata de llamados retóricos, ya que solo escucha a quienes compartan sus políticas. Se resiste a un diálogo auténtico, que, inevitablemente traería consigo cambios sustanciales en las políticas sociales y económica vigentes. El reciente resultado del plebiscito así lo confirma.
Frente a un cuadro social tan dramático, las reacciones fuera de control resultan inevitables. Es efectivo que ha habido acciones vandálicas, muchas de origen muy dudoso. Hace más de un año que el Museo Violeta Parra sufrió dos incendios que le ocasionaron graves daños.
Lo mismo sucedió con un Monumento Nacional como es la Iglesia de la Veracruz. Nadie ha sido detenido ni culpado por tales actos. Tampoco se han identificado los responsables de incendiar las estaciones del Metro.
Eso es inaceptable y no pasa desapercibido para la opinión pública.
Durante el curso de los últimos años, la Plaza Baquedano se transformó en el centro de celebraciones de todo tipo, en especial nuestras victorias deportivas. Un enjambre de muchachos se habituó a encaramarse a la estatua del general, agitando banderas y gritando sus consignas. No fueron reprimidos.
Esta vez, con el transcurso del tiempo, fue conociéndose el oscuro rol del general Baquedano a la cabeza del ejército chileno durante la ocupación de Lima, tras la victoria en la Guerra del Pacífico. Y qué decir, del verdadero genocidio practicado contra el pueblo mapuche durante la llamada pacificación de la Araucanía.
A todo esto, debemos añadir la presencia abundante de banderas mapuches durante las recientes manifestaciones, todo lo cual alimentó el rencor contra la estatua.
No pretendo justificar las tentativas de derribarla, pero la historia está plagada de episodios semejantes ocurridos desde el tiempo de los faraones, los dioses griegos que subieron y bajaron del Olimpo, los monarcas francesas tras la revolución de 1789, las cabezas de Stalin rodando junto con la caída de la Unión Soviética y las más recientes ocurridas en Boston, Nueva York, París, Bruselas y Oxford, motivadas por el cruel asesinato del ciudadano norteamericano George Floyd, en una reevaluación de las injusticias raciales cometidas a lo largo de los siglos.
La memoria histórica es un territorio siempre en disputa y no deben sorprendernos reacciones como las que vivimos hoy en Chile, originadas por las intensas convulsiones sociales que nos afectan en la actualidad.
Estimado Emilio: el cierre metálico en torno al plinto de la estatua al general Baquedano, es un muro de guerra. No difiere del muro que separó a Berlín en dos ciudades y tampoco del que ha levantado el gobierno de Israel, ocupando la Cisjordania.
Es una afrenta para a los ciudadanos santiaguinos que circulamos diariamente por el núcleo más importante de la ciudad.
Compartiendo la sensibilidad que nos otorga el noble oficio de la arquitectura, te propongo que levantemos un muro de madera amable, habitual en nuestras instalaciones de faenas en torno al plinto del monumento, y que convoquemos a los numerosos pintores muralistas modestos, surgidos en Chile durante los últimos años, con el objeto de iluminarlo, dejando estampado allí, todas sus iras, así como sus dolores y sus anhelos.
Será un testimonio palpitante y legítimo de las horas que nos toca vivir. Abrigo la certeza que contará con una apreciación mayoritariamente positiva y que casi con certeza, no será intervenido, salvo por manos negras como las que agredieron el reciente mural de Mon Laferte en Valparaíso.
Si así ocurre, lo restauraremos. Más aún, podríamos programar su periódica renovación.
Confío que el Consejo de Monumentos Nacionales pueda acoger esta propuesta.
Te saluda
Miguel Lawner.
Premio Nacional de Arquitectura 2019.