por Iván Ljubetic Vargas (*)
El historiador Hernán Ramírez Necochea escribió: “El fracaso electoral de septiembre de 1970, colocó a la burguesía imperialista ya altamente fascistizada frente a una realidad nueva…
No había otra alternativa que recurrir directamente al fascismo, por cuanto era preciso recomponer integralmente la sociedad, las instituciones y aún el espíritu de la gente a fin de destruir todos los factores que habían condicionado una evolución como la que condujo al 4 de septiembre de 1970…
En suma, la dinámica de la lucha de clases, junto con colocar a Chile en los comienzos de la ruta que podía conducirlo al socialismo, lo colocó también en los umbrales del fascismo”. (“Hernán Ramírez Necochea: “El fascismo en la Evolución política de Chile hasta 1970”, en Revista Araucaria de Chile N.º 1-1978, página 30)
El fascismo hijo legítimo del imperialismo
La sociedad capitalista es un régimen en que existen dos clases antagónicas: la burguesía, dueña de los medios de producción, y los trabajadores que, para poder subsistir, deben vender su fuerza de trabajo a los poseedores de los medios de producción.
Como en toda sociedad dividida en clases antagónicas, en el capitalismo existe un Estado, que es un instrumento de dominación de la minoría (los capitalistas) sobre la mayoría (los trabajadores).
En todo régimen con clases antagónicas, existen las luchas de clases. A veces oculta, subterránea, otras abierta. Para los trabajadores esta lucha contra la burguesía tiene tres aspectos: lucha económica, lucha ideológica y lucha política.
La burguesía ejerce su dictadura sobre la mayoría de la población en la forma más sutil posible. La clase dominante cubre su dictadura con una capa cosmética de democracia. Se celebran elecciones. Se realizan cambios siempre que no perjudican los intereses de la burguesía. Cambios a lo gatopardo.
Pero cuando los trabajadores llevan adelante la lucha económica, exigiendo reivindicaciones socioeconómicas, como, por ejemplo, aumento de salarios, y esas luchas adquieren fuerza, entonces las clases dominantes convierten esas luchas económicas en conflictos políticos.
Intervienen los gobiernos burgueses a favor de los patrones, emplean la violencia reaccionaria utilizando militares y policías. Masacran. Ello ocurrió alrededor de 50 veces en el Chile del siglo XX.
Y cuando los trabajadores, utilizando los mismos medios de la burguesía, logran ganar parte del poder, el Ejecutivo, y desde ahí realizan cambios revolucionarios en dirección al socialismo y, si a eso se agrega, un poderoso movimiento obrero, un Partido Comunista con doscientos mil militantes, fuertes organizaciones sindicales, trabajadores con firme conciencia de clase y con un irrestricto apoyo a su gobierno, entonces la burguesía, que ve peligrar su poder, lanza por la borda todo el aparataje democrático, que ya no le sirve, y echa manos al fascismo, la forma más violenta y cruel de sus métodos de dominación.
¿Por qué el imperialismo echó mano al golpe fascista en chile el 11 de septiembre de 1973?
El imperialismo y la reacción criolla emplearon la forma más violenta y cruel de golpe de estado, un golpe fascista. El violento asalto del gobierno; la destrucción de toda forma de democracia, el exterminio físico de los revolucionarios, comenzando por el heroico compañero Presidente.
Esto, con el objetivo de paralizar por el terror al pueblo. Un ejemplo concreto de ello fue el bombardeo de La Moneda. Inútil desde un punto de vista militar, pero efectivo para infundir el miedo a la población.
El golpe fue la respuesta de la burguesía más reaccionaria a los avances logrados por el movimiento obrero. No fue sólo la “inspiración” de un grupo de milicos antipatriotas y traidores.
Fue la respuesta a los avances alcanzados por un poderoso movimiento obrero, creado por Luis Emilio Recabarren en la segunda década del siglo XX, cuya conquista más importante hasta ahora, ha sido el Gobierno Popular.
Fue la respuesta contrarrevolucionaria llevada a cabo por parte de la burguesía chilena, de sus partidos, como el Partido Nacional (los actuales UDI), la Democracia Cristiana y otros grupúsculos. Pero, lo determinante fue la acción de la burguesía más poderosa y reaccionaria del mundo, el imperialismo estadounidense. Ella encabezó la conjura contra el Gobierno de Allende.
Fue su reacción ante la fuerza que el ejemplo chileno ejercía en los pueblos del mundo y en especial de América Latina.
Por eso se unieron en una “santa alianza” Nixon, Kissinger, la ITT, la Pepsi cola, la Anaconda, la Kennecott, Frei Montalva, Patricio Aylwin, Onofre Jarpa, Sergio Diez, Francisco Bulnes, Pedro Ibáñez, Jaime Guzmán, El Mercurio, La Tercera y otros medios de comunicación. Todos representantes de los intereses del imperialismo, los latifundistas y la burguesía monopolista criolla.
El golpe del 11 de septiembre de 1973 fue un golpe fascista
Fascista por la violencia física y sicológica que se empleó y, porque su objetivo no era reemplazar a un gobierno por otro, sino cambiar de raíz el proyecto revolucionario y popular impulsado por la Unidad Popular, por otro contrarrevolucionario, que impuso a sangre y fuego: el neoliberalismo, el capitalismo más salvaje.
Para lograrlo emplearon el terrorismo de estado, perpetrando el genocidio del pueblo chileno. Primero empleó la represión masiva, después creó organismos para detener, torturar, hacer desaparecer y asesinar en forma selectiva. Entre estos estaban la DINA, CNI, el Comando Conjunto, etc. Fueron miles las víctimas de la violencia fascista.
Su objetivo era cambiar a Chile en todos sus aspectos.
Y, desgraciadamente, en 17 años lo lograron.
(*) Historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER