domingo, noviembre 24, 2024
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Brasil: Una Democracia Militar

por Victoria Darling (*).

En los últimos días, fue dada a conocer la noticia de que el general Walter Braga Netto, hasta ayer Ministro jefe de la Casa Civil –nombrado apenas en febrero de este año–, asumió la presidencia operacional de Brasil.

La noticia no fue dada a conocer por los grandes medios de comunicación brasileños sino por medios alternativos entre los que figura el site defesanet.com.br, medio de divulgación de noticias entre las fuerzas de seguridad.

Los grandes medios, no obstante, sólo hicieron mención explícita al Presidente días atrás, haciendo referencia al aislamiento político de Bolsonaro en el marco de la pandemia del nuevo COVID19.

Lo cierto es que el desplazamiento del presidente Bolsonaro por un grupo de militares del Ejército no parece ser una noticia falsa si se analiza el contexto en el que prima una sesgada atención de la opinión pública, que en poca medida consigue concentrarse en las tareas primordiales de prevención del nuevo coronavirus.

Se recibe información diversa, noticias contradictorias, sin orientación precisa sobre lo que es prioritario hacer frente a la pandemia.

El propio Ministro de Salud dijo durante la conferencia de prensa del día 27 de marzo, que las iglesias deben quedar abiertas, que es necesario orar porque es lo que la ciudadanía necesita, que la fe es un elemento que mejora el alma y el espíritu.

A su vez, el médico traumatólogo, afirmó en consonancia con el Presidente que la economía es importante y que la salud no puede tratarse desde el aislamiento, ya que no existe sólo un problema importante, como el coronavirus. Sugirió incluso tomar mucho té, reforzando esa idea en otras apariciones públicas en que comentó las propiedades benéficas del té de manzanilla.

Frente a estas declaraciones del ala de profesionales de la Salud del Ejecutivo, del todo esquivas, poco claras y sin mayor sustento científico, Bolsonaro por su parte, fue cambiando en orientación y énfasis, su discurso.

Partiendo de una burla inicial a los efectos de la pandemia del COVID19 en el mundo, enfatizó y continuó haciendo alusión pública a las magras consecuencias que esta podría tener en Brasil.

No sólo ridiculizó a quienes mantenían la posición del necesario distanciamiento social desde un inicio, sino que incluso desvirtuó afirmaciones del Director General de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, sacando de contexto un video en el que alerta sobre los impactos del distanciamiento social.

El video original contenía un mensaje en que el Director de la OMS alertaba sobre el impacto del aislamiento en los sectores más pobres de la sociedad en miras a orientar acciones para protegerlos, en el extracto tomado por el equipo de comunicación de Bolsonaro se mostraba sólo el pasaje en que se hacía alusión al aislamiento como riesgo para la economía.

De aquí se derivaba que Bolsonaro estaba en plena concordancia con las directrices de la OMS.

De aquí en más, el Presidente no cesó en su línea distorsiva, llegó a compartir en las redes sociales un video en que un muchacho relataba el desabastecimiento de un mercado mayorista del sudeste de la ciudad de Belo Horizonte, antecedido por la frase “para ustedes que dijeron (…) que la economía no es importante y que hay que salvar vidas, miren”.

Ese mismo día, medios locales salieron a desmentir las imágenes del video.

El Presidente se disculpó, aseverando: “tengo la humildad de disculparme por esto”.

Recién desde el día 31 de marzo, oficialmente, el poder Ejecutivo y los gobernadores de los estados parecen haber logrado un primer signo de acuerdo. Hasta ese día, los gobernadores sólo se manifestaban tomando medidas en sus propios territorios y realizaban reclamos al Ejecutivo pidiendo el repase de recursos para mejorar y actualizar los Servicios públicos de Salud.

De 27 gobernadores en el país, 25 de ellos, incluso algunos del mismo sector político que el Presidente, se colocaron contra las medidas del Presidente de dar prioridad a la economía y no promover medidas de distanciamiento y confinamiento en el hogar.

Algunos expresaron públicamente su oposición a los dichos del Presidente y a su propuesta de “aislamiento vertical” en la que sólo los grupos de riesgo deberían aislarse, otros, evitaron criticarlo pero mantuvieron las medidas de aislamiento social del conjunto de la población de sus estados.

Hasta ahora, las medidas adoptadas revisten la misma contradicción que las políticas asumidas.

Por un lado, el Ejecutivo dijo que el coronavirus tendría efectos en la salud que no sobrepasarían los de una “gripecita”, y al mismo tiempo destinó 600 millones de reales, adicionales a los 400 millones ya asignados, desde el Ministerio de Salud a los estados.

Por otro lado, si bien incentiva la no paralización de actividades, se comprometió a distribuir 600 reales a cada beneficiario del programa social Bolsa Familia, en los próximos días.

Tales contradicciones en el discurso y las prácticas del Ejecutivo no resultan del todo gratuitas.

Mientras se define a los cultos religiosos como servicios esenciales, se desconoce la cantidad de respiradores necesarios para un periodo de agravamiento de los efectos de la pandemia.

La policía llegó a abrir por la fuerza rutas en Maranhao, de modo de interrumpir el aislamiento, e incluso el gobierno federal intentó impedir el envío de respiradores al municipio de Recife.

Al calor de estas tensiones, al interior del Gabinete de la Presidencia las posturas fueron agudizándose.

La decisión según noticias no oficializadas habría sido la de mantener a Bolsonaro en el poder sin poder efectivo.

La figura que las Fuerzas Armadas encontraron es la de “presidencia operativa”, (“operacional”, en portugués).

Una presidencia operativa es una función pública inexistente en las reglas de juego democrático. No obstante, el lema evita entrar en debate respecto de un golpe de Estado o pregunta sobre la toma de poder.

Como hemos visto, la discusión sobre el régimen político, no parece ser de potencialidad explicativa inmediata en los tiempos actuales.

El debate entre intelectuales y académicos sobre el caso boliviano condujo a mayores distanciamientos entre posturas no del todo disímiles que a conclusiones transformadoras.

En ese sentido, vale la pena detenerse y precisar en el campo de las prácticas aquello que ocurre en el terreno de la elite gobernante en Brasil, mucho más para pensar en la necesidad de construir sentido común y alertar sobre los impactos que estas acciones políticas tendrán.

Si bien el gobierno en Brasil se encontraba al mando de un ex capitán del Ejército, electo por voto popular, lo que de aquí en más se espera es una mayor intensidad en la conducción por parte del propio Ejército.

Este desplazamiento enfatiza lo que va construyéndose como democracia militar en la que, sumada a los varios casos ya existentes en la región, distorsiona los marcos legales y justifica avances sobre las libertades civiles y políticas.

La pandemia se recrea como escenario de excepcionalidad en la que aislarse parece ser lo correcto.

No obstante, nunca ha sido en todo caso, tan peligroso, mantener el aislamiento social.

(*) Profesora de la Universidad Federal de Integración Latino-Americana.

Fuente: Alainet

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