jueves, noviembre 21, 2024
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Brasil: No Puede Haber Democracia con la Verdad en Prisión

Por Vijay Prashad (*)

El ex presidente de Brasil, Lula, va a cumplir un año en prisión esta semana. Es un aniversario amargo y dulce, no sólo para Lula, no sólo para Brasil, sino para la idea de la democracia. ¿Qué hizo Lula para merecer este tiempo en prisión, y qué hizo su sucesor, Dilma, para que lo enjuiciaran tan agresivamente hace unos años?

Anoche, cené con el fotógrafo bangladés Shahidul Alam. Él pasó cerca de 100 días en prisión en Daca el año pasado. El crimen de Shahidul fue simple: el, a su manera tranquila y encantadora, cuestionó la legitimidad de su gobierno.

Preguntó por qué el gobierno no podía proveer las necesidades más básicas de su gente, como la seguridad vial para los niños pequeños y, por supuesto, la protección de los trabajadores y un sustento para los millones de personas que han sido dejados de lado por nuestro mundo contemporáneo.

Estas son preguntas escandalosas, no se supone que se deban hacer. Se supone que los ciudadanos de Bangladesh deben estar agradecidos de que están vivos. “No puedo dejar de decir la verdad”, dijo Shahidul. Él es un hombre valiente, con bondad escrita en su rostro.

Unas horas después de que termináramos de cenar, escuché de mi amigo P.K. Rajan desde Chennai, India; él es una de las principales personas de la editorial de izquierda Bharathi Puthakalayam.

Ellos se están alistando para publicar un libro de S. Vijayan llamado Rafale: A scam that rocked the nation (Una estafa que estremeció a la nación), que se trata de un acuerdo corrupto impulsado por el gobierno del primer ministro indio Narendra Modi con el surtidor de armas francés Rafale.

El libro iba a ser lanzado por uno de los periodistas más respetados en India: N. Ram de The Hindu. Ram había clavado su dedo en el ojo del gobierno con sus informes forenses sobre la corrupción en torno a este acuerdo. Horas antes del lanzamiento, la Comisión Electoral de la India envió a la policía a incautar todos los libros.

Mientras tanto, en Nueva Delhi, LeftWord Books -del que soy editor en jefe- se preparaba para publicar su volumen sobre el Rashtriya Swayamsevak Sangh (titulado The RSS), el grupo autoritario, fascista y paramilitar al que pertenece el Primer Ministro Modi. El ex vicepresidente de la India, Hamid Ansari, dará a conocer el libro.

La policía ha estado llamando a nuestra oficina para presionarnos sobre este libro, que ha sido escrito por uno de los abogados constitucionales más experimentados de la India, A.G. Noorani. La India se presenta a elecciones en unas pocas semanas. La intimidación y el miedo son las tácticas de los poderosos para ganar en las urnas. La democracia se desvanece.

Brasil

El ex presidente de Brasil, Lula, cumplirá un año de prisión esta semana. Es un aniversario amargo y dulce, no sólo para Lula, no sólo para Brasil, sino para la idea de la democracia. ¿Qué hizo Lula para merecer este tiempo en prisión, y qué hizo su sucesor, Dilma, para que lo enjuiciaran tan agresivamente hace unos años?

Como Shahidul, Vijayan, Ram y Noorani, Lula y Dilma representan el lado de la historia que dice que a los poderosos no se les debe permitir hacer lo que quieran, y cuando hacen lo que quieren, no se les debe permitir salirse con la suya.

Lula y Dilma, a diferencia de los demás, se convirtieron en jefes de gobierno, y como jefes de gobierno, impulsaron agendas que sacudieron al viejo orden.

Pero no rompieron las reglas. Todo lo que hicieron fue arrastrar parte de la riqueza secuestrada por los ricos de Brasil y tratar de moderar una sociedad que ha sido profundamente desigual durante 500 años. Enfrentaron el problema del hambre y la corrupción, el analfabetismo y la indignidad.

Los problemas en Brasil siguen siendo graves, y -como cualquier persona razonable dirá- Lula y Dilma trataron de resolverlos con honestidad y razón. Las Naciones Unidas señalaron a Brasil como ejemplo de un país capaz de erradicar el hambre. Una visita a las universidades federales -establecidas bajo el gobierno de Lula- muestra lo que era posible en términos de la provisión de educación superior para las comunidades oprimidas.

Todo esto estaba fuera de discusión. La oligarquía quería recuperar su país. La crueldad con la que Dilma fue acusada en abril de 2016 es un indicio del desprecio de la oligarquía por las normas democráticas y del hambre de restablecer el poder. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro (El Trump del Trópico), era entonces un legislador.

Dedicó su voto en contra de Dilma al coronel Brilhante Ustra, el hombre que torturó a Dilma en 1970 durante la dictadura militar. Bolsonaro mira hacia atrás con nostalgia a la dictadura. No hubo cargos de corrupción contra Dilma, ni evidencia de nada. El juicio político fue una muestra de machismo de la oligarquía, un golpe dentro de la legislatura.

Lula fue arrestado porque estaba claro que él -una fuerza de la naturaleza- tenía probabilidades de ganar las elecciones presidenciales de 2018. La semana pasada, 464 abogados brasileños -todos muy respetados en su profesión- firmaron una declaración pidiendo la liberación de Lula. Lula, dicen, no recibió las reglas del debido proceso, su equipo de defensa no pudo trabajar eficazmente, y los hechos de su complicidad no fueron probados más allá de toda duda. Lula, el primer presidente de origen obrero, escribieron, impulsó una agenda a favor de los pobres, que “puede ser una de las razones que explican su arresto”.

De hecho, las acusaciones de corrupción harían que un juez serio palidezca. Pero el juez Sergio Moro procesó a Lula como si fuera el hombre más corrupto del planeta. Moro está ahora en el gobierno de Bolsonaro.

La corrupción quid pro quo de un juez que hace posible una victoria presidencial al aceptar un trabajo en el gabinete del nuevo presidente no ha levantado suficientes sospechas.

No hay evidencia de que Lula haya hecho algo malo, excepto lo que suena como evidencia en el candente ruido de la prensa de la oligarquía. Es como si Lula fuera el diablo encarnado, un hombre con cuernos en la cabeza. La lógica se ha ido. WhatsApp ha ocupado su lugar.

Silencio al borde del acantilado

Tantos colegas -reporteros de todo el mundo- se encuentran arrestados por la cosa más ordinaria, contar la historia tal como la ven. Una vez más en Filipinas, Maria Ressa ha sido detenida por escribir acerca del presidente. Una vez más, el marroquí Hamid El Mahdaoui está entre rejas por escribir sobre las protestas de al-Hirak en la región del Rif. Tanto María como Hamid cuentan la historia tal como se presenta, sin adornos, sin miedo. Es una sensibilidad moribunda, ya que la ecología del periodismo se enfría cada vez más por el miedo a una sentencia de prisión o a la pobreza. Hay silencio al borde del acantilado.

Hay silencio sobre la corrupción real. Las estimaciones de la riqueza secuestrada en los paraísos fiscales oscilan entre 10 y 32 billones de dólares, es decir, entre el 12 y el 35 por ciento de la riqueza financiera nacional del mundo.

Aquí es donde debería centrarse la atención, en la corrupción real, con una riqueza real que podría utilizarse mejor para proporcionar empleos significativos, un sistema social genuino y una transición de la civilización del carbono a una civilización renovable.

Pero no es ahí donde hay que mirar. Todas las miradas deben centrarse en un periodista que diga la verdad o en un dirigente político que esté dispuesto a hacer frente al delito del hambre. La verdadera corrupción se esconde en las sombras.

Lula sigue resistiendo. Tiene el amor de millones con él. El año pasado, cuando llegué al aeropuerto de São Paulo, el hombre de control de pasaportes me preguntó por qué quería entrar en Brasil. Dije que quería visitar a Lula en la cárcel. Él sonrió. Luego se puso de pie y anunció en voz muy alta a todos los demás oficiales de control de pasaportes: “Este tipo ha venido a Brasil a ver a Lula.” Todos ellos aplaudieron. Fue un espectáculo gratificante.

Me imagino a Lula en su celda el 7 de abril, el primer aniversario de su encarcelamiento. Me lo imagino mirando a Brasil y escuchando los aplausos de gente como esos oficiales de control de pasaportes. Conociendo a Lula, está pensando en los trabajadores descartados de su país que sufren de un incremento del hambre.

Está pensando en Maria Ressa, en Hamid El Mahdaoui y en Shahidul Alam.

Me imagino a Lula pensando en la democracia, marchitándose en la viña, con sus instituciones de caparazón intactas, pero su espíritu corrompido por el dinero y por el poder.

(*) Historiador, editor y periodista indio; escritor y corresponsal principal de Globetrotter, un proyecto del Independent Media Institute. Editor jefe de LeftWord Books y director de Tricontinental: Institute for Social Research.

Fuente: Pressenza


Un año de Lula en la cárcel: Así es la vida del ex presidente brasileño en prisión

Lula saluda a sus partidarios, desde su lugar de reclusión.

Se levanta todos los días a las 7 de la mañana y recibe el saludo de las personas que se instalaron en el campamento «Lula Livre» a las afueras de la sede de la Polícia Federal de Curitiba donde está recluído. Viste camisetas del Corinthians, ve telenovelas y lee libros. A pesar de estar aislado y recibir visitas sólo una vez a la semana, se mantiene informado de la política brasileña y del Partido de los Trabajadores.

«Siempre está alerta, muy indignado con todas las injusticias», señaló una de las personas que lo ha visitado en la cárcel.

Este domingo 7 de abril se cumple un año del ingreso a la cárcel del ex presidente brasileño, Luiz Inácio “Lula” Da Silva, luego de la condena de 12 años por una supuesta corrupción en el marco de la operación Lava Jato.

Según un artículo de el diario Folha do Sao Paulo, el ex líder sindical del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil vive aislado en una habitación de 15 metros en la sede de la Policía Federal en Curitiba, capital del estado de Paraná, en el sur de Brasil.

Se levanta a las 7 de la mañana todos los días y escucha el saludo de “buen día, Presidente” del campamento “Lula Livre” que se instaló hace un año a las afueras de la sede de la policía brasileña. Todos los días las 8 de la mañana un agente de la policía federal destraba la puerta de la habitación y encuentra a Lula con una camiseta del PT o de su equipo de fútbol favorito, Corinthians.

Una vez a la semana puede recibir visitas. Los jueves por la mañana recibe a amigos y por la tarde a sus familiares. En total ha recibido 572 visitas en su primer año en la cárcel. Entre las personas que más lo visitan se encuentran sus abogados, amigos y su familia. Dos veces fue a visitarlo su nieto Arthur, que falleció en marzo pasado, según el artículo, fue su abogado quien le informó de la muerte del pequeño de 7 años raíz de una infección generaliza causada por una bacteria. Lula lloró más de 12 horas tras la muerte de su nieto.

A pesar de estar aislado y no poder mantener contacto con otros prisioneros, Lula tres veces a la semana sale a caminar a un espacio de 40 m2 donde toma el sol. También se ejercita con elásticos de gimnasia para mantenerse en buen estado.

Su habitación no tiene rejas, tiene un baño con ducha sin cubículo, un clóset, una mesa con cuatro sillas para sus invitados y una televisión que sólo recibe la señal abierta. Ve telenovelas y los partidos de Corinthians. Ha léído más de 25 libros entre los que se encuentran “el arte de la guerra”, de Sun Tzu y “El don de la ira”, escrito por Arun Ghandi, nieto del pacifista indio.

Gracias a resúmenes de prensa y pendrives donde están grabadas las reuniones del directorio del PT, Lula se mantiene informado de la política brasileña. “Siempre está alerta, muy indignado con todas las injusticias”, señaló una de las personas que lo ha visitado en la cárcel.

La llegada de Bolsonaro al poder y que su ministro de Justicia sea la misma persona que encarceló a Lula hace que las posibilidades de su liberación se reduzcan considerablemente. Recién pasados cuatro años en la cárcel podría obtener la posibilidad de mantener un régimen de condena semiabierto que le permita tener salidas durante el día.

A pesar de ello, los esfuerzos alrededor del mundo no cesan exigiendo la libertad del ex presidente brasileño. En 36 ciudades del mundo se realizaran manifestaciones y jornadas de libertad por Lula. Una de ellas se realizará en Ginebra, suiza, a las afueras de la sede de la Organización de Naciones Unidas.

Fuente: El Desconcierto

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