por Camilo Sánchez (*)
La baja participación electoral juvenil es sin duda un aspecto recurrente en los debates sobre las generaciones que durante las últimas dos décadas fuimos ingresando al mundo que puede ejercer este derecho.
Ahora bien, las alarmas encendidas por la escasa participación en las elecciones de parte importante de las federaciones de estudiantes –entre ellas la emblemática FECh-, al igual como ha ocurrido respecto a las elecciones universales de autoridades a todo nivel, corren el riesgo tanto de continuar en explicaciones sobre una supuesta apatía generalizada de la juventud, como también de concluir en un empate forzado con la crisis de legitimidad de las instituciones políticas.
A diferencia de una institucionalidad limitada en gran parte por el diseño de la dictadura, y cuya crisis es cada vez más multifacética, las federaciones de estudiantes son herramientas democráticas conquistadas por un acumulado de esfuerzos generacionales, donde la participación estudiantil ha oscilado sin una constante al alza ni a la baja, dependiendo esto en gran parte de los contextos de flujo y reflujo de la movilización, y principalmente de la calidad de las conducciones políticas del movimiento por aprovechar los primeros y superar cuanto antes los segundos.
Que no celebren de manera anticipada quienes gustarían de un movimiento estudiantil maniatado, ya que no pocas veces -y como ocurrió previo al 2011- momentos de baja participación electoral en federaciones han sido sucedidas por grandes movilizaciones del sector, lo cual es solo una evidencia más de dos cosas a tomar en cuenta: primero que la baja participación electoral no es sinónimo de apatía, lo cual se ratifica por un movimiento feminista muy presente en la juventud, y segundo que existen condiciones para una salida “de masas” a un problema que algunos sectores proponen tratar reservadamente en congresos y encuentros donde el problema de la participación se reproduce.
Por tanto, que tampoco adelanten “recetas organizacionales” quienes creen que la baja participación es resultado de problemas de funcionamiento institucional de las federaciones, y no así de la conducción política en el movimiento estudiantil.
Podrá aportar esto a descomprimir responsabilidades de sectores políticos que por su fuerza han tomado las principales decisiones del movimiento durante los últimos años, lo cual a esta altura poco importa, más dicho error corre el riesgo de derivar únicamente en “salidas” internistas, con bajo involucramiento del estudiantado y con resultados que no necesariamente reflejen el objetivo de abrir aún más la organización estudiantil.
El movimiento de estudiantes tiene experiencia y debemos recurrir a ella. En esto nos basamos para decir que la baja participación electoral no condiciona la capacidad de este por movilizarse masivamente tras las causas nobles que en cada tiempo toca perseguir.
Estamos convencidos y convencidas que solo el movimiento estudiantil actuando podrá resolver el problema de sus federaciones, como ha ocurrido en otros momentos, y que no será ni al revés ni con la ausencia de estas que se construirá la necesaria movilización juvenil contra la agenda antiderechos del gobierno y por nuevas conquistas para la juventud.
Y es que la realidad nos emplaza a actuar, ya que somos parte de nuevas generaciones cuyo futuro está más que en entredicho. Nos segregan por barrios y colegios, nos seguimos endeudando para estudiar, estudiamos durante décadas sin garantía de poder trabajar, si encontramos trabajo este está precarizado y no dice relación con lo que estudiamos, los bajos salarios y alzas no nos permiten acceder a nuestro derecho a la vivienda, vivimos de allegados donde parientes, se nos vuelve cuesta arriba formar familia y, más o menos temprano, pero ya de manera casi segura, nuestra salud mental nos tortura y en casos cada vez menos aislados empuja al suicidio.
Por si esto fuese poco estamos conscientes que, de no superarse la depredación indiscriminada del medio ambiente, no tendremos asegurada el agua, la alimentación y, en definitiva, un planeta en el cual vivir y heredar a nuevas generaciones.
A lo anterior se suma una prepotente agenda antiderechos del gobierno contra la juventud más pobre; aumentaron los niveles de arbitrariedad con el proyecto “Aula Segura”, buscan reponer la selección escolar mediante “Admisión In-justa”, intentan consolidar los créditos universitarios mediante el “CAE 2.0”, se niegan a aumentar los años de gratuidad, persiguen abaratar nuestra mano de obra mediante el “estatuto laboral para estudiantes”, y buscan seguir criminalizándo a la juventud más pobre a través del aumento de penas a adolescentes infractores de ley y del control “preventivo” de identidad desde los 14 años.
Como Juventudes Comunistas hemos aumentado nuestra presencia en federaciones de estudiantes y nos hacemos responsables, en la proporción de nuestras capacidades y nuevas fuerzas, de aportar a la unidad necesaria tras un plan de lucha que se disponga a reconvocar a las y los estudiantes bajo el objetivo de evitar el avance de la agenda antiderechos del gobierno y exigir un mejor país para un mejor futuro.
Proponemos concretamente un amplio acuerdo político juvenil de oposición que empuje la construccion de un movimiento nacional por la defensa de los derechos de la juventud chilena, en el cual se expresen con sus organizaciones las y los jóvenes que luchamos por el derecho a la educación, por el trabajo digno y compatible con el estudio, por la igualdad de género y los derechos de las mujeres, por un medio ambiente libre de contaminación, por el derecho a la vivienda y a la salud mental, etc.
En general y en definitiva, por el derecho de nuestras generaciones a la esperanza y a ese “futuro esplendor” que reza y promete nuestro himno patrio.
(*) Presidente de las Juventudes Comunistas de Chile (JJCC).