por Iván Ljubetic Vargas (*).
El martes 3 de noviembre, temprano, comenzó a circular el diario «El Siglo». Tituló su editorial «Este día». Y en él afirmaba:
«Vivimos un día preñado de futuro.
Un día inaugural.
El día en que, por decisión soberana del pueblo chileno, Chile inicia una nueva etapa de su historia
Es el día del primer paso hacia el socialismo, hacia un horizonte luminoso y aún lejano que, sin embargo, algún día tocaremos con nuestras manos, un horizonte hacia el cual caminaremos cantando y trabajando, haciendo que la tierra, y el mar, y el hombre den sus mejores frutos.
Por eso este es un día de fiesta. De una fiesta que se ha instalado alegremente en el corazón de la inmensa mayoría de los chilenos…”
Más adelante, advierte:
«Sí, este es un día de fiesta.
Y también lo es de vigilancia, porque algunos habrá, recalcitrantes y torvos, que harán lo posible por terminar con el gobierno del pueblo… »
Finalizan los 60 días al rojo
Estaban finalizando los “60 días al rojo”. Habían sido dos meses en que los enemigos del pueblo intentaron todo por impedir que Allende asumiera como Presidente de Chile.
Pero, a su vez, un período en que las fuerzas populares buscaron y encontraron la manera de derrotar esas maniobras. Para eso la UP mantuvo entrevistas y logró acuerdos con el PDC; se llevaron a cabo positivas entrevistas con las FF.AA.; y, lo que resultó fundamental, los trabajadores y otros sectores democráticos estuvieron en constante y combativa movilización. Y en todas esas acciones, los comunistas jugaron un papel determinante.
Esperando la ceremonia
Eran las diez de la mañana del día martes 3 de noviembre de 1970. Aunque faltaba una hora para el inicio de la ceremonia de transmisión del mando, comenzaron a llegar al Salón de Honor del Congreso Nacional las diversas delegaciones de países extranjeros. Se ubicaron en el costado derecho de la Presidencia. En el mismo lado, se colocaron las autoridades civiles, eclesiásticas y militares.
El costado izquierdo fue ocupado por diputados y senadores, los que concurrieron casi en su totalidad.
En las tribunas, estaban los representantes de los medios de comunicación de Chile y de muchos otros países. Uno de los palcos estaba reservado para los familiares del Presidente Allende. Las galerías, colmadas de público.
Mientras tanto, en las calles céntricas de Santiago, se agolpaba enorme cantidad de gente.
Son las 11 de la mañana, cuando hizo su ingreso al Salón de Honor el presidente del Senado Tomás Pablo. Lo acompañaban el presidente de la Cámara de Diputados, los secretarios y edecanes de ambas salas. Todos ellos ocuparon las Presidencia.
Se abre la sesión
Minutos más tarde hizo su entrada el Presidente Frei; vestía de frac. Lo acompañaban el edecán de la Presidencia, diputados y senadores de la Comisión de Reja y Pórtico. Frei se ubicó al lado de Tomás Pablo.
Este pronunció la tradicional frase “se abre la sesión en nombre de Dios”. Se iniciaba así la ceremonia, que duró 20 minutos.
Se leyó el acta de la sesión del Congreso Pleno del 24 de octubre. Fue aprobada. Luego, Tomás Pablo solicitó al secretario del Senado, Pelagio Figueroa, que vaya a buscar al Presidente Electo.
Después de unos minutos, ingresó al Salón de Honor Salvador Allende. Nutridos aplausos.
Inmediatamente detrás de él, entraron sus ministros: José Tohá, Interior; Clodomiro Almeyda, Relaciones Exteriores; Américo Zorrilla, Hacienda; Pedro Vuskovic, Economía; Mario Astorga, Educación; Oscar Jiménez, Salud; Alejandro Ríos Valdivia, Defensa; Pascual Barraza, Obras Públicas; Jacques Chonchol, Agricultura; Humberto Martones, Tierras y Colonización; José Oyarce, Trabajo; Lisandro Cruz Ponce, Justicia; Orlando Cantuarias, Minería y Carlos Cortés, Vivienda.
El Orfeón de Carabineros interpretó la Canción Nacional, que fue coreada por todos los presentes.
Sí, prometo
Tomás Pablo tomó el juramento de rigor al nuevo Mandatario:
“¿Juráis o prometéis desempeñar fielmente el cargo de Presidente de la República, conservar la integridad e independencia de la nación y guardar la Constitución y las leyes?”.
Allende respondió: “Sí, prometo”.
Frei se sacó la banda y las insignias del mando supremo. Tomás Pablo se las pasó a Allende, quien se ciñó la banda presidencial. Entusiastas aplausos.
Frei y Allende se abrazaron. El ex Presidente y sus ex ministros abandonan el Salón de Honor, en medio de una ovación.
Tomás Pablo anunció que el Excelentísimo Presidente de la República procederá a constituir su Gabinete.
En esta parte de la ceremonia hizo de Ministro de Fe el Subsecretario del Interior, Daniel Vergara, quien procedió a nombrar los ministros designados por Allende, dando lectura a los decretos presidenciales respectivos. El Presidente de Chile procedió a tomar juramento a sus ministros. Cada uno de estos firmó los documentos. Nuevos y prolongados aplausos.
“Viva Chile, Mierda”
El Presidente del Senado dio por terminada la ceremonia. El eco de los aplausos y del grito “Viva Chile, mierda”, quedaron resonando en el Salón de Honor, mientras el nuevo Presidente abandonaba el lugar en medio de una ovación, que se prolongará en las calles que recorrerá.
Después, tuvo lugar en la Catedral Metropolitana un Tedeum Ecuménico, oficiado por sacerdotes católicos, pastores evangélicos y rabinos judíos. Por la tarde, dos recepciones en La Moneda. Una oficial, otra popular.
El miércoles 4 de noviembre, se realizó una Parada militar en el Parque Cousiño, en honor al nuevo Mandatario. Por la noche, una gran fiesta popular en la Alameda Bernardo O’Higgins, donde se levantaron doce proscenios, en que actuaron mil artistas.
Así llegó el pueblo a La Moneda. Y al conquistar la Unidad Popular el Ejecutivo, se cerraba una etapa en la Historia del Partido Comunista, en la cual dirigentes y militantes aportaron decisivamente a hacer realidad tan soñado y necesario objetivo.
La fuerza del ejemplo
Un documento de la ITT, escrito por Robert Berrellez a Hal Hendrix con fecha 6 de noviembre de 1970, comentaba amargamente:
“Salvador Allende asumió el pasado 3 de noviembre como Presidente de Chile (hasta 1976) sin incidentes. En cada aparición pública durante las festividades de dos días de la transmisión del mando fue una imagen vívida y resollante de moderación política, un perfecto vehículo que Moscú explotará ahora cuidadosamente para darle a su tipo de comunismo un toque de respetabilidad burguesa que esperan lo hará paladeable –incluso deseable– en otros países latinoamericanos.”
Era a la fuerza del ejemplo del proceso revolucionario chileno a lo que más temía el imperialismo norteamericano.
(*) Historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER