En el siglo XIX, el grupo de los exiliados argentinos que se encontraba en Chile, escapando de la dictadura de Rosas, hicieron un inestimable aporte en la formación de nuestra cultura y de la República.
Juan Bautista Alberdi, Sarmiento, Vicente López, hicieron aportes sin los cuales no seríamos lo que somos.
Al contrario de lo que la academia dominante y la historiografía del sistema han pretendido por décadas, no estuvieron en Chile como observadores imparciales y movidos por un supuesto asombro y adaptación acrítica a la presunta solidez de nuestra naciente República, que comparada con la del resto de las de América Latina, habría sido la que garantizaría el progreso económico, la gobernabilidad y la paz social.
Los exiliados argentinos en nuestro país, al contrario que muchos de nuestros académicos e historiadores en la actualidad, tomaron partido, ejercieron el periodismo, participaron de las polémicas políticas y culturales que agitaban a la sociedad y a la intelectualidad de la época como si les hubiesen sido propias, siempre desde posiciones de avanzada, críticas de la reacción dominante en el período, producto de la contrarrevolución de 1830; de la preeminencia del conservadurismo de las formas y las costumbres.
La imagen que ofrece el continente, hoy por hoy, no difiere mucho de la de entonces. Es el escenario de una intensa lucha por el futuro.
A la esperanza y el optimismo que se podrían respirar entre el 2003 y el 2015 en toda América, tras los triunfos del comandante Chávez, de Lula, Evo, Correa y en Argentina del Kirchnerismo, le han sucedido gobiernos que han tratado de retrotraer las cosas para devolver sus posiciones hegemónicas a las clases acomodadas y la reacción religiosa en sus diferentes denominaciones.
Lasso en Ecuador, Macri, Piñera y Bolsonaro, unido al permanente estado de crisis del Perú, son una demostración elocuente del revanchismo y el interés de clase que inspiró y sigue inspirando a la derecha.
Y precisamente Argentina, la patria de Sarmiento, López y Alberdi, representa la avanzada de la reacción o visto desde otro punto de vista, la última línea de defensa del sistema.
Usando como pretexto el descalabro provocado por especuladores, usureros y aliados del capital financiero durante el período de Macri y del que no se hizo cargo el de Fernández, por motivos que debieran ser parte de una profunda autocrítica de la izquierda, Millei promete durante la campaña, y pone en práctica apenas asumido, un megaajuste acompañado, como era de suponer, de un plan represivo y de restricción de las libertades civiles y políticas comparables solamente a los implementados por Pinochet y el resto de las dictaduras militares en los setenta.
El DNU y la recientemente ingresada al Congreso «ley omnibus» dinamitan la democracia argentina, porque significan transferirle a Millei facultades para gobernar prescindiendo del Congreso Nacional hasta el 2025.
Privatizaciones; endeudamiento del Estado argentino; retroceso en derechos sociales garantizados por el Estado como educación, salud y jubilaciones; desregulación de los mercados son los objetivos tras los que va, con el pretexto archirepetido por todos los gobiernos burgueses y reaccionarios: “no hay plata”.
Defender la democracia argentina es una tarea para toda la izquierda latinoamericana. El experimento de Macri y Millei tiene como objetivo final todo el subcontinente.
Tal como fue en el siglo XIX, la solidaridad, la asistencia mutua entre los pueblos latinoamericanos va a ser fundamental. Pero también, y tal como lo comprendieron los exiliados argentinos en Chile, la proposición de un horizonte de transformaciones que pongan en el centro la democracia, soberanía y al pueblo como protagonistas.
Hernán González M.
Profesor de arte
Cacerolazo contra Milei en Mar del Plata
La protesta social empezó a asediar al extravagante mandatario argentino, Javier Milei, como su propia sombra, exactamente al séptimo día del inicio de su período.
En medio de una situación económica extrema, con una inflación descontrolada y una crisis social en ciernes, el presidente Javier Milei generó un fuerte repudio al armar un operativo monumental para que pudiera viajar a Mar del Plata a ver a su novia, la humorista Fátima Flórez.
El operativo, que incluyó un despliegue de cientos de efectivos de seguridad, provocó indignación en la ciudadanía, que lo consideró una muestra de la falta de sensibilidad del mandatario ante los problemas del país.
«Es una vergüenza que el presidente esté pensando en su novia mientras el país se cae a pedazos», dijo un vecino de Mar del Plata. «La gente está pasando hambre y él se preocupa por ver un show», agregó.
El operativo de seguridad incluyó el cierre de calles, el despliegue de helicópteros y la presencia de agentes de la Policía Federal, la Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval Argentina.
Milei llegó a Mar del Plata en un avión privado y fue recibido por una multitud de simpatizantes. Sin embargo, su presencia también generó protestas de grupos opositores, que realizaron un cacerolazo para repudiarlo.
«Milei es un peligro para la democracia», dijo un manifestante. «Quiere acabar con las instituciones y convertir a la Argentina en una dictadura», agregó.
El operativo de seguridad para que Milei pudiera ver a su novia se suma a una serie de medidas que han sido criticadas por la oposición. En los últimos días, el mandatario ha sido acusado de querer restringir la libertad de expresión, de atentar contra la autonomía de las provincias y de querer militarizar la sociedad.
El repudio al operativo de seguridad en Mar del Plata es una muestra de que la gestión de Milei está cada vez más cuestionada. De seguir tan desconectado de la realidad, en función de un dogma que probadamente no funciona, conducirá a la Argentina hacia un escenario de aguda confrontación social.