jueves, noviembre 21, 2024
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En América Latina: La “Vía Desarmada” al Socialismo es Suicida

por Sirio López Velasco.

En América Latina la “vía armada” hacia el socialismo resultó en el siglo XX en la derrota militar de casi todas las guerrillas (con excepción de Cuba, y, en su momento, del FSLN en Nicaragua), al costo de muchas vidas jóvenes.

La más conocida y recordada de esas derrotas es la que culmina con el asesinato del Che. Desde entonces otros movimientos guerrilleros fueron aceptando integrase a la legalidad capitalista y, de hecho, renunciaron a la lucha no desarmada por el socialismo, y a veces renunciaron al propio socialismo (aunque alguna vez puedan mencionarlo retóricamente en alguna declaración).

La supuesta izquierda electoralista y los movimientos sindicales y sociales que siguen sus directrices, hace décadas que comparten ambas renuncias.

Al mismo tiempo se constata que la “vía desarmada” hacia el socialismo es suicida, al menos en A. Latina.

En la primera quincena de enero de 2020 (o sea a poco más de dos meses de haber sufrido el Golpe de Estado), Evo Morales declaró a la radio boliviana de los cocaleros que había cometido el “error garrafal” de no organizar Milicias Populares armadas (como lo hizo Venezuela), que habrían constituido el “Plan B” para defender su gobierno, cuando la Policía se sublevó y el Alto Mando Militar se plegó de hecho al Golpe, “aconsejándole” renunciar a la Presidencia.

Lo tragicómico es que esa declaración se da 46 años después del sangriento Golpe de Estado que se implementó en Chile con el bombardeo durante casi ocho horas, por aviones, tanques e infantería, del Palacio Presidencial, donde habría de suicidarse heroicamente Allende.

Allende había proclamado repetidas veces que su gobierno iniciaba la vía pacífica hacia el socialismo. Ahora bien, el Golpe que lo derribó costó la vida, el desaparecimiento, las torturas o el exilio de decenas de miles de chilen@s.

Y al iniciar 2020 el pueblo chileno lucha para reconquistar algunos avances logrados en aquel gobierno, y para tener una vida mejor (que algunos sectores definen como socialista) tras la larga noche pinochestista-neoliberal.

Quiere soberanía popular plurinacional efectiva (que empieza por una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Carta Magna que sustituya a la legada por Pinochet), y una vida digna (con, entre otras, ocupaciones productivas que reporten dignos salarios y pensiones, estudio gratuito y de calidad, salud pública calificada, y vivienda decente al alcance de todos).

Para entender la amarga experiencia allendista y el título de estas brevísimas líneas, recomiendo ver en youtube el documental de algo menos de una hora de duración intitulado “La última decisión de Salvador Allende”, en el que varios protagonistas directos de los hechos hablan de los sucesos del día del Golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973.

De lo allí expresado destacamos, en especial, los siguientes puntos:

1. El Embajador de los EEUU en Chile hasta 1970 (año en el que Allende ganó la elección presidencial), dice:

a) que en la campaña de la elección presidencial chilena de 1964 el gobierno yanqui y la CIA recolectaron en Europa (incluyendo en el Vaticano y los reinos de Bélgica y Holanda), millones de dólares para oponerse a Allende y apoyar la candidatura de Frei, quien resultó vencedor,

y, b) que cuando Allende triunfa en 1970, ese mismo Embajador participó en la Casa Blanca en una charla con el entonces Presidente Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, en la cual el primero dijo que acabaría con el hijo de puta de Allende.

2. El Agregado Militar de la Embajada de EEUU en Santiago en 1970 dice que su Gobierno, inmediatamente después de la victoria de Allende, decidió impedir que éste asumiera la Presidencia, instrumentando un Golpe de Estado que sería suscitado por el secuestro del entonces Comandante en Jefe del Ejército, el General Schneider. Y aclara ese Agregado que se reunió con mandos militares chilenos para concretar ese plan, y que las armas para ese secuestro fueron introducidas en Chile en la valija diplomática yanqui. Esa acción terminó con el asesinato de Schneider, pero el Golpe no pudo acontecer en ese momento.

3. Allende pensaba anunciar el 10 de setiembre de 1973 un referendo sobre su política, con la promesa de renunciar si lo perdiera. Y Pinochet, ascendido a Comandante en Jefe del Ejército hacía poco más de dos semanas, lo convenció para que pospusiera ese anuncio hasta el 11 de setiembre.

4. Cuando el Golpe se concreta el 11 de setiembre de 1973, resisten en el Palacio presidencial (La Moneda) no más de treinta personas, encabezadas por Allende.

5. Uno de los defensores del Palacio dice que Allende no sólo fue traicionado por los militares, sino también por la izquierda, que no acudió a defender su gobierno. Otro de los defensores dice que Allende (quien casi hasta el fin logró comunicarse con el país a través de radio Magallanes) no quiso llamar a una movilización popular para evitar una masacre (que, como sabemos, a la postre ocurrió).

6. Durante los primeros tiroteos en Palacio uno de los defensores le pregunta a Allende por lo que hace o no hace Pinochet, y el Presidente le responde: “a esta hora el pobre Pinochet debe estar preso”; con todo el respeto que nos merece el coraje ejemplar demostrado por Allende, nos permitimos notar que esa respuesta revela una no menor ingenuidad que la demostrada por Evo Morales ante militares que fueron entrenados y adoctrinados por los EEUU.

7. Uno de los comunicados militares transmitidos por las radios mientras transcurre el Golpe dice que a los trabajadores les está prohibido abandonar sus puestos de trabajo, y que en caso de que lo hagan, serán atacados por las FFAA por vía terrestre y aérea. Y otro comunicado (no sé si interno o público) dice que por cada soldado que muera, cinco opositores al Golpe serían fusilados.

8. Uno de los Generales golpistas (Palacios, que comandó a los blindados que atacaron La Moneda) dice que esperaban una resistencia fuerte de los Cordones Industriales (las zonas fabriles de Santiago, donde habría trabajadores organizados y supuestamente armados), pero que esa resistencia no tuvo la amplitud que los golpistas temían. Hay que recordar que poco tiempo antes del Golpe, Allende, presionado por la derecha, había proclamado la Ley de Control de Armas, que permitió que la Policía y las FFAA desarmaran a esos trabajadores, mientras preparaban el Golpe. Y también dice Palacios, refiriéndose al Golpe, que “el soldado chileno no será alemán, pero sabe combatir” (sic!!!).

No hace falta recordar los miles de asesinados (algunos de los cuales flotaron en el río Mapocho, que atraviesa Santiago) o desaparecidos, y los otros miles que sufrieron los horrores de las torturas en los muchos campos de concentración (el primero de los cuales fue el Estadio Nacional), y los otro miles de exilados, en una pesadilla que comenzó el 11 de setiembre de 1973 y se prolongó por décadas (de hecho, en varios aspectos de la vida chilena, hasta hoy).

A la luz de la reciente experiencia boliviana y de la allendista, se espera que los pueblos de América Latina sepan sacar sus conclusiones y eviten caer otra vez en callejones sin salida cuando pretendan caminar hacia el socialismo.

Para terminar estas brevísimas líneas hago constar que si en 2020 los bolivarianos logran mantenerse en el gobierno de Venezuela (que según Chávez desde 2005 se enrumbaba hacia el socialismo del siglo XXI, cosa que dudamos, por la no adopción en ese país de varias de las medidas básicas que caracterizan a cualquier proyecto de superación del capitalismo con horizonte socialista-ecomunitarista), ello sólo se debe a que, además de que han ganado todas las elecciones presidenciales realizadas desde 1998, Chávez creó la llamada “unión cívico-militar”, tras haber cambiado la doctrina militar de las FFAA y poner en sus altos mandos a cuadros que le eran fieles; y subrayo que parte no despreciable de esa reestructura militar también la constituyó la creación de las Milicias Populares (que, se dice, agrupan entre uno y dos millones de personas).

Esos hechos muestran que la “vía popular no desarmada” no implica el ejercicio efectivo de la violencia contra el imperialismo y sus títeres locales, pero sí la existencia de una sólida capacidad armada latente, capaz de disuadir o neutralizar los Golpes proimperialistas (en la medida y por el tiempo en que eso sea posible, hasta que se consolide el socialismo ecomunitarista que los haga, al menos teóricamente, imposibles).

Fuente: Alainet


Bolivia, el derecho a la rebelión y las milicias armadas

por Ollantay Itzamná (*).

El derecho a la rebelión es la facultad que asiste a todo pueblo para autoprotegerse de la tiranía. Este derecho es más antiguo que la noción del Estado moderno o Estado de Derecho.

En la Edad Media, algunos escolásticos (Francisco de Suárez, entre ellos) lo argumentaron incluso como tiranicidio. Es decir, teológicamente estaría incluso justificado asesinar a la tirana o al tirano en aras de preservar la soberanía popular.

En la Modernidad, la Revolución Francesa consagró la rebelión popular como un derecho humano fundamental. De este modo, en el actual y diverso constitucionalismo latinoamericano, el derecho a la rebelión que asiste a los pueblos amenazados o afectados en sus derechos básicos está incorporado como en el caso de Venezuela, Ecuador. En otros casos aparece como “derecho a la resistencia” (caso Guatemala, por ejemplo).

Desde la filosofía política, el derecho a la rebelión está justificado en la soberanía/potestad que tiene todo pueblo, como sujeto político, para emprender su propio destino. Desde la perspectiva jurídica, la rebelión es la facultad que todo pueblo sometido tiene de preservar o restaurar sus derechos amenazados o conculcados.

La rebelión popular necesariamente es una acción violenta en contra del tirano o tirana que usurpa o masacra a los pueblos. En ese sentido, la acción guerrillera/armada, es parte constitutiva del derecho a la rebelión que asiste a los pueblos subyugados. Un pueblo subyugado que olvida o repele su derecho a la rebelión armada es un bastión de esclavos.

La reciente sugerencia o llamada que hizo Evo Morales a “organizar milicias armadas en Bolivia” para restaurar derechos frente a la Dictadura actual, discursivamente encaja dentro de la filosofía jurídica del ejercicio del derecho de rebelión popular.

La reacción de la Dictadura boliviana, y de sus secuaces, frente a las declaraciones de Morales, es una conducta constante de todo tirano. Ellos están convencidos que fueron enviados por algún “designio desconocido” para restaurar/normalizar la dominación, en nombre de la democracia. Y, cualquier sugerencia o aguijoneo a los pueblos sometidos para que ejerciten su derecho a la rebelión será repelido/sancionado como un sacrilegio contra su democracia.

Tampoco no es novedad la recepción o reacción que hace la clase media tradicional, los medios empresariales de información, o los analistas bien portados con la Dictadura, de la repulsa violenta que hace la tiranía boliviana de la posibilidad del ejercicio popular del derecho a la rebelión.

Las inconclusas historias de los pueblos subalternos en Bolivia están empedradas por apoteósicos rebeliones en defensa de sus derechos colectivos. Túpac Katari (siglo XVIII), Zárate Willka (siglo XIX), Revolución Nacional (siglo XX), por mencionar algunos.

Quizás el “proceso de cambio” emprendido el 18 diciembre del 2005, hasta el 10 de noviembre del 2019, sea la única sublevación democrática (no violenta). La Bolivia subalterna, ahora, vapuleada por la Dictadura post golpe, debería reconocer sus historias inconclusas sin mayores sentimientos de culpa.

(*) Defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos.

Fuente: Alainet

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