viernes, noviembre 22, 2024
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El Aborto, ¿Es un Asunto “de Principios”?

En un editorial reciente, citábamos palabras del líder de la Unión Demócrata Cristiana Italiana Rocco Buttiglione, entrevistado por El Mercurio (2 de noviembre 2014): “El integrismo es precisamente la pretensión de imponer la doctrina cristiana como regla de la argumentación”. Esto vuelve a cuento porque el actual e intenso debate sobre la despenalización del aborto suele inficionarse con posturas “integristas” y pareciera que lo que está en juego no son la dignidad y los derechos de la mujer chilena (un 51% de la población), sino la más o menos ortodoxa interpretación de textos “sagrados”.

 

No hay que ser muy perspicaz ni fino en el análisis para advertir que se va por mal camino si lo que se pone en tela de juicio es el valor de creencias y preceptos religiosos, versus lo que pueda opinar cualquier ciudadano a partir de su propia experiencia y cosmovisión.

Dicho en otros términos: no hagamos de este urgente debate una querella acerca de Dios y las interpretaciones de “su palabra”.

La religiosidad reside y se desarrolla, en primera y también en última instancia, en el fuero más íntimo de cada conciencia. Ello no significa desconocer la legitimidad de posturas y pronunciamientos de instituciones que representan a conjuntos humanos que se identifican en creencias y prácticas comunes. Pero tampoco es legítimo esgrimir tales compartidas creencias como argumentos decisivos con fueros para desacreditar, ni mucho menos inhibir, todo pensamiento no concordante con ellos.

Dicho en otras palabras, lo que está en juego hoy entre nosotros no es ni la existencia de un Dios ni la validez de lo que muchos sustentan, y a ello tienen el más estricto derecho, como “sus mandamientos”.

¿Es “valórica”, como se argumenta desde algunas posiciones, la querella por el aborto? Los que tal postura sostienen, ¿por qué aducen “argumentos científicos” e instalan la discusión en el terreno del “comienzo de la vida”? ¿Y por qué incurren en lo mismo algunos que se pronuncian por la introducción –que al menos en un caso no es más que un “restablecimiento”- del derecho a abortar en situaciones muy acotadas?

“Materia valórica” versus “derecho de las mujeres”: ¿se agota allí el debate?

¿Por qué, es lícito preguntarse, no se aduce “lo valórico” cuando de los derechos de los trabajadores se trata? ¿O del derecho a la salud?

La pregunta central, permítasenos así sostenerlo, no es acerca de concepciones religiosas o filosóficas. Aquí se trata de “la vida”, pero en términos concretos: la salud de la madre, la viabilidad de un embarazo normal, la tragedia de una violación.

Se aducen, respecto a este último punto, diversas opciones: la preocupación de la sociedad, el rol protector y el seguimiento por parte del Estado, etc., etc. Pero, ¿por qué todo ello no se había al menos intentado antes de este debate originado por la presentación de un proyecto de ley como el que propone el gobierno de la presidenta Bachelet?

Seguirán en este mes veraniego los debates, y no sólo respecto de este proyecto de despenalización del aborto en tres circunstancias perfectamente definidas. Y es que le viene muy oportuna a la derecha la creación de un escenario confrontacional, dada la crisis que la agobia. Día a día se acumulan los antecedentes acerca de la bancarrota moral y política de la llamada “Alianza por Chile”.

¿Acudirán al supremo recurso de rebautizarse?

Es muy posible. Para mejor identificarse ante la ciudadanía, buscarán todo cuanto pueda hacerlos “distintos”… a ellos mismos. Extremarán sus posturas “anti”… Tienen los recursos, no les faltan los aliados. Incluso, y nadie debería llamarse a engaño ni a escándalo, en la propia Nueva Mayoría las aguas no están del todo quietas.

Es que el problema, aunque no lo sea tanto como lo pretenden los retardatarios de siempre, es muy de fondo. Y por eso habría que ir también al fondo, y darles la palabra a las grandes protagonistas de un drama demasiado postergado en su tratamiento y resolución: las mujeres.

(*) Editorial semanario El Siglo

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