domingo, noviembre 24, 2024
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La ‘Guerra del Fútbol’ entre Chile y la URSS

Las calles de Santiago de Chile eran el 11 de septiembre de 1973 una ratonera repleta de militares, registros y secuestros. A las dos de la tarde, el cuerpo sin vida de Salvador Allende había sido sacado del Palacio de la Moneda. El golpe del Estado que llevó a Pinochet al poder coincidió con la noche prevista por la selección chilena de fútbol para viajar a Moscú y medirse a la Unión Soviética en un ‘playoff’ que daba una plaza para el Mundial de Alemania.

Pinochet quiso prohibir el viaje, recordando la decisión de Franco con España en 1960, pero el general Gustavo Leigh, jefe de la fuerza aérea, le convenció de lo importante que sería que el equipo viajara y jugara para transmitir normalidad y lo bueno que sería para la Junta Militar que la selección disputara el Mundial en términos de optimismo popular.

Esa noche, cientos de chiles fueron detenidos o ejecutados en controles militares. Varios jugadores de la selección fueron chequeados camino del aeropuerto de Los Cerrillos, pero, aun sabiendo que muchos eran simpatizantes de Allende, ninguno fue retenido. Guillermo Páez, por ejemplo, salvó el control con su credencial de jugador de Colo-Colo y la selección.

La noticia del golpe la conoció en París Alfredo Asura, enviado por la federación chilena a Europapara preparar una serie de partidos previos al choque de Moscú. “Cuando llegué, la recepcionista del hotel me dijo: ‘Se ha enterado, mataron a su presidente’. Respondí ‘¿a Fluxá?’, que era el presidente de la Federación, y me dijo ‘¡no, a Salvador Allende, el presidente del país!’. (‘Gloria Robada’, Edgardo Martiolo)

Así, en pleno vuelo a Europa, la selección chilena pasó de ser recibida en Moscú como un equipo hermano a aterrizar con el rango de enemigo máximo. Al llegar al aeropuerto de Sheremetyevoentendieron pronto que daba igual que hubiera jugadores, caso de Carlos Caszely, claramente identificados con ideas de izquierda. Pravda, el periódico oficial del Kremlin, se había encargado de trasmitir que llegaba un equipo de «extrema derecha».

Del avión pasaron a una larga espera en una sala custodiada por el KGB. La delegación chilena se instaló en el Hotel Ucrania para vivir una odisea: la comida nunca era la que pedía, el autobús jamás estaba a la hora pedida, los jugadores tuvieron que saltar las vallas del estadio que se les dejó para entrenarse porque estaba cerrado…

En un Olímpico de Moscú lleno, el 26 de septiembre la URSS y Chile empataron sin goles en un partido marcado por la dureza sudamericana, en especial sobre Oleg Blokhin, la gran estrella soviética, y la permisividad del árbitro, el brasileño Marques.

De ese colegiado se cuenta que era un anticomunista convencido y que durante el partido mantuvo varios diálogos con Figueroa, el chileno que marcó a fuego a Blokhin y que jugaba en el Inter de Porto Alegre. Ese marcaje sin castigo alguno, con una entrada que sacó al ucraniano varios metros fuera del campo, forma parte de las grandes ‘cacerías’ de la historia del fútbol.

Todo quedaba para la vuelta, fijada para el 21 de noviembre en Santiago de Chile. El 24 de octubre, Chile y la Unión Soviética habían roto relaciones diplomáticas después de varios incidentes, entre ellos el ametrallamiento el 10 de ese mes de la embajada soviética en Santiago en la calle Biarritz (Los Leones).

Sin embargo, ese partido jamás se jugó. El 2 de noviembre Valentin Granatkin, presidente del Federación Soviética, comunicó a la FIFA que su país no estaba dispuesto a jugar un partido en un estadio, el Nacional de Santiago, que era empleando como campo de concentración y ejecuciones. En la tarde del día 16, la FIFA informó, a través de su secretario general Helmut Kaeser, de la renuncia oficial de los soviéticos:

“La Federación Soviética de Fútbol ha informado hoy a la FIFA de manera oficial y definitiva que no jugara el partido preliminar por la Copa del Mundo el21 de noviembre de Santiago de Chile. No podemos hacer para que jueguen. Después de mantener una larga conversación telefónica con las autoridades soviéticas no han cambiado de opinión”.

Ese mismo día, la selección soviética aterrizó en México para jugar una serie de amistosos contra clubes americanos de varios países. Eso causó inquietud en Chile temiendo que los soviéticos decidieran juagar a última hora. Desde Santiago se abrió primero la posibilidad de jugar en Viña del Mar y después se reclamó a la FIFA una compensación económica si el partido no se jugaba.

El día 20, a sólo 24 horas del partido, la FIFA recibió la petición soviética de aplazamiento, que fue enviada y rechazada por las autoridades chilenas. Con el amparo de la Junta Militar, la Federación Chilena organizó todo para jugar el encuentro.

Se vendieron 18.000 entradas y se contrató al Santos (sin Pelé, que estaba lesionado) para jugar un amistoso en el caso de que los soviéticos no aparecieran. A las 18.30 horas de Santiago, Chile saltó al campo. No había rival, pero la pelota rodó en una secuencia grotesca que acabó en la red con el último toque de Francisco ‘Chamaco’ Valdés, entonces jugador de Colo-Colo.

Ese mismo futbolista había estado unos días antes en el Estadio Nacional preguntando por su amigo Hugo Leppe, presidente del Sindicato de Futbolistas. Había sido detenido, enviado al Estadio Nacional y liberado gracias a la intervención de Valdés.

Tras el ‘gol de Pinochet’, como luego sería bautizado’, el árbitro levantó el acta y se inició el Chile-Santos, con goleada brasileña (0-5). Ese mismo día, la URSS ganaba 0-3 al Irapuato, equipo de la Segunda división mexicana.

Tras el partido fantasma se inició la batalla jurídica. Al día siguiente, la Federación Soviética exigió a la FIFA la convocatoria del Ejecutivo de FIFA para resolver la situación. Acusaba a su presidente, Sir Stanley Rous, de ‘legalizar’ la dictadura chilena al haber enviado una delegación que dio luz verde a jugar en el Estadio Nacional de Santiago en la que estaba el brasileño Abilio d’Almeida.

Se trataba de un hombre cercano a Havelange y a la dictadura militar brasileña que respaldó el golpe chileno. Aseguró que Chile sufría desde Europa una campaña de descredito similar a la soportada por su país y que no era la primera vez que el Estadio Nacional se utilizaba para “situaciones de emergencia”. Pocos días antes de la inspección de la FIFA del Estadio Nacional había sido torturado y asesinado en ese escenario Víctor Jara. Por su parte, Rous aseguró que “la URSS se ha autoexcluido”.

El 5 de enero de 1974, en Frankfurt, la FIFA afrontó el caso. La URSS insistía en jugar el partido en un país neutral; Chile se negaba y exigía una compensación de 11.600.000 pesetas (hoy serían cerca de 70.000 euros).

Por 13 votos a 5 se dio la razón deportiva a Chile, el partido ganado por 2-0, pero ni se planteó la compensación económica que pedían los sudamericanos. Rous negó tras la reunión una amenaza del bloque de países socialista para boicotear el Mundial de Alemania.

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