La sociedad chilena está en la búsqueda de un nuevo destino político e institucional. Existen distintas visiones de análisis que están tratando de influir desde su perspectiva de intereses políticos, económicos, sociales y culturales.
Por un lado, está la derecha política con opiniones conservadoras orientadas a mantener el status quo. Intenta vestirse de argumentos democráticos, diciendo que hay que escuchar a la sociedad civil. Sobre esta base llega rápidamente a la conclusión que hay que detener ¡¡ya!! los procesos de reforma. Arguye que la gente no las quiere.
Por último, dicen, las reformas están mal diseñadas y sus efectos son nocivos. Por otro lado, está la derecha económica, un poco más estratégica que la derecha política. Saluda las reformas, pero su intención es que sean cosméticas, que parezcan cambiar todo para no cambiar nada. Los empresarios dicen sí a la reforma laboral, pero no al derecho a huelga sin reemplazo, lo cual es eje cardinal de la reforma.
Lo que sucede es que la derecha económica está intentando alinear a la derecha política. Recordemos, la derecha política no constituye ningún contrapeso parlamentario a los sectores políticos vinculados al gobierno de la Nueva Mayoría. La derecha económica sabe de esto, y a la luz de sus opiniones lo evalúa como negativo. Está claro que hoy en día el pacto clasista burgués al interior de la derecha es débil. La derecha económica tiene una estrategia distinta de la derecha política, y buscará incidir en la Nueva Mayoría.
La percepción ciudadana sanciona negativamente a ambas derechas. Los empresarios, por un lado, desprestigiados por distintos tipos de abusos de mercado. La derecha política, por otro, ha sido descubierta. Se ha develado que su trabajo político, en particular el de la UDI, está vinculado directamente a un solo grupo económico en Chile. Esto demuestra que la UDI no tiene una visión de clase integral, lo que molesta a gran parte de la burguesía empresarial. Lo cataloga como una traición de clase.
Ante la crisis de credibilidad que se encuentra viviendo el país, la derecha solo responderá a Chile entregando más de lo mismo. Peor aún, intentando hacer reformas a favor de quienes concentran más riquezas y poder. Ese es su designio de clase. No se puede esperar más de ellos. Es su rol histórico. Pero dato importante la derecha está dividida en su brazo político y económico. La izquierda debe leer esta coyuntura.
La izquierda chilena debe romper inercias. Debatir y buscar caminos que permitan la unidad de acción. Debe ser capaz de ganar confianza con el pueblo de Chile. Constituirse en un bloque que sea capaz de conducir los procesos de reformas, continuas y permanentes, por muchos años.
Si la izquierda piensa que solo le basta con tener el poder institucional del Estado para lograr los cambios políticos y sociales, estaría a lo menos en un error conceptual de carácter conservador.
El Gobierno y los procesos de reformas son instrumento o medio, pero no el fin en sí mismo. Por tanto, el gobierno como proceso político y social es un objetivo táctico, de acumulación de fuerzas. Siempre estará en disputa cada cuatro años. El objetivo principal es el cambio del bloque histórico en el poder. Este objetivo está más allá de solo utilizar el instrumento gobierno y el parlamento.
El cambio del bloque histórico en el poder es un proyecto de largo plazo. Tiene como mecanismo principal lograr la mayor unidad entre las fuerzas de izquierda, como elemento fundacional. La unidad se logra en el debate de ideas y en la construcción de un proyecto sociedad país, que ofrecer al pueblo de Chile.
En este ámbito se ha avanzado con el programa reformista de la Nueva Mayoría. Se está cumpliendo con reparos y críticas. Al andar de las reformas se vieron deficiencias políticas en el debate ideológico, que en algunos casos estribó en poca o nula capacidad de comunicar bien el objetivo de las reformas, o simplemente fueron muy mal comunicadas.
No pocas veces, las comunicaciones rayaban en la soberbia. Sin pensar que al frente tenían sujetos con poder y con capacidad de doblegar.
Una izquierda que sabe entender la fuerza y los dispositivos del poder que tiene la burguesía, es una izquierda más hábil y más consecuente con su proyecto político. Una izquierda que piensa que el cambio político solo lo determina la fuerza de un poder ejecutivo y un parlamento, va directo al fracaso político. Solo permitiría que la clase trabajadora y las clases subalternas sigan sometidas, y no proyectadas en un cambio político de fondo.
Una izquierda que lee bien la realidad es aquella que entiende lo fáctico, que es el poder de la burguesía. La burguesía compra y vende poder. La izquierda lo ha constatado históricamente.
La pregunta es ¿qué hacer para construir el camino de cambio del bloque histórico? Para lograrlo, lo más importante es incidir en todos aquellos espacios sociales, culturales, políticos que se correlacionan,para generar una hegemonía en la sociedad civil. Disputar en el debate público las ideas de justicia e igualdad. Incidir en la base social y movilizar colectivamente.
La izquierda debe reconstituir su base social y política. Integrarse a los nuevos procesos sociales, e inclusive potenciarlos.
Las reformas y el cambio de bloque histórico en el poder no solo pasan por la delegación del poder y de las ideas en un programa de gobierno, y en quienes tratan de implementarlo. Pasan también por un proceso político de largo plazo, que se oriente a que el poder sea una realización de las masas populares como un hecho de acción colectiva y democratizadora.
La democracia burguesa y su actual bloque histórico no van ser capaces de responder a la actual crisis de credibilidad y de proyecciones democráticas. Esto, porque simplemente creen en la estructura desigual del poder, y se sustentan en que hay gobernantes (sociedad política) y gobernados (sociedad civil).
Para la izquierda, la fusión entre la sociedad política y sociedad civil es un cambio de bloque histórico. Para ello se requiere sentir y escuchar a la sociedad civil, y debatir proyectos de sociedad que permitan su fusión.
Por tanto, hay tres articulaciones que se destacan en el debate de la izquierda, para permitir viabilizar este camino:
a) la articulación entre los intelectuales y el pueblo;
b) la relación directa entre teoría y la práctica en la base de la sociedad civil; y
c) el desarrollo de la conciencia y el manejo de la espontaneidad social.
En síntesis, la izquierda debe asumir su rol unitario entre fuerzas políticas. A la vez se debe abrirse a un cambio de correlación de fuerzas con la sociedad civil. Sociedad civil que cada día se manifiesta con más fuerza por el cambio en Chile. La sociedad civil es de avanzada.
Eso lo debe tener claro la izquierda, para no caer en infantilismos izquierdistas, menos en conservadurismos institucionales. Hay mucho que hacer, pero se puede avanzar sabiendo por donde caminar.