¿Qué se juega en esta segunda vuelta en que la carrera parece corrida? Para Evelyn Matthei la tarea es no perder por paliza y mantener un respaldo razonable a fin de enfrentar los cambios que se vienen. Para Michelle Bachelet el desafío es convencer a los indignados y desesperados que no creen en la Nueva Mayoría como motor de una transformación profunda.
La Alianza reorganizó su comando dejando fuera a Joaquín Lavín –el duro de la primera vuelta– en un intento por seducir a un electorado derechista que les dio la espalda a los sectores más extremos. Con los ataques frontales a sus adversarios y los acomodos conservadores en temas valóricos, Evelyn Matthei llegó apenas al 25% de los votos, 11% menos que los parlamentarios de su coalición.
Elocuente resulta que en las comunas más ricas –Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura– obtuviera más del 60% de las preferencias. Uno de cada cuatro votos los consiguió en Santiago Oriente.
Conscientes de esta realidad, los nuevos rostros se presentaron sonrientes, y destacaron que eran un grupo con ideas diversas pero muy unidos. Curioso mensaje, dado que la derecha ha insistido –y probablemente seguirá insistiendo– en que la Nueva Mayoría no logrará compatibilizar los intereses comunistas y democratacristianos para gobernar de manera eficiente.
Con un equipo joven y Lily Pérez como vocera sin interferencias desde la UDI, Matthei debiera suavizar sus embates para demostrarle al electorado que su verdadero yo no es el de la militante dura e implacable que exhibió en la primera vuelta.
Si bien Michelle Bachelet está casi instalada en La Moneda, la magnitud de su triunfo será relevante a la hora de encarar su mandato. Difícil pensar que alguien irá a votar si no lo hizo el domingo pasado. No hay nada dramático en juego para motivar a los más alejados de la política y a los desilusionados con el sistema.
Por lo tanto, crecer en la segunda vuelta significa convencer al electorado que ella será capaz de morderles el bolsillo a los ricos para avanzar de una vez por todas hacia una sociedad más igualitaria. Deberá persuadir a los enojados que ahora sí el desarrollo será sinónimo de mejor calidad de vida para todos y no sólo de un alto PIB.
A la luz de los resultados del domingo último, los sectores más necesitados no dudan de que Michelle Bachelet pueda avanzar en esta dirección. En La Pintana, por ejemplo, una de las comunas más pobres de la capital, la candidata de oposición obtuvo el 58% de los votos. Similar apoyo logró en la provincia de Arauco, donde sus adherentes en las comunas de Lebu y Los Álamos superaron el 60%.
Lo mismo ocurrió en las zonas más afectadas por el maremoto del 27-F, en las que los intentos por desprestigiar a Bachelet parecen haber chocado con la realidad de sus habitantes. No se explica de otro modo que haya obtenido más de un 60% de los votos en Constitución; 65% en Iloca; 58% en Dichato, y 57% en Cobquecura, el epicentro del terremoto.
Distinta es la realidad en la Región Metropolitana y en el norte del país, especialmente en Antofagasta, donde su respaldo apenas bordeó el 40%. Pero quizás lo más significativo es que el adversario relevante no fue Evelyn Matthei sino los candidatos que aglutinan el descontento. En Antofagasta, Franco Parisi superó a la candidata de derecha con un 21,7% contra 19,1%, mientras Marco Enríquez-Ominami obtuvo el 13,5% de las preferencias. En Santiago, conquistaron entre ambos a un 22% del electorado.
No hay que ser muy perspicaz para descubrir que Santiago y Antofagasta no sólo son las regiones más ricas de Chile sino que es allí donde las desigualdades y las injusticias se vuelven obscenas y humillantes. En estas regiones hasta el más ciego e iluso comprende que el aporte que ha hecho al país en las últimas décadas está beneficiando a toneladas a unos pocos y mientras entre los suyos sólo caen migajas.
Es allí donde se hace evidente que el esfuerzo por salir de la pobreza, equipar la casa como una vivienda del siglo XXI, enviar a los hijos a la universidad, tiene un costo inhumano, mientras otros compatriotas gozan de un lujo asiático. Es allí donde la codicia saca roncha, pica y hiere, haciendo imposible ignorarla.
Es en estas dos regiones donde Michelle Bachelet no sólo se juega la elección sino, sobre todo, el apoyo que requiere para llevar adelante las reformas estructurales que está ofreciendo. Disminuir la brecha vergonzosa de desigualdad que se instaló en el país es la gran misión de su segundo mandato. Lo primero será entusiasmar a los que están perdiendo las esperanzas.
Fuente: El Mostrador