lunes, noviembre 25, 2024
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Que Sigan las Marchas para Mejorar la Educación

Tienen toda la razón los profesores de haber parado el pasado 11 de octubre. Basta poner atención a una de sus razones, la de poder contar con una auténtica Carrera Profesional Docente, que es una demanda muy sentida desde hace décadas, y que acaba de ser votado en la Cámara de Diputados pese a que los docentes pidieran quitarle la suma urgencia y así tener el tiempo suficiente para debatirlo y enriquecerlo con mayores aportes.

En este proyecto, que solo aborda la formación inicial de los profesores y deja afuera los aspectos pedagógicos, ocurrió lo de siempre. Con la obcecación que ya se conoce de este gobierno, éste presionó al legislativo para que en tiempo récord y entre gallos y media noche fuese aprobado por la Comisión de Educación y se pusiera intempestivamente en la tabla para ser votado en sala el miércoles 9 recién pasado. En condiciones de inconsulto y rechazado por la ciudadanía quedó votado y aprobado este proyecto, que es una de las banderas de lucha con las que se expresó hoy el profesorado en las calles.

Aunque algunos diputados se extrañaron de este proceder del Ejecutivo, lo cierto es que los proyectos de vital importancia para la sociedad chilena este gobierno los ha sacado a presión, aprovechándose abusivamente de su facultad legislativa.

Produce gran decepción que se haya aprobado el proyecto en general, con 73 votos a favor, 8 en contra y 7 abstenciones y con ello se favoreciera la postura de la Ministra Carolina Schmidt, en contra de lo reclamado por uno de los actores protagónicos del movimiento por la educación como es el Colegio de Profesores. Es lamentable la postura que finalmente se impuso entre los diputados que asumieron como positivos los argumentos de este gobierno a sabiendas que su visión es que la educación es un bien de consumo y no un derecho. Lo que la sociedad chilena quiere debatir con todos los actores es cómo se mejoran las condiciones de enseñanza que hoy son pésimas.

Este proyecto, contra el cual protestan los profesores, en su entramado argumental promete desarrollar y mejorar el desarrollo profesional docente. Esto es lo complejo, porque los profesores hoy se ven enfrentados a argumentaciones artificiosas de dos instituciones del Estado, Ejecutivo y Legislativo, muy difíciles de desmontar y que están sustentadas en falsas creencias.

Una de estos mitos es que la revalorización social de la carrera de pedagogía pasa solo por incentivar económicamente la formación inicial docente o premiar con remuneraciones competitivas a los profesores, o estimular con incentivos perversos a unos en desmedro de otros. Es una visión aberrante.

El diagnostico del que se parte es que el nivel de los que ingresan a estudiar pedagogía es bajo, que su rendimiento académico es bajo y que por tanto egresa un mal profesional. Sin embargo, lo visto es que el estudiante que saca mal puntaje PSU es el que proviene de los establecimientos públicos municipales, que son los más vulnerables socialmente. Éstos entran mayoritariamente a las universidades privadas a estudiar pedagogía, entidades que entregan baja formación y que nadie regula. Son los mismos que obtienen baja puntuación en la actual prueba Inicia. Algo distinto pasa con los estudiantes que provienen de colegios particulares pagados e ingresan a estudiar a las universidades tradicionales gracias al alto puntaje obtenido en la PSU. Es decir, el nivel de rendimiento intelectual está correlacionado con los ingresos económicos del estudiante.

La excusa con la que el gobierno se impone ante los parlamentarios y ante la sociedad, es la supuesta exigencia por la excelencia, que no pasa de ser un discurso fracasado de este gobierno de la derecha. La tal excelencia finalmente ha sido un fiasco en todo orden de cosas.

Esta falacia de atraer los “mejores talentos” a las carreras de pedagogía, a cuyos egresados se les pondrán las “mayores exigencias obligatorias” con una prueba Inicia que los habilite para el ejercicio de la profesión, esconde la visión mercantilista de mantener liberalizadas al mercado a las entidades formadoras, que son las que se demostró fallan en este sistema, centradas en generar lucro con la educación y no verdadero conocimiento útil para la sociedad.

Por otra parte, de qué puede servir evaluar a un egresado de pedagogía y certificarlo para tan especial oficio como educar, cuando se sabe que es el desempeño en el aula, unido al contacto con la comunidad educativa y su realidad que un profesor logra el nivel deseado que lo califica para enseñar, y que lo hace ser reconocido como un maestro.Por demás, el 40 por ciento de los egresados de pedagogía deserta a los 5 años de ingresar a hacer clases, porque el sistema no le asegura condiciones para el desarrollo profesional.

Evaluar a los egresados de pedagogía, mejorar el salario de los profesores y hacer atractiva la carrera docente disminuyendo la brecha salarial que existe con otras carreras, entregando más horas a los profesores del sector municipal para preparar sus clases, es un tinglado atractivo que esconde la letra chica de mantener el negocio en la educación y eludir las exigencias de calidad formativa que adeudan las entidades formadoras.

El tema con los profesores no solo es la selección de los más apropiados, que en todo caso tiene que ver con la vocación no con incentivos económicos. Ningún joven pensará en estudiar pedagogía porque eso le hará ganar más plata. El tema también son las condiciones laborales en las que desarrollará su trabajo y las del retiro después de años de entrega a la educación.

Si hoy la carrera de pedagogía es poco atractiva será porque los programas de formación no dan cuenta del proceso de cambio de la sociedad, de los intereses de los jóvenes, de las nuevas tecnologías y del giro valórico que hemos comenzado hacer como comunidad hacia querer una vida basada en la solidaridad y la justicia y no en la descarnada competición individual.

La falta de formación de los profesores no puede ser responsabilidad de los estudiantes de pedagogía; es principalmente responsabilidad de las casas de estudio que hoy se rigen por la lógica mercantil sin regulación de ninguna especie.

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