Chile despertó de otra manera esta semana. Al igual que en las terapias grupales en que todos quieren hablar pero nadie se atreve a comenzar, el artículo del rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña y nada menos que en El Mercurio, tuvo repercusiones que el vocero de los Edwards –de haberlo sabido- habría encontrado manera de censurarlo. El entonces teniente Emilio Cheyre acudió cándidamente a entregar un bebé de dos años a “las monjitas” más cercanas a su regimiento porque sus padres, claro ambos extranjeros, se habían “suicidado”. Qué tal? A quien le puede parecer normal esto.
Estimado lector (a), si hoy, su jefe –civil o militar- le dijera vaya a dejar esta guagua al convento… usted va y punto?.
Además se le olvida y no hace ninguna relación con nada. Cabe notar que el general Cheyre ya en 2003 declaró ante la justicia sobre este tema pero entonces bastó con que no fuese inculpado. Hoy se le exige una opinión que ya no puede más basarse en la excusa tristemente famosa del “yo no sabía”.
Nunca se me pasó por la mente, dice el olvidadizo Cheyre, relacionar esto con cosas que se decía en todo Chile. Todos sabían. Incluso el General Cheyre hace bastante tiempo,
porque el propio Ernesto Lejderman Avalos -el bebé de ese entonces- le pidió una entrevista que no concedió.
Fui engañado dice el cándido Cheyre. Suena extraño que alguien tan fácil de engatusar haya llegado a la Comandancia en Jefe del Ejército. Para su defensa argumentó sorpresivamente que “los abuelos del niño también lo engañaron porque no le dijeron cómo habían muerto sus padres”. El general Cheyre con este argumento recupera más bien se apodera de una grosera dosis de crueldad. En efecto, mal podían los abuelos de Ernesto arriesgar a un niño a que, por decir que sus padres habían sido asesinados por la dictadura chilena fuera, además, reprimido por la dictadura argentina.
No señor Cheyre!
lo suyo es ocultar la verdad de flagrantes atentados a los derechos humanos; lo de los abuelos de Ernesto es proteger la vida de un niño. Más aún el general Cheyre declara algo que puede ser considerado aun peor: No haber leído el informe Rettig que fue público y entregado oficialmente al Presidente de la República en 1991 sino 8 años después. Puede un General en jefe del ejército no leer un documento oficial y que involucra a su institución de público y amplio conocimiento?.
Señor Cheyre, todos creerían que es mejor para su propia imagen decir que lo leyó a riesgo que la gente use epítetos muy fuertes por esa omisión!!!
En este contexto, la candidata Mathei, que obviamente le incomodan estos temas porque ella también sabía, eludió opinar diciendo que no era un tema nacional; la candidata Bachelet curiosamente, dijo que este (la renuncia al Servel) era un tema personal de Cheyre en circunstancias que involucra el tema mas nacional de Chile en los últimos 40 años. Solo el candidato del PRO ha insistido en su renuncia y no solo a la presidencia del Servel, sino a su participación en esa entidad.
Chile se venía acostumbrando a la hipocresía y he aquí un segundo caso que tiende a terminar con ello. Todo el país ha sabido que hay evidentes sospechas de que el ex presidente Eduardo Frei Montalva fue asesinado mediante la inyección de elementos químicos para lo cual la DINA, policía secreta de la dictadura, tenía un especialista en esta materia, el químico Eugenio Berríos. Las insistentes peticiones de la familia Frei, y las cada vez mayores convicciones de que el expresidente no había terminado sus días de manera normal y que había mediado asesinato por inyecciones químicas.
Primera Piedra señaló que lo más importante del 2003 era el desenmascaramiento del caso Berríos porque mostraba que se había asesinado a un presidente de la República solo por no concordar con ellos. Primera Piedra en su número 66 del 20 de Septiembre de 2004 ya adelantaba lo siguiente:
“Muchos en los años sesenta acusaron a la izquierda de fantasear con los agentes de la CIA. Hoy, cuando se desclasifican los archivos en EE.UU., se prueba fehacientemente que la CIA fue decisiva en el derrocamiento del Presidente Allende; que el paro de camioneros –tal como lo decía la izquierda- fue financiado íntegramente por la CIA, etc., etc.
Luego, se acusó de fantasear a la Resistencia cuando dijo que los atentados contra Letelier, Prats y Leighton en el exterior eran preparados por Pinochet y que contaban con aliados entre los militares y paramilitares en diversos países. Hoy están identificados con nombres y apellidos los agentes de la DINA y militares que participaron en estos asesinatos.
Algunos de ellos, como Contreras, tienen varias condenas al respecto. La derecha dijo y dice (nótese que hasta 2004 seguían afirmando esto) que no sabía nada de esto… Los diarios de la derecha durante la dictadura eran totalmente sumisos y compartían las mentiras oficiales.”
Esta semana la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago aumentó las penas a todos los responsables del secuestro y asesinato del ex químico de la DINA, Eugenio Berríos cuyo cadáver apareció en Uruguay en 1992. Como autores materiales quedaron sentenciados: el ex capitán de Ejército, Arturo Silva Valdés: 15 años y un día por su responsabilidad como autor de secuestro con homicidio y 5 años y un día por asociación ilícita. Jaime Torres Gacitúa: 10 años.
Y como autores intelectuales fueron condenados tres generales del alto mando de Augusto Pinochet que hasta ahora no había culpables por esta modalidad.
Ellos son: Hernán Ramírez Rurange, Eugenio Covarrubias Valenzuela y Fernando Torres Silva condenado a 10 años y un día por su responsabilidad como autor de asociación ilícita. Este último había escapado de diversas sospechas de participación en ilícitos porque en los especialistas de derechos humanos hay la convicción que era el encargado operativo de Pinochet para evitar que los inculpados de crímenes fueran a “salpicar” al general.
En esta tarea es que hoy se le condena a 10 años de prisión porque como se comentó endetalle en Primera Piedra No 29 del 5 de enero 2004 su participación era para evitar que el químico Berríos declarara la verdad dejando en claro la participación de los más altos mandos de la DINE y del dictador en tales asesinatos.
A 40 años del golpe militar se sienten nuevos aires para lograr la verdad, el reconocimiento y la justicia. Todos los que se han escondido, agazapados o tergiversados los reales acontecimientos y los que son responsables por acción u omisión deberán dar cuenta de sus actos.
Sin rencores ni odios pero ya no es posible que, por ejemplo, un general de la FACH diga que no sabía lo que pasaba un piso más abajo cuando se torturaba a otro general de la FACH tratado hasta hace poco como amigo.
Ya no basta con decir yo no lo torturé sino aquel debe pedir perdón por no haber hecho nada para evitar que otros lo torturasen.
Fuente: Primera Piedra