En el cementerio judio de La Tablada fue sepultado el cuerpo del fiscal argentino Alberto Nisman, fallecido la semana pasada en circunstancias que no han sido dilucidadas. Todas las entidades de la colectividad judía en Argentina, la más grande de América Latina, cerraron sus puertas durante el día, en señal de duelo. Centenares de personas acompañaron el entierro y remarcaron el divorcio entre quienes ven este acto como un esfuerzo más para desestabilizar al gobierno de Cristina Fernández y quienes se empeñan, con la ayuda de toda la prensa de derecha, de responsabilizar al gobierno por esta muerte.
Mientras tanto, las entidades que pueden aclarar el asunto – la fiscalía, la policía y los expertos forenses – no han dado información aclaratoria. Aún más, todavía no se sabe de manera categórica si fue una autoeliminación o un asesinato.
Nisman, que había acusado a la propia presidenta y a sus principales colaboradores de encubrir a los inculpados del atentado a la AMIA (explosión en la mutual judía que dejó 85 muertos hace 20 años) iba a presentar sus pruebas ante la Cámara de Diputados, pero murió 24 horas antes. Esta es la única situación que permite a la derecha argentina acusar al Gobierno de la muerte de Nisman: ellos iban a ser acusados y, por tanto, ellos la mataron.
Pero además de obvia y burda, esta hipótesis ha sido desvirtuada por otros hechos que hay que poner en contexto. El primero de ellos es la debilidad de las pruebas que poseía Nisman y que conocidas, han sido desbaratadas por organizaciones imparciales, como INTERPOL, por ejemplo. Otro hecho relevante es la fuente de información de Nisman, un ex directivo de las fuerzas de inteligencia argentina, que trabajaba con el fiscal fallecido desde 2005, pero que sólo a fines del año pasado, cuando la gobernanta lo despidió de su cargo, entregó a Nisman las pruebas que le permitieron acusar a la presidenta. En esta situación, la venganza debilita el valor de las cuestionadas pruebas, que ya habían sido calificadas por juristas como “endebles”.
Indudablemente la muerte de Nisman favorece muchísimo mas a la oposición al gobierno que al oficialismo, que con este hecho policial queda en la fama de todos aquellos que le apuntan.
Otro de los elementos que hacen más complejo este caso es que el fiscal Nisman tenía una escolta de diez agentes de seguridad, asignados especialmente por si grupos radicales iraníes (de esta nacionalidad son los principales acusados del caso AMIA) querían atentar contra él. Este hecho fortalece la teoría del suicidio pues, supuestamente, su integridad estaba asegurada, sin embargo dicha guardia fue evidentemente vulnerada. ¿por quién? La única personas que estuvo en el departamento del fiscal fue un técnico en informática, amigo del fallecido y quien, por propia confesión, le facilitó el arma que fue encontrada junto al cuerpo de Nisman.
El técnico en cuestión, Diego Lagomarsino, un hombre de 35 años, entregó una versión sobre sus idas y venidas del departamento de Nisman, las que no coinciden plenamente con los registros y testimonios que posee la fiscal que investiga el caso, Viviana Fein
Al paso del cortejo de Nisman hacia La Tablada, los argentinos se reunían para darle un adiós. Cualquiera de las versiones que ellos abrazaran, todos sentían su muerte y debatían entre ellos alineándose tras una u otra teoría. Incluso un anciano, que fue repudiado airadamente por quienes esperaban en la puerta del cementerio judío, se aventuró a decir que este era un crimen pasional y que habría que investigar las relaciones entre el fiscal muerto y el amigo que le prestó el arma.