La Procuraduría de Justicia del Estado de Veracruz, México, informó que el cuerpo del activista y periodista Moisés Sánchez Cerezo, secuestrado el día 3 de enero desde su hogar, ha sido localizado. El hallazgo fue posible gracias al testimonio de su presunto asesino, el ex policía Clemente Noé Rodríguez Martínez.
Rodríguez confesó que el asesinato fue un encargo del alcalde de Medellín de Bravo, Omar Cruz Reyes. La víctima informaba en sus artículos de la violencia local en ese municipio y criticaba a las autoridades locales.
Este nuevo crimen demuestra la inseguridad en que viven los mexicanos. Ayer fue en Guerrero en donde Alcalde, policías y narcotraficantes hicieron una alianza y asesinaron a 43 estudiantes normalistas. Este hecho puso al descubierto decenas de fosas clandestinas repletas de cadáveres en el Estado de Guerrero y la movilización de centenares de personas en el Banco de ADN, intentando que se identificara a sus parientes entre los restos encontrados.
Las protestas ciudadanas han sido reprimidas por las autoridades nacionales con violencia brutal de parte de los policías. Y ante la declaración de que las movilizaciones seguirán adelante, han comenzado las amenazas telefónicas anónimas y las advertencias mafiosas. ¿Ante quien pueden reclamar los mexicanos?
Sánchez Cerezo, el periodista asesinado, denunciaba justamente estos abusos de autoridad y la complicidad policial con la delincuencia. siete días después de su secuestro, el medio digital E-Veracruz informó del hallazgo de un cuerpo que sería el del comunicador, pero la Procuraduría dijo no poder afirmar ni desmentir el hecho. En esa misma oportunidad Luis Velázquez Rivera, miembro de la organización “Periodista de a pie” confirmó cual había sido el destino de Sánchez Cerezo y escribió en Facebook: «Se les pasó la mano cuando lo torturaron y murió en la tortura»,
Sin embargo, inexplicablemente y aún cuando sus recursos son infinitamente mas y mejores, la Procuraduría de Veracruz recién reconoce el asesinato.
Los mexicanos esperan no sólo la solidaridad internacional de los pueblos, que la han tenido en abundancia, sino también las protestas formales de quienes se erigen como los líderes mundiales de los derechos humanos y van repartiendo sanciones e intervenciones políticamente dudosas, mientras guardan silencio frente a evidencias que no aportan a sus fines hegemónicos.