El nieto número 114 de la agrupación de las Abuelas de Plaza de Mayo , secuestrado por la dictadura argentina y entregado a otra familia,fue descubierto y reconocido con su real identidad.Se trata del hijo del estudiante de arquitectura Hugo Alberto Castro y de la maestra y estudiante de tercero de Económicas Ana Rubel, ambos desaparecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el último lugar donde fueron vistos con vida, en 1977. Al momento de ser detenida Rubel tenía dos meses de embarazo, por lo que siempre las familias y amigos de la pareja buscaron incansablemente al niño que formó parte de unos 500 infantes desaparecidos durante la dictadura militar argentina que se extendió entre 1976 a 1983.
El pequeño nació en la sede de la ESMA y se crió en la casa de un médico de la fundación benéfica Casa Cuna, según los datos entregadas por Estela de Carlotto , presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.El nieto 114 no alcanzó a conocer a sus abuelos , quienes fallecieron tiempo antes sin poder abrazar a su descendiente y sin lograr la alegría de recuperarlo.
Hay muchas abuelas aún en Argentina que siguen buscando a sus nietos a sabiendas de que les queda ya poco tiempo de vida.
Ignacio Guido Carlotto, nieto de Estela de Carlotto , quien conoció su identidad biológica a los 36 años, luego de más de 30 años de búsqueda , expresó también su felicidad por el nuevo hecho , a través de Twitter: «Enorme alegría por otro nieto más, el 116. Vamos!».
Desde el 5 de agosto en que se conoció la identidad del nieto de Estela de Carlotto, cientos de personas fueron a la sede de Abuelas en Buenos Aires a someterse a las pruebas biológicas. A finales de agosto apareció la nieta 115, cuya abuela Licha de la Cuadra, fue la primera presidenta de la organización. «Falleció en junio de 2008 sin poder abrazarla», aclaró De Carlotto ..
Testimonio de Carlos D’Elía Casco
Otro nieto, el N°52 , hoy de 36 años, ha señalado que conocer su verdad lo liberó Sin embargo reconoce también el tremendo impacto que sufrió a la edad de 17 años. cuando se enteró de que quienes «creía mis padres en realidad no lo eran. Nunca antes había tenido dudas sobre ello. Ese momento marcó un antes y un después en mi vida, me tocó madurar de golpe. Todo ese tiempo, sin saberlo, mi familia biológica me había estado buscando incansablemente. Aún no me conocían y ya me querían. Cuando los resultados de los análisis genéticos confirmaron que yo era el hijo de Yolanda Casco y Julio D’Elía, finalmente pudimos conocernos —debí llamarme Martín, pero cuando me dieron elegir, preferí conservar el nombre Carlos—. Como mis padres, mi familia es uruguaya y vive repartida entre Montevideo y Salto. «
Agrega que fue tal la emoción vivida que les pidió a sus familiares » ir de a poco» porque necesitaba poder procesar todo lo que le estaba pasando.Ellos respetaron mis tiempos , pese a todos los años que habían pasado.» Nos unía la misma sangre, pero el vínculo no lo íbamos a construir de un día para el otro. Teníamos que conocernos, aprender a querernos… En realidad, yo tenía que empezar a quererlos; ellos siempre lo habían hecho.»