Hace 79 años, medio millar de mapuches y campesinos chilenos pobres cayeron asesinados, luego de ser rodeados por un regimiento de carabineros enviado por el gobierno de Arturo Alessandri Palma, en las inmediaciones del fundo Ranquil, el 6 de julio de 1934. Su delito: luchar en defensa de su tierra y contra la esclavitud y el hambre a que eran sometidos junto con sus familias.
Con la hipocresía y falsedad que son características de la derecha chilena, sus personeros gustan condenar la violencia, la subversión y el terrorismo. Pero la verdad es que las páginas más siniestras de nuestra historia, en que la sangre de obreros y campesinos ha regado la tierra chilena, las han protagonizado los gobiernos de la clase dominante a través de las Fuerzas Armadas, que han sido siempre su brazo armado contra el pueblo.
Así ocurrió en el levantamiento campesino de Ranquil y Lonquimay, que muy pocos chilenos conocen y que Patricio Manns recordó así en “El Memorial de la Noche”: «Y yo he venido a buscar la espantosa verdad de 1934, entre otras cosas para que los chilenos sepamos de una vez por todas quiénes somos los chilenos, qué hicimos y qué es lo que se nos oculta de nuestra propia historia. Porque los acontecimientos de 1934 jamás entraron en la historia oficial».
La voz “Ránquil” tiene su origen en el idioma mapuche, “rangkül“, que significa “carrizo”, una planta gramínea usada como forraje. La trágica matanza y sus antecedentes fueron noveladas por el escritor chileno Reynaldo Lomboy, (1921–1974), en su famosa novela “Ranquil”.
Hagamos un poco de historia. Los orígenes de la rebelión son múltiples. Por una parte, el masivo plan de colonización impulsado por el gobierno de Chile entre 1881-1914 por la instalación de 15.000 colonos extranjeros (alemanes, franceses, suizos, bohemios, etc.), lo que tuvo como consecuencia la disminución del patrimonio de los pueblos mapuche, pehuenche, huilliche y lafkenche, los que presionados por la continua enajenación de tierras por parte del Estado de Chile se convirtieron en empobrecidos agricultores del sector de Lonquimay.
A eso se suman las condiciones de semi-esclavitud en que vivían los campesinos y los obreros del sector de Lonquimay, similares a las plantas salitreras del norte de Chile, donde los trabajadores se encontraban sometidos a su empleador y el pago no se realizaba en dinero sino que en fichas, que sólo se podían cobrar en las pulperías de propiedad del patrón.
Además, desde fines del siglo XIX se provocaron graves disputas entre las comunidades mapuches, antiguas propietarias de la zona, que habían sido expulsadas de sus tierras históricas, para ser distribuidas a colonos extranjeros. A comienzos de 1934, la Sociedad Puelma Tupper empezó a exigir el desalojo de los «ocupantes» o «usurpadores» de las tierras que les habían sido asignadas por el gobierno.
Esto produjo la disputa entre las comunidades y las autoridades. Pese a que se llevaron conversaciones entre las partes, fuerzas de Carabineros empezaron a hostigar a los ocupantes.
El levantamiento de los campesinos mapuches fue consecuencia a la vez de la sublevación de los trabajadores de los lavaderos de oro de Lonquimay, que se alzaron en contra del patrón de la pulpería por los tratos abusivos, y la asaltaron y quemaron.
Ante esta situación, el gobierno de Arturo Alessandri Palma envió un cuerpo de carabineros y de fuerzas militares a la zona, que atacó a los insurgentes y en vez de disolver la revuelta provocó la unión de los obreros con los campesinos y las comunidades mapuches.
Estos se reunieron en los alrededores, se armaron con escopetas y armas de todas las especies y marcharon sobre Temuco. El gobierno, alarmado, envió a un regimiento entero de policías. La batalla se produjo cerca del fundo Ranquil, donde los combatientes, que se habían rendido, fueron rodeados y cobardemente masacrados por carabineros el día 6 de julio de 1934. Según algunas fuentes, los muertos llegaron a cerca de los 500, pese a que la versión oficial habla de 150 y 200 muertos.
Hoy en día, en que parlamentarios derechistas y personeros del gobierno de Piñera, que fueron protagonistas de la dictadura de Pinochet y cómplices, al menos por omisión, de sus crímenes y violaciones a los derechos humanos, hablan de violencia, tomas de colegios, encapuchados y barricadas, sería bueno refrescarles la memoria y recordar la masacre de Ranquil.
Fuente: Semanario El Siglo, edición Nº 1671