Planeta Tierra. Lluvias antes de lo previsto, control de huracanes, nieve para paliar sequía, reducción del tamaño de los granizos, todo esto es técnicamente posible gracias a la geoingeniería. Intervención tecnológica y científica a escala planetaria para intentar contrarrestar los efectos del cambio climático. Primavera todo el año. Un peligroso juego de consecuencias imprevisibles. El sector privado -las multinacionales químicas, silvícolas, petrolíferas y de agronegocios-, el mismo que había contribuido y se había beneficiado de este caos, da la bienvenida a esta especie de plan B providencial que pretende dar esquinazo al cambio climático.
Al principio un grupo de científicos influyentes, respaldados por EEUU, niegan con rotundidad los efectos del cambio climático. Posteriormente no sólo lo aceptan sino que proponen medidas tecnológicas para salvar la crisis climática. El mismo camino siguen la mayoría de los Estados del Norte del planeta, responsables de la mayor parte de emisiones de CO2.
El sector privado -las multinacionales químicas, silvícolas, petrolíferas y de agronegocios-, el mismo que había contribuido y se había beneficiado de este caos, dan la bienvenida a esta especie de plan B providencial que pretende dar esquinazo al cambio climático.
¿Qué provoca este cambio de opinión? Admitir desde el principio los hechos, suponía reconocer el fracaso del actual modelo económico, algo que no interesa bajo ningún concepto porque sigue produciendo beneficios. Por otro lado, hablar de un cambio de paradigma sería una medida bastante impopular entre la población. ¿Solución? Dejar las cosas como están y buscar otras «salidas» que mitiguen los efectos de este ya imparable cambio climático.
Algo que permita seguir con las emisiones de CO2, el actual nivel productivo y por supuesto de consumo, que garantice la continuidad del actual sistema.
Es en este contexto donde surge la geoingeniería, el famoso plan B, una rama de la ingeniería que aplica los avances tecnológicos a gran escala, para contrarrestar los efectos de los cambios en la química atmosférica. Y curiosamente, los negacionistas son los principales promotores de estas nuevas tecnologías. ¿Coincidencia?
El periodista independiente Miguel Jara, especializado en investigación y análisis de temas de salud y ecología ha estudiado en profundidad este tema y le ha dedicado incluso un capítulo en uno de sus últimos libros: La salud que viene: Nuevas enfermedades y el márketing del miedo (Península).
Él explica:
«Durante los últimos lustros, más o menos desde que se comenzó a demostrar la influencia del ser humano en el cambio climático y por tanto a cuestionar el actual modelo de producción y consumo capitalista, han surgido entidades que, financiadas por el sector petrolero y químico -con la empresa Exxon a la cabeza-, han intentado crear confusión en torno a la existencia del cambio climático para retrasar la adopción de medidas destinadas a combatirlo, dado que estas no pueden beneficiarles. Con el paso del tiempo el deterioro ambiental es tan evidente -y sus acciones de lobby y desinformación también- que la estrategia está cambiando. Ahora no se duda tanto de la acción del hombre y su sociedad de consumo sobre el clima, sino que se insiste en la “mitigación” y “adaptación” de nuestro sistema al cambio climático. Eso quiere hacerse mediante un nuevo mercado que es el que proporciona la geoingeniería: Regular la temperatura del planeta a niveles confortables para la vida por medio de complicadísimos y costosísimos proyectos tecnológicos. Es decir, no tocar el sistema económico que nos ha conducido a esta situación y además hacer negocios nuevos con las tecnologías de combate del cambio climático».
Si hemos conseguido entre todos calentar el planeta, ¿por qué no podríamos enfriarlo?, argumentan los defensores de la geoingeniería. Un tema que viene debatiéndose en la prensa científica desde mediados de los años noventa, no sólo de EEUU sino también de Europa.
Para ello se barajan diversas propuestas y se han realizado varios experimentos a pesar de que el Organismo Subsidiario de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico de Naciones Unidas establece que «ninguna actividad de geoingeniería relacionada con el clima tendrá lugar hasta que exista una base científica adecuada para justificar tales actividades».
Quién justifica tales actividades, quién las controla… son peligrosos espacios en blanco. Mientras, la clave está en saber vender. Así, proyectos que nunca hubiesen pasado un control con un mínimo de garantías éticas, económicas, ecológicas o sanitarias, están ganando legitimidad ante gobiernos e instituciones científicas. Se venden como proyectos «verdes», «ecológicos», de «fomento al desarrollo». ¿Por qué no disfrutar de la primavera la mayor parte del año?
Qué se está haciendo
Si bien existe una cierta divulgación sobre las investigaciones de geoingeniería, faltan explicaciones viables para aproximar el tema al ciudadano de a pie. La modificación ambiental se viene realizando desde hace tiempo. En 1932 y 1949 se hicieron los primeros experimentos con productos químicos para crear lluvia artificial, antes incluso de que se hablara del cambio climático. Pero hay muchas más cosas en marcha.
El grupo ETC, una organización internacional con sede en Ottawa (Canadá), lleva años investigando y analizando este tema. Defienden la adopción de una moratoria sobre geoingeniería y alertan del peligro de los experimentos que se vienen realizando en este campo. En su informe ‘Geoingeniería: Jugando con Gaia’, hablan de tres categorías de experimentos: Manejo o gestión de la radiación solar, captura o remoción de dióxido de carbono y la modificación del clima. No es ciencia ficción.
Manejo de la radiación solar:
– Aerosoles de sulfatos en la estratosfera: Se lanzan nanopartículas de sulfato o de aluminio a la estratosfera mediante aerosoles para bloquear la luz del sol. De este modo consigue bajar el termostato de la Tierra sin reducir los niveles de gases con efecto de invernadero en la atmósfera.
– Blanqueamiento de nubes: Se rocía agua de mar hacia la atmósfera para incrementar la reflectividad y condensación de las nubes, y así reflejar de vuelta al espacio la mayor parte de los rayos del sol.
– Pantallas espaciales: Lanzamiento de billones de pequeñas naves espaciales automáticas que actúan como espejos, a miles de kilómetros por encima de la Tierra, para evitar que una parte de los rayos del sol lleguen a la superficie del planeta, reduciendo así el calentamiento global.
– Mejora del albedo: Se trata de incrementar la reflectividad de la superficie de la Tierra plantando cultivos más blancos o más brillantes, o cubrir regiones desérticas o montañas con material blanco reflectante.
Implicaciones:
La manipulación artificial de la radiación solar podría detonar un descontrol en el frágil balance de los complejos ecosistemas que han evolucionado durante milenios. La gestión de la radiación solar es un instrumento burdo (también se le conoce como “Plan B”), sería una medida de emergencia para enfriar el clima en situaciones catastróficas. Sin embargo, se considera cada vez más como parte de una nueva gestión planetaria permanente, donde diversas variables podrían optimizarse para lograr un clima “a la orden”. Está comprobado que el impacto en los climas regionales sería diverso y no se sabe lo suficiente con las técnicas de simulación que existen ahora. Los países capaces de poner en marcha tales tecnologías tendrían de hecho una mano en el termostato y la otra en el ciclo hidrológico.
Remoción de dióxido de carbono
– Fertilización oceánica: Se trata de provocar la captura de carbono en el mar, usando hierro o nitrógeno para estimular artificialmente el crecimiento del fitoplacton.
-Mejora por hundimiento o afloramiento del material oceánico: Se refiere al uso de pipas gigantes para traer aguas enriquecidas con nitrógeno o fósforo del océano profundo y enfriar las aguas de la superficie para mejorar la captura de CO2 del océano.
– Ingeniería genética de algas: El uso de algas diseñadas genéticamente, generalmente creadas con técnicas de biología sintética, para cubrir edificios, estanques abiertos o la superficie del océano con el fin de capturar dióxido de carbono.
– Máquinas para absorber carbono o árboles artificiales (captura de aire): Es la extracción de CO2 del aire, cuando éste pasa por un filtro colocado en tales “árboles” y succiona el dióxido de carbono. El dióxido de carbono sólido que se va extrayendo se entierra o se arroja a los océanos.
. Biochar: Plantar cantidades enormes de biomasa y quemarla mediante pirólisis (en un ambiente bajo en oxígeno) y enterrar el carbono concentrado en el suelo. Una propuesta respaldada por la Iniciativa Internacional del Biochar (conjunto de corporaciones). La producción industrial de Biochar afirma que la metodología indígena tradicional terra preta del Amazonas es su antecedente, pero las prácticas difieren mucho en la calidad como en la escala.
– Captura y almacenamiento de carbono: Más que un procedimiento específico, es un concepto que se refiere a la captura del CO2 en su fuente (es decir, antes de que entre en la atmósfera) y su almacenamiento en los océanos o en formaciones geológicas en tierra firme. Para la mayoría de los expertos, no se considera geoingeniería pues busca capturar el CO2 antes de que sea liberado en la atmósfera. Sin embargo, es problemático desde una perspectiva ambiental, pues una liberación accidental del CO2 almacenado podría provocar un descontrol climático repentino.
Implicaciones:
Cuando se utilizan en gran escala, las tecnologías de remoción de dióxido de carbono que aseguran capturar CO2 de la atmósfera después de que fue emitido pueden destruir, modificar inintencionadamente o detornar efectos secundarios impredecibles en ecosistemas complejos, tales como nuestros océanos. La duración, confiabilidad y seguridad de la captura de carbono (con mecanismos biológicos o mecánicos) en tierra o en el mar son desconocidas. Más aún, se requeriría una inversión masiva y que el experimento fuera a gran escala para que hubiera un impacto notable en el clima. Muchas de esas técnicas requieren insumos no sustentables o cambios en el uso de la tierra y los mares que dañarían las redes alimentarias marinas y el sustento de miles de pueblos que sobreviven de la pesca artesanal.
Modificación climática
La modificación climática tiene un pasado largo y controvertido, incluyendo su uso bélico en la guerra de Vietnam. Hoy en día la practican docenas de países a pesar de la falta de pruebas científicas de su efectividad. Es causa frecuente de conflictos entre comunidades vecinas que piensan que la lluvia se la roban los sembradores de nubes. El impacto de la modificación climática tal vez sea más local y de corto plazo, sin embargo está relacionado con la geoingeniería histórica y científicamente.
– Siembra de nubes (para provocar precipitación). Esta actividad se practica desde el siglo XIX, en que se prometía lluvia a los agricultores en desgracia por la sequía, y después como técnica militar para sabotear los movimientos de las tropas. Si bien está basada en ciencia dudosa, la siembra de nubes puede tener impactos muy serios en los lugares donde se realiza. Puede provocar conflictos entre comunidades vecinas por los cambios en el patrón de lluvias.
– Supresión o redirección de huracanes: Ya hay patentes pendientes sobre tecnologías no probadas que aseguran suprimir o cambiar la dirección de los huracanes.
Implicaciones:
Las técnicas de modificación climática ya han mostrado impactos locales, pero no sabemos qué otros cambios han provocado en los patrones climáticos regionales. Desviar huracanes y modificar tormentas puede tener impactos devastadores globales y regionales. Por ejemplo, es muy posible que la ruta de un huracán pueda desviarse artificialmente, ya sea intencionalmente o por accidente, hacia una población indefensa.
Quién está detrás
El grupo ETC empezó a denunciar la geoingeniería hace algunos años, pero fue en la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, convocada por el gobierno boliviano en abril 2010 en Cochabamba, donde se lanzó una campaña mundial contra estas tecnologías, con la participación de cientos de organizaciones y redes ambientales, campesinas, indígenas, de mujeres y otras.
Hablamos con Silvia Ribeiro, investigadora y coordinadora de programas del Grupo ETC, para que nos explique quién está detrás de todo esto.
«Encabezando la lista de promotores de la geoingeniería se encuentra la Royal Society del Reino Unido, la institución científica más importante de Inglaterra, y la Academia Nacional de Ciencias de EEUU; y sus contrapartes en Canadá, Alemania y Rusia. Les siguen los políticos preocupados más de su reelección que del cambio climático. Hoy la geoingeniería se discute en parlamentos y congresos más como un tema electoral que como solución al cambio climático. Las grandes industrias energéticas, aeroespaciales y militares escuchan prudentemente desde atrás, tolerando el barullo científico y dejando que los cerebros conservadores (los mismos que antes negaban el cambio climático) reciban todas las críticas. Una vez que otros provoquen el «shock» -que el cambio climático está sobre nosotros y que no hay forma de reducir el gas efecto invernadero a tiempo-, la industria puede presentar entonces la «terapia» perfecta: soluciones tecnológica que alterarán la estratosfera y/o reestructurarán la superficie de los océanos para darnos un poco más de tiempo».
Una prueba más de todo este entramado y de sus protagonistas, la encontramos en un documento de casi mil páginas realizado por un panel de científicos e investigadores, publicado en 1992 -cinco años antes de la cumbre de Kyoto-, llamado ‘Implicaciones de la política del calentamiento por efecto invernadero, mitigación, adaptación y base científica’.
«Sus autores -apunta Miguel Jara- son un panel de científicos extensísimo: la National Academy of Sciences (Academia Nacional de Ciencias), la National Academy of Engineering (la Academia Nacional de Ingeniería) y el Institute of Medicine (Instituto de Medicina), todos ellos de Estados Unidos.
Como pueden ver, se trata de altísimas instancias del mundo científico estadounidense. Hay que recordar que ese mismo año 1992, se celebró la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que dio lugar a una serie de acuerdos, por medio de los cuales los países de todo el mundo se unían por primera vez para hacer frente a este problema.
Detrás de la geoningeniería están gobiernos como el de Estados Unidos y los gobiernos occidentales, altas instituciones académicas que sostienen ‘científicamente’ el actual modelo económico y empresas, algunas de ellas como las que figuran entre las impulsoras del citado estudio, del sector de la automoción, que no tienen interés en que cambiemos hacia un modelo más ecológico de producción y consumo para frenar el cambio climático». Todos ellos esgrimen argumentos para justificar la geoingeniería, hacen un llamamiento para aumentar las inversiones en investigación y exigen más margen de maniobra para experimentar con ello.
Hace unos meses Bill Gates anunció que estaba financiando un ambicioso proyecto para fabricar nubes en los océanos, utilizando yoduro de plata. El proyecto es conocido como «Silver Lining Project» y es oficial desde mayo de 2010, a pesar de que contraviene lo dispuesto en las Resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas que prohíbe claramente a los estados alterar el clima y les obliga a protegerlo cara «a las presentes y futuras generaciones de la humanidad». El yoduro es utilizado desde hace años en numerosos países para reducir los daños causados por las tormentas de granizo.
¿Cómo nos lo venden?
Los defensores de la geoingeniería saben que es muy difícil vender esta propuesta a unos ciudadanos que ya desconfían de la ciencia, la industria y sus gobiernos, con relación al cambio climático. Es más, han comprobado que todos los esfuerzos realizados en su día para hacer creer a la ciudadanía que el cambio climático no existía, han sido un fracaso.
Esto les ha hecho buscar otras vías. El miedo se ha convertido en su aliado. La velocidad con la que se manifiestan los efectos cambio climático despierta temor entre la población, situación que es aprovechada por las compañías para vender sus «soluciones milagrosas». Con la geoingeniería se puede «salvar al planeta», «recuperar el equilibrio», «regular el clima», «evitar desastres ecológicos», etc.
El grupo ETC destapa los argumentos y estrategias que están utilizando estos grupos para seguir adelante con sus planes de geoingeniería:
Plan A (Acción). La geoingeniería es más rápida y barata que cobrar impuestos por la emisión de gases o que reducirlos. Así que, ¿para qué esperar? (Así piensan Bjorn Lomborg del Copenhagen Consensus Center; Richard Branson, director ejecutivo de la Virgin Airline y el American Enterprise Institute).
Plan B (Backup). Debemos preparar un Plan B porque vamos hacia una catástrofe climática irrefutable. (Postura defendida por el Royal Society del Reino Unido, el científico Ken Caldeira de Carnegie y el científico David Keith de la Universidad de Calgary).
Plan C (Comercio). Se puede ganar mucho dinero (y créditos de carbono) con la geoingeniería (Así piensan Climos, compañía de fertilización oceánica y el lobby International Biochar Initiative).
Plan D (Defensa). El control del clima -especialmente el control regional-, ofrece importantes ventajas militares. Es un asunto de seguridad. (Lowell Wood, creador de la operación Guerra de las Galaxias, y la DARPA, Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados para la Defensa de Estados Unidos, por sus siglas en inglés).
Plan E (Ecológico). La emergencia ecológica indica que es urgente poner en marcha la geoingeniería. (Campaña Frozen Isthmuses Protection, Environmental Defense Fund).
Alteraciones en la salud
Jugar a ser dioses engendra peligros irreversibles no sólo para el planeta sino también para el resto de los seres vivos. Son muchos los que advierten que en un segundo geológico estamos manipulando sistemas complejísimos que han tardado miles de años en crearse y desconocemos los efectos de lo que esto puede suponer. En lo que al ser humano se refiere, alertan de la aparición de nuevas enfermedades que podrían tener relación con estos experimentos.
«Hablamos de patologías emergentes que cada vez afectan a más personas -apunta Miguel Jara-, y que están provocadas por la contaminación ambiental y sobre todo químico tóxica que padecemos». Todos esos productos -químicos, biomateriales, fármacos de nueva generación- lanzados al aire, poco a poco descienden al suelo y entran en contacto con los seres humanos. Al ser muchas de ellas sustancias nuevas, nuestro sistema inmunológico no las reconoce, y por ello puede producir una amplia gama de enfermedades: sensibilidad química múltiple, fatiga crónica, algún nuevo tipo de leucemias, enfermedad de morguellons, etc.
Todas estas «fumigaciones químicas» se vienen realizando desde hace tiempo en todos los países del mundo en medio de un gran secretismo. Se calcula que cada año mueren miles de personas como consecuencia de alguna de estas enfermedades emergentes aunque por el momento sea difícil de demostrar la conexión entre ambas.
‘No manipulen la Madre Tierra’
El grupo ETC ha conseguido reunir a más de cien organizaciones de la sociedad civil para presionar a favor de poner freno a los experimentos de geoingeniería. Para ello impulsaron la campaña «No manipulen la Madre Tierra». El objetivo era construir un movimiento global para oponerse a los experimentos de geoingeniería en el mundo y exigir a los gobiernos que los prohíban tanto a nivel nacional como global. Apoyan la campaña organizaciones de base, redes internacionales de campesinos, pueblos indígenas, así como reconocidos ambientalistas y activistas en pos de la justicia social como Vandana Shiva, Bill McKibben, David Suzuki o Naomi Klein.
La investigadora del ETC, Silvia Ribeiro, nos habla de la última victoria conseguida. «El 29 de octubre 2010, Naciones Unidas, aplicando el principio de precaución, adoptó una moratoria global a la geoingeniería, reconociendo que son tecnologías de alto riesgo que tendrían impactos en la biodiversidad y mucho más.
Esto supone un freno a las iniciativas privadas y públicas que pretenden apropiarse del control del termostato global, con el negocio de manipular el clima para enfriar el planeta del calentamiento global que provocan los mismos países y empresas que promueven la geoingeniería, pero no significa que esta lucha haya concluido. Para mantener y hacer válida la moratoria se necesitará seguir atentos desde la sociedad y denunciar cualquier intento de violarla, al tiempo que prepararnos para fortalecerla y seguir denunciando las falsas soluciones contra la crisis climática».
Hay que poner freno a ese ansia de «reparar la máquina Tierra» a costa de lo que sea, con el fin de dominar toda forma de vida que habita este planeta. En nombre de la libertad, de la ciencia, del progreso, se están llevando a cabo verdaderas atrocidades de espaldas al ciudadano. Un ciudadano que no es informado de las decisiones que orientan las investigaciones que se están realizando, ni tampoco del alcance y las consecuencias que tienen sobre la naturaleza, la sociedad y el futuro de la raza humana. Las decisiones son tomadas entre «socios» unidos por el poder y el dinero y son ellos mismos los que dictan las reglas.
Algunos historiadores hablan de la existencia en la antigüedad de una civilización avanzada, poseedora de una gran tecnología, capaz de controlar a voluntad las fuerzas de la naturaleza y que vivió un trágico final como consecuencia de su ambición desmesurada. Eso ha quedado recogido en muchas leyendas y grabados.
Lo escrito en el pasado nos pide en cierta forma que no nos olvidemos de nuestra historia y de nuestros errores para no volver a repetirlos. La Tierra no es un laboratorio, es nuestro hogar. Intentar modificar la vida, el planeta y sus ciclos, es atentar contra la Ley Natural, contra la la Red que une todo lo creado. Y eso, tarde o temprano, se volverá contra nosotros. La historia se repite.
Fuente: Fusión
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