El mundo asiste impávido y anestesiado a una de las más torvas comedias de que se tenga memoria: el remedo de proceso judicial, con final predeterminado, que busca entregar a Julian Assange a la venganza imperial, con apego a las formalidades.
El siguiente documental de La Pupila Asombrada, dirigido por Iroel Sánchez y Mixael Porto, conducido por Karen Brito, permite comprender por qué, a pesar de no haber cometido delito alguno, Julian Assange languidece en una prisión de máxima seguridad, mientras se perpetra una siniestra charada legal y se viola sistemáticamente su derecho a un debido proceso; una persecusión que ya enteró diez años.
Es también la crucifixión de la libertades de expresión e información y la condena anticipada del periodismo de investigación.