Desde el fin de la propiedad privada hasta conspiraciones de los indígenas: desinformación en redes sociales.
Mentiras, noticias falsas y ataques directos a los miembros de izquierda, así son los contenidos en internet y servicios de mensajería.
En espejo con las campañas de Trump y Bolsonaro.
Este viernes el proceso constituyente chileno entra en la recta final con el lanzamiento de la franja electoral, donde diversos colectivos, entre ellos los partidos oficialistas y de oposición, defenderán las opciones “Apruebo” y “Rechazo” para el plebiscito del 4 de septiembre donde se votará el nuevo texto que reemplazaría a la Carta Magna que rige al país desde 1980 y que, a pesar de las reformas, sigue manteniendo la carga de la dictadura de Pinochet que la originó.
Sin embargo, en las redes sociales y los servicios de mensajería como WhatsApp o Telegram la campaña comenzó prácticamente desde que comenzó a sesionar la Convención Constituyente el 4 de julio del año pasado. Información sesgada, noticias falsas, contenidos inciviles y ataques directos a los miembros de izquierda, especialmente a representantes de pueblos originarios se tomaron la agenda y las conversaciones, afectando la deliberación democrática en la misma línea de las campañas de Trump y Bolsonaro.
Estudios como los del Observatorio de la Convención de la U. Católica de Valparaíso o Plataforma Telar coinciden el diagnóstico: el proceso constituyente estuvo marcado por la desinformación.
Conspiraciones y fin de la propiedad privada
Pero estos últimos meses se ha intensificado las falsedades sobre el texto constitucional —paradójicamente al mismo tiempo que se descarga online, se reparte en todo el país y lidera el ranking de los libros más vendidos— desde insólitas conspiraciones mapuche por tomar el control del país, prohibición de practicar la religión, se terminará la institución de carabineros, que se podrá abortar horas antes que el bebé nazca o se eliminará la bandera. Sin embargo, quizá por lo ridículo de estos “bulos” promovidos por políticos e influencers de derecha, la que más ha trascendido es aquella que señala que el Estado podrá quitar terrenos y propiedades.
Incluso la ex convencional Constanza Hube de la Unión Demócrata independiente (UDI) estuvo repartiendo folletos que señalaban aquello e interpelando al presidente Gabriel Borić en su twitter:
«Su sector rechazó una y otra vez el derecho a acceso a la vivienda propia. Muy poco creíble su conveniente voltereta».
Algo que hizo al presidente enviarle un DM:
“Hola, Constanza. ¿Por qué afirmas que cuando yo digo derecho a vivienda digna, estoy negando que esta sea propia?».
Tras un intercambio que ella misma se encargó de difundirlo el presidente le respondió
“Eres una mujer inteligente, Constanza. Sé que en el fondo estás consciente de la deshonestidad intelectual de tu comentario. Yo no creo ni jamás he creído que hay que privar el acceso a vivienda en propiedad».
Y esto es apenas una muestra del ambiente polarizado y desatado en redes sociales al mismo tiempo que las encuestas siguen dando por ganador al Rechazo, como la última Criteria dada a conocer el miércoles: 45% para el Rechazo frente al 36% para el apruebo.
Fabian Padilla es fundador y director de Fast Check, una de las iniciativas periodísticas de referencia para el chequeo de información y que desde la pandemia hasta el proceso constituyente ha tenido muchísimo trabajo aclarando, desmintiendo y matizando noticias que son asumidas de inmediato como verdaderas por audiencias demasiado amplias.
Para él, el fenómeno de la desinformación es más complejo que simplemente decir fake news.
Así, una noticia falsa es un contenido que parece hecho por un medio de comunicación, pero que contiene información falsa o parcialmente falsa, explica.
“La desinformación es parte de lo que hoy se denomina trastorno de información (Information Disorder), que entiende el fenómeno como todas las formas de información falsa, inexacta o engañosa, diseñada, presentada y promovida para causar daño público intencionado o por dinero. En términos simples, en el mundo se usa muchas veces la palabra fake news, pero la usan como comodín para cualquier cosa que les parezca falsa”.
– ¿Cómo ves el panorama al respecto con el plebiscito que se viene?
«El panorama comunicacional es complejo. Hemos identificado al menos tres tipos de narrativas comunes de desinformación sobre el proceso constituyente chileno.
La primera tiene que ver con los contenidos, que al inicio de la Convención tuvo mucha fuerza, y hoy también, ya que el texto de borrador constitucional está listo.
Un ejemplo, que además fue en Chile, la fake news del año, fue algo dicho por el partido UDI durante la franja electoral 2021 para diputados: que la nueva constitución cambió el himno, la bandera, incluso el nombre del país.
Eso no pasó, no ha pasado, y es una más de las estrategias del miedo que se han usado. Otra narrativa es atacar a convencionales constituyentes, que han sufrido polémicas. La más emblemática fue Rodrigo Rojas Vade, que fue un convencional que llevó el tema de los enfermos terminales como bandera de lucha, pero después renunció a su cargo, tras conocerse que había mentido sobre su enfermedad y tratamientos.
Incluso le correspondió devolver dinero. Este personaje ha sido objeto de muchas desinformaciones. Lo mismo ocurrió con la doctora Elisa Loncón, que es representante del pueblo mapuche y la primera mujer presidenta de la instancia.
Sobre ella, circuló mucha desinformación y un discurso de odio, marcado por el racismo y la misoginia.
Finalmente, una última narrativa han sido frases falsas adjudicadas a miembros del órgano redactor, que es lo más cercano a una fake news, ya que se viralizaron con forma de noticia de medios inventados.
Todo esto se ha viralizado con fuerza y Fast Check ha tenido que hacer fact checking sin descanso».
– Da la impresión que, tal como en EE.UU. o en Brasil hay un ejército de jóvenes haciendo memes, alterando medios, haciendo clipping de videos en función de la derecha, una derecha «alternativa» que ocupa elementos humorísticos o estéticos más tradicionales de la izquierda. ¿Es tan así?
«Lo único que conozco, si es que se puede decir de esta forma, es una entrevista en exclusiva que publicamos en Fast Check, al youtuber de derecha Kripto, quien tras promover activamente la opción “Rechazo” en el primer plebiscito, se arrepintió y confesó, sin decir nombres ni financistas, que él fue invitado a una oficina en un barrio exclusivo de Santiago, donde muchas personas jóvenes generaban desinformación para la campaña del primer plebiscito.
Es decir, una especie de War Room chileno, modelo inventado por Steve Bannon, ex asesor de Trump, para intoxicar las redes sociales con información falsa y discurso de odio».
– ¿Cuál es el real nivel de influencia de la desinformación en un proceso como el Constituyente y el plebiscito?
«Es una pregunta difícil porque su influencia es relativa y depende de qué entiendas como influencia. Lo que hasta ahora es claro, es que no existe evidencia que señale que la desinformación podría modificar el voto de una persona.
Este es el peligro que emergió en medios de comunicación, después de Cambridge Analytica, sin embargo, si entendemos influencia como influir en el debate público, ¿qué duda cabe?
El relato de fraude electoral en Estados Unidos, que promovió Trump, influyó en el discurso de quienes asaltaron el Capitolio en enero de 2021.
En Chile, hemos estado, en poco tiempo, muy expuestos a procesos importantes: Estallido, Covid, Plebiscito, Súper ciclo electoral, lo que ha relevado el fact checking y por consiguiente, la pesquisa de frases y dichos falsos, de parte de personas influyentes y contenido viral. Todos estos hitos o momentos significativos, generan desinformación con mayor frecuencia.
Fast Check nació durante el Estallido Social de octubre de 2019 y mucha de la información que tuvimos que verificar era contenido en el marco de jornadas diarias de violencia a manifestantes. Se habló de tortura, mutilación de ojos, represión, entre otras.
En otras palabras, en momentos clave del país, como una elección o una jornada nacional de protesta, los canales de información se ven intoxicados con desinformación y es allí donde el fact checking debe ayudar a despejar lo falso de lo verdadero».
– ¿Cuál es el target que puede resultar más afectado por estos contenidos?
«Hay cierta transversalidad para la desinformación, ya que las redes sociales, hoy están bien masificadas: jóvenes son expuestos a fake news en TikTok y adultos mayores son expuestos a fake news en WhatsApp. Por supuesto, en zonas con menos acceso a Internet, es probable que esto no funcione, pero la mentira siempre ha sido algo transversal e históricamente muy antiguo.
Lo que cambió fue el nivel de viralidad que pueden conseguir. Recordemos que en Chile, por ejemplo, sobre un 30% usa WhatsApp para informarse. Lo mismo está pasando con Facebook, sobre un 50% lo usa para este mismo fin. Las personas usan más las redes sociales para consumir noticias.
Pero una cuestión importante es decir que la desinformación crece en personas con menores niveles de escolaridad, ya que esto afecta al principio básico de entender la diferencia entre una opinión y un hecho. Opinar es un derecho fundamental y legitimo. No se puede verificar, porque es valorativa. Pero un hecho es algo factual, comprobable. Una opinión que se basa en una valoración personal, no es algo que pueda ser considerado como fáctico, pero muchas personas, que escuchan a políticos y autoridades, confunden opinión con un hecho».
– ¿Qué es lo que te hace más ruido del tema de la desinformación en Chile? A mi por ejemplo me impacta lo difícil de seguir el origen o autoría de estas piezas y por otro lado, lo difícil de fiscalizar.
«Lo que me llama la atención es que hay muchas fake news sobre las fake news. En términos de investigación, que es algo que me apasiona, he visto como muchos colegas periodistas, informáticos e investigadores de las comunicaciones, han trabajado intensamente en encontrar respuestas a varias variables complicadas de la desinformación.
Especialmente, efectos mediáticos en personas, como combatirlas, trazabilidad de la desinformación, entre otras que muchas veces se dan por hecho, pero que no hay información científica que respalde esas afirmaciones.
Otra cosa que es increíble, es que el periodismo cobró una vida nueva con la llegada masiva y viral de la desinformación. En un país, con una creciente baja de confiabilidad en medios, la propia sociedad civil, periodistas y medios independientes, han establecidos proyectos de fact checking para combatir directamente el problema.
Finalmente, me llama la atención la falta de regulación de las plataformas de redes sociales, de parte de los gobiernos, pero no con leyes populistas, sino como lo está haciendo la Unión Europea por ejemplo, convocando mesas de expertos, informes académicos, reuniones con autoridades de las plataformas, entre otras medidas que están bien documentadas.
Las plataformas sociales juegan un rol en la viralización y por supuesto en los algoritmos de preferencias. Aunque, por supuesto, los responsables últimos son las personas que han hecho de la desinformación un pasatiempo o un negocio. Pero las empresas de redes sociales pueden ser grandes aliados en el combate y promoción de comunicaciones sanas y verdaderas».