Siento Vergüenza, Sr. Presidente

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Señor Presidente, le escribe desde Iquique un NN. Siento vergüenza Presidente pero no de mi gente ni de los inmigrantes, sino de usted.

Escuché en la televisión su discurso sobre los acontecimientos acaecidos en Iquique el 25 de septiembre.

Usted muy serio, culpa a otros sobre las atrocidades cometidas contra los inmigrantes en mi amado Iquique. Usted que en Cúcuta irresponsablemente invitó a colombianos y venezolanos a venir a este paraíso perdido llamado Chile, los exhortó a viajar a este país que según usted, es la gloria americana en medio de tanto país sucumbiendo a las políticas económicas nefastas.

Yo soy Iquiqueño, señor y me ofende cómo hablan de nosotros, políticos y periodistas capitalinos en los medios de prensa nacionales y se hace eco la prensa internacional. Ellos comentan la particular situación desde lejos, les pagan por comentar la noticia del día, y luego retornan a sus cómodas casas ubicadas en comunas privilegiadas.

A mí me asusta y me descoloca cómo denigran al nortino, y hablan con tanta liviandad de xenofobia. Al iquiqueño que es calmo y solidario lo suben a la cruz del desprecio y luego de apagadas las cámaras y fusilados él o los inocentes, los privilegiados vuelven a sus parcelas de agrado sin asco por lo que dijeron o callaron. Aquí no hay bandos de buenos y malos, aquí no hay víctimas ni victimarios.

Somos todos parte de una confabulación que no podemos entender a ciencia cierta, porque la masa fue educada en la ignorancia y actúa desde la emoción exaltada del patriotismo.

Nosotros los iquiqueños, los nortinos, somos un pueblo levantado con la sangre de lugareños y extranjeros. A Iquique llegaron españoles y yugoslavos, chinos, ingleses, italianos. Nunca nos molestó esta armonía desordenada de tantas culturas luchando por sobrevivir en una tierra que ha sido marcada por tragedias pero que es generosa incluso con los visitantes. Así se incubó el espíritu solidario del nortino. Somos tierra diversa y pluricultural. Nunca hemos despreciado al afuerino.

Bien, no vamos a desconocer que la gente tiene rabia. Es comprensible. La ciudad está fea, sucia, los lugares de esparcimientos copados de carpas, en cada esquina hay un hombre o una mujer cargando a sus hijos, pidiendo limosnas. ¿Que es inhumano?, claro que sí.

Sé de mucha gente, muchos iquiqueños Presidente que ha tendido la mano solidaria a los refugiados, porque han hecho suyo el dolor de otro ser humano.

Que en entre los refugiados llegaron -con la gente de bien- delincuentes o narcotraficantes, es una verdad que duele pero eso se debe a que no ha habido control en las fronteras. Es como si ustedes hubiesen querido desordenar a propósito la casa. Entonces pagan justos por pecadores.

Y si hablamos de delincuencia y estafadores, tenemos una variada gama de representantes de nuestro país y también nuestra página gloriosa de patos malos iquiqueños.

Me niego a aceptar este designio de racista, usted no nos ha defendido, usted se hizo parte de esta grave acusación en contra de nosotros. Y estamos recorriendo el orbe con la pantalla prejuiciosa de la xenofobia.

Yo quiero que usted tenga presente que la marcha convocada no era contra hermanos americanos, era en contra suya Excelencia, en contra de su gobierno sordo, mudo y ciego. En contra de las autoridades que ven -sin asombrarse- cómo le quitan la tranquilidad al poblador invisible.

Cómo se levantan campamentos en medio de la ciudad. Y eso no es ser xenófobo, Presidente. Su gobierno tenía la obligación de hacerse cargo de esta tragedia humana pero no a costa de Iquique.

Los recién llegados están hambrientos, asustados, solos, tratando de hacerse un lugar en esta patria que usted la piensa perfecta, el país de Oz, el sueño americano vertido al revés. Este país que desprecia a sus propios habitantes pobres no es el mundo ideal.

Estamos todos heridos, confundidos, asustados, culpándonos mutuamente, mientras ustedes en cadena nacional se ponen el maquillaje de la solidaridad y condenan los hechos. Pero qué más violento que ser el Presidente y no tomar medidas.Esto me huele a podrido, mister President.

Detrás de este entuerto que tiene en reyerta a hermanos pobres de distintas latitudes está la mano poderosa de un titiritero que mueve los hilos invisibles de la política. Y no somos los iquiqueños los culpables, ni los inmigrantes.

Una marcha de cinco mil personas habla por sí sola, esto no es Kastsual; que bajen lugareños de Colchane a protestar, algo debe decirle. ¿No lo incomoda nada? ¿o de verdad cree que esta pelea es entre nosotros. los invisibles?.

Yo lo invito Presidente a que venga a recorrer la ciudad, que vaya a los mercados, que visite las ferias, las poblaciones y vea con sus ojos lacios la infinidad de vecinos que vienen de otras latitudes a avecindarse en el puerto. Vienen de otros parajes.

El camino del Inca sigue vigente por donde cruzan todos los paisanos de los Andes, a vender sus mercancías, a buscar el lugar donde quieren prosperar y traen consigo sus bailes y ropajes, sus comidas, su acento particular que hace de Iquique un concierto de entidades multirraciales.

Siento vergüenza Presidente pero no de mi gente ni de los inmigrantes, sino de usted y sus asesores, de los políticos en general, que han esperado pacientemente, perversamente que esto toque fondo para recién pensar en una solución mediocre.

En verdad si Iquique se hunde, a usted (me refiero a todos los políticos embobados con el poder), ni a la ONU parece importarle, porque ni sus casas ni sus calles pitucas y vacías de perros callejeros serán tocadas, mientras que en todo el orbe hablarán de los iquiqueños xenófobos y usted de seguro se colgará de la mentira para expiar culpas.

La marcha de los seis mil habla por sí sola. La hilera interminable de vecinos que salieron a la calle para que usted y sus asesores se hagan cargo de la desgracia, los hizo salir al ruedo. Les asusta el gentío, el pueblo vociferante, la pancarta en contra de sus políticas nefastas que tienen hambreada y cansada a la población.

Usted y la clase política que tienen una desconexión supina con la gente, ardieron en esa hoguera que prendieron en Iquique, alumbrando el día gris de una ciudad explotada, descuidada, envenenada y sobrepoblada en pos de la ambición inconmensurable de usted y de los otros que se le parecen.

(*) Escritor; Hijo Ilustre de Iquique; Consejero de Cultura

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