Después de tanto escuchar a los editorialistas e ideólogos de derecha pontificar sobre las amenazas de desgobierno en el caso de que resulte triunfador/a un candidato a presidente que no sea de sus filas, particularmente Gabriel Boric, me he preguntado qué es lo que realmente quieren decir.
En los comentarios de los diarios, en las apócrifas cartas al director así como en los Twitter y Facebook se publican predicciones terribles sobre la inestabilidad, la pérdida de certeza jurídica, y el desgobierno que se produciría en el país si llega la izquierda a la presidencia.
La verdad es que se aprovechan del cuasi monopolio que tienen en los medios de comunicación para instalar conceptos e ideas como si fueran verdades que no necesitan explicación ni demostración.
Cada semana que nos acercamos al 21 de noviembre, día de las elecciones, será más intensiva la campaña del miedo desplegada por la derecha, sin descaro ni pudor, sobre la base de falsas ideas y mentiras que repiten hasta el cansancio.
Una de las cantinelas de moda es repetir que la eventual elección de Gabriel Boric traería un “desgobierno” al país. Según los opinólogos a sueldo de los grandes empresarios la alianza Apruebo Dignidad provocaría una crisis de gobernabilidad.
Según la Academia de la Lengua el desgobierno es el desorden, el desconcierto y falta de gobierno, exactamente lo que hemos experimentado durante la presidencia de Sebastián Piñero.
¿Acaso no es desgobierno una coalición que no cumple ni lleva adelante el programa con el cual llegó al poder?
Pero, aún considerando que los programas de gobierno son solo promesas electorales, lo más patético es que Sebastián Piñera no hizo nada constructivo que pueda quedar en los anales de su período presidencial.
Muchas veces hemos sabido que los asesores del segundo piso en La Moneda buscan afanosamente alguna realización, alguna obra o decisión por la cual en el futuro sea recordado su jefe: de manera impúdica, al final de su mandato, se aferran a la campaña de vacunación contra el Covid19 y la atribuyen a la inteligencia y agudeza presidencial en la compra de vacunas antes que otros países.
Algo típico de Piñera: vanagloriarse y refocilarse en ganarle la partida a un contendor.
Pero sabemos que las vacunas no hubiesen servido de nada sin el sistema de salud público municipal que llega a todos los rincones de Chile, el mismo sistema que fue ninguneado por el presidente y el ministro de salud.
El desgobierno que levanta la derecha como peligro lo hemos conocido los cuatro años de Sebastián Piñera en La Moneda: han sido un ejemplo de política de desgobierno, política de traspasar la responsabilidad de los problemas del país a la oposición, al parlamento, a los jueces, a los alcaldes, a funcionarios inescrupulosos, a “enemigos”; en fin, dejar podrirse las situaciones hasta que se produce una crisis.
Las únicas políticas del gobierno han sido soluciones de parche, las llamadas “leyes cortas”, es decir, acuerdos de última hora para tapar un hoyo sin abordar los problemas de fondo.
¿Cuáles han sido las decisiones de gobierno en los temas que más preocupan a los habitantes? ¿Qué hizo con relación a la delincuencia y la inseguridad en los barrios? ¿Dónde quedó el diálogo político para buscar soluciones al conflicto en la Araucanía? ¿Cuál fue su realización para mejorar la salud pública? ¿Qué huella quedará de estos cuatro años en la calidad de la educación pública? ¿Cuál ha sido la política para integrar a los migrantes que llegan empujados por situaciones peores que la nuestra? ¿Qué medidas ha tomado el gobierno para poner coto a la corrupción en las policías y en las fuerzas armadas? ¿Cuál ha sido la política para fortalecer el respeto a los derechos humanos de parte de las instituciones del estado?
Las preguntas se pueden extender al infinito y siempre nos encontraremos con la misma respuesta.
El gobierno ha llegado tarde a todas las encrucijadas cuando se requería verdadera capacidad de dirigir al país.
¿Ha sido incapacidad o voluntad de dejar podrirse los problemas?
Yo creo que no es simple incapacidad de Piñera, es una estrategia para que todo siga igual, es la fórmula para hacer los cambios mínimos indispensables y que las utilidades de las grandes empresas, bancos y AFP sigan creciendo.
Es el desgobierno llevado a la categoría de sistema de gobierno –con el perdón de la redundancia– sistema que permite la continuidad del poder de los mercados y el dinero por encima de la voluntad democrática de los ciudadanos.
Así que, de ahora en adelante, cuando escuche a los publicistas de la derecha amenazar con la desgobernabilidad de una presidencia de izquierda, quiere decir que se va a terminar el “desgobierno” de la derecha y el presidente va a dirigir el país de acuerdo a los intereses de la gente común y corriente y los actuales privilegiados verán disminuir sus ventajas.