El colapso del aeropuerto, el pasado 31 de marzo, causado por políticas desorientadas, intempestivas y mal ejecutadas, como los hoteles de tránsito para viajeros, representa una metafórica capsula de tiempo, que engloba en un instante, la incansable capacidad de error por unidad de tiempo de este gobierno, y justifica su prestigio del peor de la historia; al menos desde que se lleva estadística.
Para empezar, los hoteles de tránsito para viajeros constituyen un error conceptual, para corregir un error anterior, de superior magnitud: no cerrar fronteras, aeropuertos y rodoviarios, prescrita tenazmente por el gremio médico y los especialistas sectoriales.
A la arrogancia, se suma el autoritarismo, del que a su vez se desprende la improvisación.
De un día a otro, se introdujo una normativa confusa, mal diseñada y peor informada, e incluso retroactiva, para aquellos que tuvieron la desventura de llegar al país el 31 de marzo, sin saber lo que les esperaba, al momento de abordar.
Aparentemente, el ministerio de Salud considera que con liberar un díptico en la página web institucional con una profusión de instrucciones, letra chica y requisitos -tema que amerita otro análisis- basta para considerar que la ciudadanía se encuentra informada de la política pública en cuestión.
Claro, se dirá que también salió en el reporte televisivo del covid 19 del 1 de abril , donde el ministro se limita a agradecer las preguntas de los periodistas, pero nadie tiene la capacidad de retener esa intrincada masa de datos.
Ganancias a todo evento
El resultado de la improvisación consistió en que no habían pasado cuatro horas de entrada en régimen, cuando el sistema de hoteles de tránsito colapsó, y el aeropuerto Nuevo Pudahuel -así se llama ahora- experimentó una aglomeración que contravino los fines perseguidos por la disposición sanitaria de los hoteles de estadía obligada; sin perjuicio de que fue el comidillo de medios de comunicación internacionales, y el hazmerreir en redes sociales.
El tercer rasgo de la cápsula de tiempo es la mercantilización de las relaciones sociales, o sea la capacidad de lucrar con la pandemia. Naomi Klein la denomina capitalismo del desastre, consistente en la carroñera habilidad de lucrar con la desgracia. En su libro La Doctrina del Schok, documenta los suficientes ejemplos para demostrar que se trata de la norma y no una excepción.
¡Es el libre mercado, estúpido!…solo que al revés.
Si alguien -por ventura- pensó -por un segundo- que los hoteles de tránsito para viajeros, corresponden a una política estratégica y multidisciplinar coordinada desde el Estado para enfrentar a un enemigo poderoso e implacable, donde los costos forman parte de una planificación que, entre otros factores, considera tributación progresiva e inversión pública, se equivocó medio a medio.
La política sanitaria de los hoteles de tránsito para viajeros, consiste, básicamente, en un negocio garantizado, donde el viajero; o mejor dicho, el cliente cautivo, debe financiar una medida que el Estado tomó por él; a un precio no precisamente módico: $450 mil diarios por persona, durante cinco días.
En redes sociales existe abundante evidencia acerca de la desproporción entre el monto a pagar y lo módico del servicio, empezando por el menú.
Si se lo multiplica por miles de personas, el negocio es redondo por sus cuatro costados; lo cual, por virtud de la paradoja, pero en función de la oferta y la demanda, saturó el seudo mercado de la hotelería de estadía obligada, con la consiguiente vejación de miles de clientes varados en el cuello de botella del aeropuerto.
Desde el punto de vista doctrinario, nada más alejado del Estado subsidiario; desde la perspectiva del mercado, una aberración; desde el ángulo sanitario, un nuevo error.
La cuarta capa arqueológica atrapada en la cápsula de tiempo, consustancial al modelo, es la corrupción. Los pasados días 25 y 26 de marzo, el ministerio de Salud contrató por trato directo, a Cocha y Travel Security como agencias de viaje exclusivas para asignar y vender los hoteles de tránsito, a pretexto de que tienen sucursales en el aeropuerto. Evidentemente, la razón es otra. Primero, aparecen los «rostros» de viejos conocidos. Sergio Purcell, gerente general de Cocha y Guillermo Correa, presidente de Travel Security, son presidente y vicepresidente de la Asociación chilena de Empresas de Turismo, ACHET. O sea, el Estado, a través del ministerio de Salud, le entregó en bandeja el mercado cautivo de los hoteles de estadía obligada a dos agencias de viaje, de dimensión oligopólica, que tienen vínculos directos o intereses cruzados con Piñera. Con Purcell, son relaciones de larga data. Tanta, que conoció a Piñera como profesor, en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica, a principios de los ochenta del siglo veinte. Se ha desplazado por cargos ejecutivos en empresas de los principales grupos económicos. Al egresar, en 1983, entró al grupo de empresas de Jürgen Paulmann, específicamente a Abastecedora del Comercio, Adelco, y Supermercados Las Brisas. Tres años más tarde llegó a la gerencia comercial de Bancard, convocado por Piñera. Tras cuatro años, pasó a la gerencia comercial de Megavisión, del grupo Claro, cuando el recién se lanzaba al mercado. Dos años después, de nuevo por iniciativa de Piñera, emigró a Intersport (Puma Chile), como gerente general. En 1996 aterrizó en Lan Chile, cuando Piñera presidía la compañía. En ella ejerció como gerente general de las filiales Ladeco y LanPerú. Entre agosto de 2003 y octubre de 2008 desempeñó la gerencia general de Farmacias Ahumada. Entre diciembre de 2007 y marzo de 2008, tuvo lugar la colusión de precios de 222 fármacos entre las tres cadenas oligopólicas del mercado farmacéutico del país andino, por lo que fue acusado junto a otros diez ejecutivos (1). Sin embargo los ejecutivos de las empresas de la elite financiera y empresarial son insumergibles. Igual que los monos porfiados, no hay cómo darles, porque siempre salen parados. De esa guisa, en noviembre de 2008 cayó en la gerencia general de la agencia de viajes Turismo Cocha, de la familia Fuenzalida Besa, cargo que desempeña hasta hoy. Su larga relación con Piñera claramente pesó, a la hora de asignar el monopolio de los hoteles de estadía obligatoria. En su página web, Cocha ofrece el pago de la estadía en los hoteles de tránsito para viajeros, en doce cuotas sin intereses. Era que no. La otra agencia favorecida, Travel Security, es filial del grupo Security, el cuarto o quinto grupo económico del país, y uno de los que más dinero mueve, con presencia en el sector financiero, Banco Security y Factoring Security; administración de activos y corredora de bolsa, Inversiones Security; viajes Corporativos y vacacionales, Travel Security y Travex Security, Perú; Proyectos Inmobiliarios, Inmobiliaria Security y Seguros, Vida Security, Corredora de Seguros Security y Protecta Security. En lo principal, el grupo Security tiene relaciones de larga data con el presidente. A través de Inversiones Santa Cecilia S.A., Sebastián Piñera poseía alrededor del 1% de las acciones de la sociedad, a marzo de 2009. Según datos del SERVEL, a mayo de 2017, Bancard tenía $5.185 millones invertidos en acciones del grupo. El histórico y poderoso presidente del grupo, Francisco Silva, fue uno de los siete empresarios invitados por Piñera, en su gira a Asia, en abril de 2019. Acá, el tema no radica en el número de acciones, ni que sea ajustado a la ley, habituales explicaciones de Piñera a sus recurrentes conflictos de interés. Aunque tenga una sola acción en el grupo Security, haberle asignado una ventaja monopólica en el mercado ad hoc de los hoteles de estadía obligadas, ya es un conflicto de interés; y una infracción a la probidad administrativa, que en países de ética escrupulosa, o en otro tiempo, le hubiera costado el cargo al autor, así fuera el presidente. Pero en Chile, esa corrupción de alto coturno pasa de refilón, como un soterrado dato de la causa, al amparo del estruendoso silencio del sistema mediático, en el asumido y aceptado comportamiento predador de Piñera. Paralelamente, lo que el gobierno de Piñera le concede a esos grupos económicos, pletóricos de compinches, cómplices y asociados de ocasión, se los niega a sectores medios y populares devastados por la pandemia, la cesantía y la indiferencia del Estado. El gobierno de Piñera constituye una expresión arquetípica de dirección de una clase, que gobierna para sí. Ingenuidad que no debiera repetirse, al menos no en el plano político, si en verdad Chile despertó. Nota: (1) Roberto Belloni, de Salcobrand; Ramón Ávila, de Salcobrand; Mehilin Velásquez, de Salcobrand; Ricardo Ewertz, de Farmacias Ahumada; Mario Zemelman, de Medipharm; Ricardo Valdivia, de Farmacias Cruz Verde; Claudia Carmona, de Salcobrand; Cristián Catalán, de Farmacias Cruz Verde; y Judith Carreño, de Salcobrand.
Igual que con Lan Chile; las triangulaciones entre AFP Habitat, Moneda Asset e ILC; y Enjoy, por mencionar los casos más recientes.