La renuncia de Ignacio Briones, Ministro de Hacienda del gobierno de Sebastián Piñera hace recordar la orquesta del Titanic.
En un acto de melancólico y postrer heroísmo, siguió tocando en los salones de la primera clase mientras el barco se hundía y los pasajeros se peleaban por abordar los escasos botes salvavidas.
Hace muchos meses, desde las movilizaciones ciudadanas de octubre 2019, el gobierno de la derecha empresarial empezó a zozobrar y se quedó sin agenda política.
El eslogan del gobierno Piñera, “Chile en marcha”, se transformó en un bumerang tipo “retroexcavadora” cuando las marchas más multitudinarias en la historia de Chile derribaron el mito de “Chile oasis de Latinoamérica” y pusieron en el primer lugar de la agenda política la elaboración de una nueva Constitución que enterrara definitivamente el modelo neoliberal heredado de la dictadura.
Desde entonces hemos sido testigos del “sálvese quien pueda” en una especie de desgrane del choclo con las renuncias sucesivas de los ministros que se suponía acompañarían a Piñera hasta en fin legal de su mandato.
Después del derrumbe de Gonzalo Blumel (Evopoli) – en medio de las violaciones a los derechos humanos sistemáticas de parte de Carabineros de Chile – la renovación ministerial de julio 2020, llamada en La Moneda “tercer tiempo”, el gobierno se suponía recibió un fuerte apoyo de los partidos de su coalición, llegaron al gabinete pesos pesados para darle oxígeno al presidente.
Duró poco el “tercer tiempo”. Incapaz de abordar las nuevas exigencias de la ciudadanía, la insistencia en la política represiva contra las manifestaciones de masas, sin respuesta política para el conflicto mapuche, tolerante con un sindicato patronal de camioneros bloqueando los caminos del sur del país, la Cámara de Diputados aprobó una acusación constitucional el Ministro del Interior, Víctor Pérez (UDI), obligado a renunciar el 3 de noviembre.
Los asesores del segundo piso no había terminado de tapar el hoyo en el ministerio del interior cuando, unos días después, el 17 de noviembre, renunció el nuevo Ministro de Defensa Mario Desbordes (RN) quien duró menos de cien días a cargo, interesado mucho más en una candidatura a la presidencia que en prestarle ropa a un gobierno agonizante.
Pero el desfile de ministros abandonando el barco no había terminado. El 6 de enero fue el turno de Cristián Monckeberg (RN), Ministro de la Secretaría de Gobierno, y Antonio Walker (Ind), Ministro de Agricultura, ambos con la excusa de presentar su candidatura a la Constituyente.
No fueron los únicos, una serie de Subsecretarios aprovecharon la oportunidad para hacer mutis por el foro.
Finalmente hasta el cierre de esta columna, renunció otro ministro, no cualquiera, el Ministro de Hacienda, el que se supone es el más importante en cualquier gobierno, el que maneja la billetera fiscal.
Se va Ignacio Briones, el único ministro que aún tenía algunas tareas en curso, bastante importantes, como mantener a la economía a flote en medio de la pandemia y la recesión económica mundial, administrar los subsidios estatales a las familias necesitadas, y que pretendía, vanamente, avanzar en la reforma del sistema de pensiones.
Mientras se confirmaba la salida de Briones los voceros de La Moneda no tenían otro recurso que repetir frases vacías como que “las políticas van más allá de las personas”.
En esta ocasión Piñera no recurrió a los partidos de su coalición, no han sido aliados confiables, y buscó entre personas de su confianza.
A este ritmo, periódicamente se anuncian en La Moneda reuniones estratégicas del gabinete para planificar los meses de vida que le queda al gobierno y con la misma frecuencia se desarman los equipos ministeriales y todo recomienza.
Detrás del lamentable espectáculo de un presidente que se afana por seguir pareciendo relevante se esconde el abandono final de su coalición, Chile Vamos, que mueve sus fichas al tablero donde se discutirán las cosas importantes para el futuro del país: la Convención Constituyente que se elegirá el domingo 11 de abril y la elección de un nuevo Presidente de la República y una nuevo Parlamento en noviembre próximo.
Muchos analistas políticos se preguntan qué juicio hará la historia sobre el gobierno de Sebastián Piñera.
Definitivamente no fue el gobierno que puso a “Chile en marcha”, más bien Chile marchó en su contra.
Tampoco será el gobierno que instauró una nueva Constitución sino el que vio caer impotente las bases del sistema Estado subsidiario-todo mercado.
Lo más probable es que la historia diga que el segundo gobierno de Sebastián Piñera duró hasta el 25 de octubre de 2019.
El resto de su período se redujo a largos meses de tratar de salvar su imagen, pero nada impidió el hundimiento del barco.