por Jon Kokura.
Juan Vega de 49 años murió de Covid-19 caminando por la calle. Se desplomó en la vereda a metros de su casa.
Las cámaras de seguridad registraron sus últimos pasos débiles, vacilantes. Iba detrás de su mejor amigo, del que no se quiso sostener para no contagiarlo.
Juan no podía repirar y le pidió a su amigo que lo acompañara hasta El Centro de Salud de Lo Espejo, el policlínico barrial.
Lo Espejo es uno de los tantos barrios pobres del Gran Santiago.
En el centro de salud le dijeron que no habían ambulancias y como tenía Covid-19 con carabineros lo expulsaron del lugar.
«Lo mandaron a morir a casa» dijeron sus hijos Leslie y Bryan.
El viernes 22 de mayo, angustiado por una tos seca y persistente Juan Vega fue en transporte público hasta el Hospital Barros Luco, uno de los escasos hospitales públicos que cuenta el sur de Santiago.
Se hizo los análisis de Covid-19 y dio positivo.
Como no tenían ambulancias, lo mandaron a casa en trasporte público a cumplir cuarentena.
12 días después murió en la calle.
Expulsado de un centro de salud público, colapsado y sin respuestas, ni siquiera con un poquito de humanidad.
En el Gran Santiago o Región Metropolitana como suelen llamarla habitan 7 millones de personas.
La enorme mayoría en barriadas pobres (comunas) y unos pocos priviligiados en los 3 o 4 barrios para ricos que tiene la capital de Chile.
A principio de marzo, Piñera, su ministro de salud (Mañalich) y los medios de comunicación, siempre cómplices y serviles, aseguraban que Chile estaba altamente preparado para enfrentar la pandemia.
Y con arrogancia afirmaban que ellos tenían las medidas justas, precisas y necesarias para ganarle al Covid-19 con la gente en las calles y trabajando para no perjudicar la bendita economía.
Entonces aplicaron la mayor de las estupideces:
«La cuarentena dinámica en el Gran Santiago».
Unos barrios sí… Otros no… ¿…?
Es como si donde vive usted tuvieran que hacer cuarentena los que viven en casas terminadas en número par. Y los de número impar no.
Así fue la medida idiota que impusieron Piñera y su monje negro en salud Mañalich.
Y fracasó dolorosamente. Hoy Chile tiene el récord mundial de contagios por Covid-19 por cantidad de habitantes.
¿Porqué hicieron lo que hicieron…?
Una de las razones es que una cuarentena total en Chile los iba a obligar a poner plata en el bolsillo no sólo de los pobres.
También en los sectores medios y dar gratuidad a los servicios de agua, luz, gas e internet para que los niños y jóvenes puedan estudiar desde sus casas.
Esta pandemia que se ha enquistado en América del Sur exige que quienes gobiernan tengan corazón.
Así de simple.
No le pidas a Piñera, ni a sus secuaces, ni a la patética clase política chilena, un poco de humanidad, solidaridad o compasión.
A todos y cada uno de ellos les importa una mierda el otro.
Mucho menos el excluido que va por una vereda con paso vacilante, contagiado de injusticia y Covid-19.
Tampoco les pidas compasión a los Trump, los Bolsonaro, los Lenín Moreno… se te reirán en la cara.
Chile colapsó.
Los hospitales públicos ya no reciben a los pacientes graves con Covid-19 y las ambulancias permanecen horas y horas con los enfermos a bordo.
Y las clínicas privadas, que según el ministro de salud, iban a sumar camas de tratamiento intensivo a la red de salud pública.
No quieren pobres con Covid-19 en sus habitaciones.
No busques en un rico, un capitalista, un neoliberal una pizca de humanidad y solidaridad… Pierdes el tiempo.
Como mucho te van a dar una caja de arroz, fideos, harina y azucar para 30 días. Y se sacan fotos repartiendo cajas, eso les encanta.
Cajas que financian con tus impuestos.
Y pretenden que le des las gracias por esa limosna que pagan todos los trabajadores.
Lo irónico hasta la obscenidad es que mientras someten al pueblo a la dualidad del hambre o el Covid-19.
Piñera les pide a los chilenos que salven a LATAM línea aérea privada multinacional donde él y los más ricos de Chile tienen acciones.
Eso mientras reparten un total de 830.000 cajas de alimentos.
Y no 2.500.000 cajas como cacarearon en todos los medios de comunicación.
Hasta en eso mintieron. Hasta en la limosna que dan.
El miércoles 18 de diciembre del 2013 Piñera en su primer gobierno inauguró la construcción de un hospital en Puente Alto. Uno de los barrios más populosos de Santiago.
Llevó actores vestidos de obreros, maquinaria pesada, palas y herramientas… y muchos periodistas lameculo.
Dio un vibrante discurso y dijo que el «Hospital Cordillera» iba a ser el más moderno de América del Sur. Con tres mil camas de capacidad y unidades de terapia intensiva de última generación.
Cuando terminó el show se fue cagado de risa. Y con él todos los demás, en el apuro por irse dejaron un par de palas tiradas.
Hoy, el terreno donde se iba a construir el hospital más moderno del Cono Sur sigue siendo un basural.
Aún así, en 2017 los chilenos lo volvieron a votar.
Pero Piñera no es diferente a toda la clase política chilena.
Usan perfume distinto, pero son la misma mierda.
En Chile la salud es un negocio.
Y el Covid-19 a desnudado todas las miserias de este negociado de vida y muerte.
Los escasos hospitales públicos han colapsado.
Pero ya venían colapsando desde antes de la pandemia.
Al final… apremiado por este tsunami de contagios Piñera terminó inaugurando un hospital de campaña de lona y plástico.
Y hasta dio un discurso el hiper millonario patrón de Chile.
Eso fue días antes de que a Juan Vega lo mandaran a la casa a morir de Covid-19.
Porque no tenían una ambulancia que pudiera ir por él, Juan murió en la calle.
A pocos metros de la puerta de su casa.
Fuente: Periódico Vas