por Enrique Ceppi.
La situación política en Chile está llegado a un punto de crisis grave, la política está empantanada.
Han pasado semanas desde que los movimientos sociales están demostrando su fuerza y han puesto al gobiernoy al sistema político parlamentario contra la pared, pero hasta hoy no tienen una expresión política clara que muestre el camino a seguir. Por otra parte los poderes fácticos y la élite política no se han convencido que son parte del problema y tratan de retomar el control de la situación aceptando cambios a lo “gatopardo” o amenazando con el caos.
El gobierno no gobierna, la policía no hace su trabajo, los empresarios sacan sus capitales del país, los políticos firman acuerdos de mentiras, hacen declaraciones y ponen zancadillas para que todo siga igual: la rebaja de la dieta parlamentaria y de los altos sueldos del Estado es “temporal”, los nuevos impuestos de la reforma tributaria no tocan los ingresos de las grandes fortunas, la ministra Marcela Cubillos propone prohibir el “adoctrinamiento” (¿?) de los estudiantes, el aumento de las pensiones básicas solidarias se mezquina según grupos etarios, el acuerdo para hacer una nueva Constitución queda sujeto a un quórum 2/3, es decir, lo mismo de Jaime Guzmán,Augusto Pinochet y la Constitución de 1980.
La situación es grave porque la táctica de criminalización de las movilizaciones sociales por parte del gobierno ha provocado e incrementado la violencia. Todos hemos sido testigos de las provocaciones de Carabineros atacando a los manifestantes pacíficos, las violaciones reiteradas de los derechos humanos han quedado registradas y denunciadas.
Las cifras de heridos y mutilados son categóricas para denunciar la represión sistemática. La existencia de pequeños grupos anarquistas y antisistema no explican la amplitud de la violencia en el país. Vivimos la peor crisis de seguridad que ha vivido Chile en su historia.
Nunca los delincuentes, narcotraficantes, saqueadores, barras bravas y otras bandas del mismo estilo habían tenido tanta libertad y tolerancia para actuar. Después que dejaron sin protección a la población, el gobierno y la derecha quieren responsabilizar a los movimientos sociales, a la Mesa de Unidad Social, al Frente Amplio y al Partido Comunista por la violencia impune que recorre las calles en Chile.
Quieren llevar al país a una aparente disyuntiva entre “paz o violencia”, cuando la verdadera disyuntiva es entre “democracia o más de lo mismo”.
Las demandas ciudadanas se resumen en la necesidad de un nuevo pacto político social definido entre todos, democráticamente, para cambiar el sistema del “gallinero” o del “embudo” imperante desde los años de la dictadura.
Mientras tanto, la oposición en el parlamento consiguió una primera corrida del cerco para abrir un proceso constituyente pero ha sido insuficiente.
El acuerdo del 15 de noviembre es un buen ejemplo de que sin la presencia de los movimientos sociales no se podrá romper el bloqueo de los 2/3 de quorum impuesto por la derecha.
Por su parte, el gobierno despliega sus esfuerzos buscando dividir a la oposición, aislar a los movimientos sociales, criminalizar las protestas.
Entre los juegos de palabra “agenda social”, “agenda de seguridad”, “agenda política”, las iniciativas de ley “anti encapuchados”,“anti saqueos”, “pro militares haciendo de policías” y los llamados a la paz, no son más que voladores de luces para efectos comunicacionales.
En la derecha surgen las voces que llaman al gobierno a declarar estado de emergencia y sacar nuevamente a los militares a reprimir.
La amenaza de aventuras autoritarias (golpe de estado) o peligrosos populismos de derecha solo serán reales si los movimientos sociales se debilitan, se dividen y pierden su fuerza poniendo objetivos inalcanzables.
Este es el momento en que las fuerzas políticas que respaldan a los movimientos sociales deben sacar la voz con un apoyo fuerte y claro, unitario y convocante, a las demandas de la Mesa de Unidad Social y darle un camino político a la lucha más allá de la ocupación de las plazas y las calles.
Hoy existe la oportunidad para hacer grandes cambios pero las fuerzas políticas de izquierda que deben levantar esas banderas parecen estar prisioneras de sus principios y sus discursos y se quedan en una política testimonial que no les permite incidir en las decisiones sobre el futuro del país.
No es la hora de dividir a los partidos ni de abandonar los frentes políticos. Hoy no es la hora de la consigna “todo el poder a los soviets”, como dijo Lenin en la Rusia de 1918, la tarea de hoy es abrir camino a una nueva Constitución vía una Asamblea Constituyente, libre y soberana, democráticamente elegida, representativa de toda la variedad de opiniones, ideas, razones y doctrinas existentes en Chile, tal como lo plantea la Mesa de Unidad Social.
Los chilenos se han ganado el derecho a tener una nueva Constitución y es la hora que la Mesa de Unidad Social llame a todas las fuerzas políticas democráticas y progresistas a crear un frente unido para abrir el camino a la Asamblea Constituyente.
El acuerdo firmado por los partidos políticos en la madrugada del 15 de noviembre está agonizando.
La derecha lo ha bloqueado con la condición previa del quorum de los 2/3 y no dará su brazo a torcer mientras la mayoría social y política que está por una Asamblea Constituyente no se presente unida en un solo frente y exija condiciones democráticas y soberanas para discutir la nueva Constitución.
Fuente: Primera Piedra