por Hernán González.
A menos de una semana del “histórico” Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, éste ya es objeto de innumerables interpretaciones, rectificaciones y explicaciones por parte de quienes lo suscribieron.
Y como era de esperar, estas no siempre coinciden.
Como dice el viejo y conocido refrán, “el que explica, se complica”.
En lugar de haber encauzado las telúricas fuerzas desatadas por la movilización social de una población cansada del abuso, la desigualdad y el autoritarismo, sólo ha sido –como era previsible- la motivación para que parlamentarios, periodistas y dirigentes de partidos oficiantes del dichoso acuerdo, se entretengan en alambicadas teorías para darle sentido, como si en el país no pasara nada desde entonces.
Porque tal como lo señaló la Mesa de Unidad Social y se encargan de demostrarlo las movilizaciones registradas después de su firma, no se hace cargo de los problemas más urgentes…ni de los fundamentales.
Primero, la investigación, juicio y castigo a los responsables de las graves violaciones a los Derechos Humanos cometidas por carabineros y militares durante el Estado de Emergencia y en el transcurso de las movilizaciones. Es más, haciendo gala de la sinceridad de su firma, los partidos de derecha en el Parlamento lo han obstaculizado.
En segundo lugar, pues la vacuidad del pomposo documento suscrito por los partidos de gobierno y algunos de la oposición, es tan evidente que ya se discute el mezquino aumento a las pensiones, lo que ha generado un problemón entre el Congreso y el Poder Ejecutivo y entre el Gobierno, los partidos de su coalición y sus parlamentarios.
El tema de la salud y el valor de los medicamentos, la búsqueda frenética de fórmulas que permitan satisfacer, sin tocar la esencia del modelo, las demandas de una población postergada, tratada indignamente y que se muere en los pasillos de hospitales y consultorios esperando atención, dan cuenta del enorme forado del acuerdo o de que el concepto de “paz” de quienes lo firmaron es tan famélico, que evidentemente no lograría pacificar a nadie.
Ni qué hablar de salarios, endeudamiento, abusos, colusión, costo de la vida, acceso a servicios básicos, etc.
Doblemente peligroso. La propaganda fascista interpretará esta ausencia de sentido del documento firmado con tanta solemnidad, como una confirmación de que a la “gente” no le interesan la política ni los problemas de los políticos.
La derecha que con tanto entusiasmo lo suscribió, con el codo va a borrar lo que en él escribió con la mano y el cambio constitucional, será objeto de una tenaz resistencia por parte de quienes “graciosamente” accedieron a concederlo.
Puede, incluso, que gracias a las normas establecidas en él y a la propaganda derechista, éste termine siendo tan mezquino que incluso sea una repetición de la Constitución actual con otra firma. Como dijo la presidenta de la UDI, la de Sebastián Piñera.
El escenario político todavía es incierto.
Lo único claro e indubitable, es la agresividad, violencia y radicalidad con que las clases dominantes van a defender sus privilegios.
Ahí está este mes entero de represión y dilaciones o lo que pasa en la hermana República de Bolivia para demostrarlo.
La tarea actual, se cae de maduro, es vincular las luchas que se libran en las calles con la que se proponen la democratización del sistema político, lo que pasa por el cambio constitucional. Se trata de una bandera que, hoy por hoy, hasta la UDI ha abrazado. ¡El partido más reaccionario, que más se ha opuesto a cualquier cambio y el más involucrado en escándalos de corrupción y financiamiento ilegal!
Lo que el pueblo reclama con justa razón, desde las calles, es credibilidad y confianza. No explicaciones. Consistencia entre lo que se dice y lo que se hace y para ello es imprescindible que las señales sean más de entendimiento entre quienes realmente están por la democratización de la sociedad
-la izquierda en particular- que con un gobierno y una coalición derechista que hasta ahora solamente gana tiempo y luchan por posponer su bancarrota.
Quienes no lo entiendan van a ser barridos por la enorme ola de descontento y luchas que las masas protagonizan casi espontáneamente. Lamentablemente, el costo de aquello una vez más lo pagará el pueblo.
Fuente: Blog del autor