El pleno del Tribunal Constitucional, TC, ni siquiera acogió a trámite el infame libelo perpetrado por diez diputados de ultraderecha, que solicitaba destituir a los nueve diputados del Partido Comunista y a tres del Frente Amplio.
La presentación fue redactada por el diputado Ignacio Urrutia y abogados cercanos al Partido Republicano, que está formando Kast, y apuntaba a los parlamentarios de izquierda por «llamados al desorden, a faltar a la ley y a provocar desmanes».
Para la historia de la infamia política del país, el resto de la jauría delatora estuvo compuesto por los diputado/as Pedro Álvarez-Salamanca, Harry Jürgensen, Cristhian Moreira, Osvaldo Urrutia, Celso Morales, Carlos Kuschel, Camila Flores, Jorge Alessandri y Aracely Leuquén.
El escrito solicitaba la destitución de los diputados comunistas Guillermo Teillier, Hugo Gutiérrez, Carmen Hertz, Karol Cariola, Camila Vallejo, Marisela Santibáñez, Daniel Núñez, Boris Barrera y Amaro Labra; y contra los frenteamplistas Gabriel Boric, Gonzalo Winter y Claudia Mix.
Entre otras acusaciones absurdas, se les imputó justificar la evasión del Metro, incitar a la violencia y el desorden social, y estar presentes en marchas que terminaron en «actos de vandalismo y violencia».
Contra la admisión del recurso votaron los ministro/as María Luisa Brahm -presidenta-, Gonzalo García, Domingo Hernández, Nelson Pozo, María Pía Silva y Miguel Ángel Fernández.
Por admitirlo estuvieron Iván Aróstica, Juan José Romero, Cristián Letelier y José Ignacio Vásquez.
En opinión de Claudia Mix, diputada de Comunes, la resolución del TC “ratifica la falta de seriedad de la solicitud presentada por diputado/as de extrema derecha, quienes, con su actitud, solo buscan aumentar la tensión y el conflicto».
Agregó:
“La derecha antidemocrática ha quedado en ridículo al buscar a través de una solicitud -sin argumentos- poder destituir a doce parlamentarios y parlamentarias que se han puesto a disposición de la gente, que sólo demanda una vida digna. Seguiremos por este camino, porque creemos firmemente que la solución a esta crisis se encuentra a través del protagonismo de la gente vía Asamblea Constituyente”.
El voto decisivo fue de la presidenta, María Luisa Brahm. De haber estado por acogerlo, hubiera sido empate a cinco y en ese caso, habría dirimido.
No puede ser que parlamentarios elegidos legítimamente, en comicios democráticos, dependan de los vaivenes de un tribunal de opereta, ilegítimo y elegido por nadie; en rigor, la tercera cámara de la derecha.
En la hora de las reformas que exigen millones de personas en las calles, no hay que olvidar la extirpación del tumor altamente antidemocrático del Tribunal Constitucional.