por Paolo D’Aprile.
Dicen que el Corinthians no es un equipo normal. Dicen que Corinthians es un torcida con un equipo, una torcida del cual nació un equipo; una torcida de cuyas entrañas se ha materializado la pasión por el fútbol en un equipo.
Torcida significa fans. Torcida es el conjunto de fans de un equipo. Sé que no puedo hacerme entender: es como si tuviera que describir el Sáhara a un esquimal, no hay puntos de contacto culturales, no hay palabras, no hay los adjetivos apropiados.
Así que tratemos de imaginar algo grande, grande en todo aspecto, algo que vaya más allá, más allá del campo de juego, más allá del estadio.
Era el día de la final del campeonato. La noticia viene a confirmar lo que temíamos: la muerte de Sócrates. Uno de los mejores jugadores de todos los tiempos deja la vida para entrar en la historia. Todo el estadio pronuncia rítmicamente el nombre del campeón que nos dejó: Sócrates, Sócrates.
Colocados en el medio del campo, los jugadores con el puño cerrado, repiten el gesto que le hemos visto hacer tantas veces en el momento del gol. Sócrates, solemne y austero como un dios griego, brazo extendido, puño cerrado.
Eran los últimos años de la dictadura militar, cuando la serpiente moribunda todavía es capaz de morder indiscriminadamente. El país exigió el regreso de los exiliados, la redemocratización, el país exigió el derecho al voto: elegir directamente al presidente de la república.
En la primera fila en el escenario de la gigantesca reunión, estaba él, Sócrates: durante dos Copas del Mundo fue capitán de la selección nacional, la legendaria Seleção de 1982 y la fantástica de 1986, protagonista en los campos de fútbol, protagonista en la vida civil de la nación.
El Corinthians, el equipo de las masas, convocado por todos, incluyendo a los opositores, «O Timão», el Escuadrón, fue uno de los puntos centrales sobre los que giró el eje político del país.
Sus jugadores inventaron la «Democracia Corinthiana», un modelo de gestión colectivo en el que el voto de la señora de la limpieza valía tanto como el de Sócrates, la opinión del portero como la del entrenador.
La gente aceptó la idea.
Torcida y equipo, el pueblo torcida y equipo. Brasil pueblo torcida y equipo.
El día de la muerte de Sócrates, hubo jugadores con el puño cerrado, su nombre dicho con escándalo por el estadio y todo el país llorando. Hoy la Democracia de Corinthians vuelve a hacer oír su voz, toma una nueva posición. No es posible permanecer en silencio.
Tenemos ante nosotros al personal del ejército, la amenaza explícita a la convivencia democrática, a los derechos populares, a la dignidad de las mujeres y a las minorías étnicas. Tenemos los disparos del ejército contra ciudadanos indefensos, tenemos el proyecto de poder que adopta la forma de venta de propiedades nacionales, despidos masivos, tenemos la abolición de los comités populares y todas las políticas de apoyo e inclusión social.
Era una promesa de una campaña electoral que ahora se está llevando a cabo. Una barbarie indescriptible a la que el mundo se está acostumbrando con demasiada facilidad. Dejan morir a los náufragos en el mar porque «primero los italianos».
Se amenaza y se ofende a los romaníes y a los que «desgraciadamente debemos mantener». Quieren armar a la población para que pueda hacer justicia por sí misma.
Utilizamos las garantías democráticas, el voto, el parlamento, para luego romper y negar aquellos derechos que consideramos intocables e inalienables. En vez de eso, vemos como si fuera normal que un líder incite al odio étnico, al desprecio y a «ellos contra nosotros». Matteo Salvini y Jair Bolsonaro: el mismo rostro, las mismas frases, las mismas palabras, la misma violencia.
La primera de manera más suave; la segunda, visceral, intestinal, animal. Comparten el mismo desprecio por el otro. Comparten la misma popularidad que reciben al proponer soluciones inmediatas a cada problema.
Comparten la capacidad diabólica de elevar los bajos instintos a la categoría de valores, de despertar los peores sentimientos, las peores sensaciones. Quienes piensan que el fútbol es un fenómeno alienante nunca han leído los escritos de Eduardo Galeano, el argentino Osvaldo Soriano, el mexicano Juan Villoro.
Quienes afirman que el deporte es el verdadero opio del pueblo ignoran la poesía de Umberto Saba, las reflexiones de Quique Peinado y las historias de Nelson Rodrigues.
Quienes afirman que el fútbol es responsable de la masificación de una población ganadera, no conocen a la Torcida del Corinthians.
Hoy, como antes, entra literalmente en el campo y hace oír su voz. Hoy, como siempre, toma partido en favor de su pueblo.
Es conocida como la Fiel Torcida, los seguidores fieles, aquellos que siguen incitando al equipo hasta el último minuto aunque este pierda tres a cero y al final aplaude su compromiso.
La Torcida es fiel a su equipo, pero también a su pasado, a los ideales en los que se basó la democracia Corinthiana.
Durante la campaña electoral, el viejo fundador de Fiel reunió a los suyos, y por el bien del país los invitó a reflexionar.
Y hoy, durante la final del campeonato, las pancartas alaban una vez más la democracia y los valores de libertad conquistados con sangre, y los panfletos distribuidos hablan por sí solos.
Somos una Torcida que defiende los derechos de nuestro pueblo y no podemos permitir que nuestros representantes estén en contra de nosotros y de todo por lo que hemos luchado. La historia nos enseña que el fascismo no se discute.
Se lucha contra el fascismo.
La democracia es nuestra, la democracia no pertenece a la violencia de la opresión ni siquiera a la mayoría de los votantes cuando su política se basa en la violencia. Si la democracia representativa está en su infancia, entonces cada uno de nosotros tiene el derecho y el deber de intervenir.
El momento es ahora, si esperamos más, después será demasiado tarde.
Es hora de reaccionar, en nuestro ambiente de trabajo, en el bar, en el ascensor con nuestros vecinos, dondequiera que los valores en los que creemos sean atacados con palabras o gestos. Nos enfrentamos a la amenaza de una ruptura de la estructura social por fuerzas que no dudarían ni un minuto en hacernos desaparecer y aniquilarnos físicamente.
Por la libertad, por nuestra dignidad de hombres libres no podemos tener miedo, es hora de declarar nuestra posición a todos: que está claro para todos de dónde venimos, que está claro para todos de qué parte somos.
Como la Torcida del Corinthians.
Fuente: Pressenza