por Eduardo Andrade Bone.
Dentro de las diversas encuestadoras ideológicamente de derecha que se emiten en Chile (Cadem, Adimark, CEP, Criteria Research+-), el ciudadano de a pie viene manifestando su preocupación por el crecimiento gradual de la actividad delictiva en sus diversas expresiones, además del alto consumo de drogas en la población chilena.
Para tales efectos el imputado actual mandatario, Sebastián Piñera, ha levantado la bandera del programa “Elige vivir sin droga”, así como el proyecto de ley de “control policial preventivo entre los 14 y 18 años” que pretende aplicarse en los barrios populares del país y que viola sistemáticamente los derechos humanos del niño”.
Sebastián Piñera en su primer gobierno, hablo de poner fin a la “puerta giratoria”, que permite que los delincuentes entren y salgan de prisión rápidamente. Es más, en su primera administración fue la época en donde más delincuentes obtuvieron su libertad, así que eso de la puerta giratoria de Piñera y compañía, no fue más que un volador de luces, un producto de demagogia política.
Lo cierto, es que el sistema capitalista criollo y su expresión neoliberal, han sido la principal causa del aumento de la actividad delictiva en el país y en la introducción de la droga.
En efecto, en un país con tanta desigualdad social, extrema pobreza, pobreza, pobreza encubierta en los sectores sociales de estratos medios, con salarios y pensiones de sobrevivencia y una población altamente endeudada (70%) en créditos de consumo, los resultados han ido en directo beneficio del percentil más rico de la población.
A eso hay que agregar el crecimiento de la delincuencia de “cuello y corbata”, perpetrada por grandes empresarios y altos mandos de las Furezas Armadas, herencia de la dictadura y su modelo económico salvaje y depredador.
También hay que sumar a aquella parte de la elite política involucrada en actos de corrupción, lo cual tiene a los chilenos alejados de la política, pues la decepción y el descontento es cada vez mayor. En donde, además, los Tribunales de Justicia no son una excepción, pues suelen ser aliados de las actividades delictivas diversas que ocurren en el país.
De allí que la inseguridad ciudadana campea por todo el país, sea en el metro, en las calles o en los buses. A modo de ejemplo, las mujeres y también los hombres, deben andar al cuidado permanente de sus carteras o mochilas, aferradas en el pecho y no de forma normal, como solía ser antes.
Salir a los sectores neurálgicos de la capital chilena o de las grandes ciudades (Antofagasta, Valparaíso, Concepción y otras), es exponerse abiertamente a la actividad delictiva.
Una ciudadana chilena me decía en tono de broma, que Chile se parecía cada vez más a Ciudad de México, Medellín, Cali o algunos países centroamericanos donde campea la delincuencia y las diversas bandas de narcotráfico, todos protegidos por las instancias del poder.
Los llamados “portonazos” andan a la orden del día, los que consiste en el asalto cuando la gente va a aparcar su automóvil o en alguna autopista menos protegida, muy destacados además por los canales de TV mañaneros.
Lo que no está claro fehacientemente, es si los programas de TV matinales están dedicados a “combatir la actividad delictiva o a promoverla”, pues se pasan mañanas y semanas completas enfocando los temas de la crónica roja, sin ir a la raíz de fondo que genera el crecimiento gradual de la actividad delictiva, que no es otro, que la situación socioeconómica de la población chilena.
De allí que los canales de televisión están dedicados a crear el terror, el miedo y la inseguridad ciudadana, ante el crecimiento gradual de la actividad delictiva ligado al flagelo de la droga que genera el modelo económico existente.
Ahora el sistema económico neoliberal ha introducido la droga en los sectores populares con el objeto de controlarlo o neutralizarlo, en un país donde crece la demanda social por mejores condiciones de vida.
La introducción de la droga es un aliado fundamental de los capitales criollos y sus lazos con el narcotráfico. Sin embargo, este comienza a introducirse gradualmente en los estratos sociales con mayor poder adquisitivo.
De allí que los intentos de Piñera por hacer realidad su proyecto “Elige vivir sin droga”, no es más que un nuevo volador de luces de carácter populista, cuando en su propia familia hay consumidores de drogas fuertes como su hermano Miguel Piñera, el que además tiene lazos con el narcotráfico, según señalan amigos de parranda y diversas fuentes de prensa.
Lo cierto es que el gobierno de Piñera y su coalición política (Chile Vamos) pareciera estar empeñado en ir dando pasos concretos para crear un estado policial encubierto con eso del control preventivo para los adolescentes de los barrios populares, para que los sectores sociales con mayor poder adquisitivo (5%) puedan vivir más seguros, pues su modelo económico se está transformando en un bumerang que los golpea a ellos mismos.
Es más, los sectores con mayores ingresos están huyendo de las grandes ciudades, buscando y creando lugares más tranquilos. Por ejemplo, los más ricos del país se han traslado a Chicureo o Chamisero, lugares que quedan en el denominado sector alto norte de la ciudad, en una especie de ciudadela al margen de la capital chilena, que cuenta con todos los servicios necesarios, así como las medidas de seguridad más modernas que existen hasta el momento, en donde el personal de servicio es sometido a rigurosos controles de la policía militarizada chilena todos los días, antes de llegar a sus fuentes de trabajo.
Municipios como La Dehesa, los Barnechea y las Condes, forman parte de otro Chile, que las grandes mayorías del país no logran percibir y donde se aglutinan los sectores sociales con mayor poder adquisitivo, todo eso, en la ciudad capital donde ya residen alrededor de 8 millones de habitantes.
Lo cierto, es que el azote de la droga se está introduciendo velozmente en la sociedad chilena, afectando las potencialidades de la juventud y también de los no tan jóvenes, que ante el cumulo de problemas ligados a las deudas y la pobreza, lo hace refugiarse en la droga, para luego estar a un paso de la actividad delictiva.
El flagelo de la droga en Chile está devastando a los diversos sectores sociales y sus familias, cuyo origen está en el gran contraste entre riqueza y pobreza y un modelo económico que promueve la desigualdad social a gran escala.
Los partidos políticos, volcados en sus intereses electorales inmediatos, no cuentan con proyectos o programas claros, efectivos y reales para detener el avance de la drogadicción y la actividad delictiva en el país.
Esta crisis ligada a la introducción masiva de la droga tiene diversas connotaciones – pobreza, deudas, inmigración blanqueo de dinero, etc.- tiene responsables enquistados en la clase dirigente y el mundo bancario, que se dedica al blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico, a vista y paciencia de la impotente autoridad reguladora, confundidas con casas de cambio de moneda extranjera y otras fachadas por el estilo. .
En esto, por cierto, también tienen responsabilidad los profesionales de la salud también ligados al mundo de la droga, pues la capital chilena está saturada de farmacias donde se distribuyen diversos tipos de droga, legal e ilegal, y los canales de TV con programas faranduleros, donde circula mucha droga; así como en hoteles de lujo, casinos y locales de juegos con máquinas.
El problema se torna mayor, cuando la población percibe que el consumo de drogas es algo aceptable, cuando no normal o incluso deseable, sin medir las consecuencias posteriores para niños, jóvenes e incluso adultos.
De allí que, para combatir la droga, no basta un slogan como “elige vivir sin droga”, cuando en realidad, una diversidad de carteles de venta de drogas, se va extendiendo por todo el país.
Recursivamente, los grupos delictivos ligados a la venta de drogas obtienen jugosas ganancias, en operaciones turbias que involucran a bancos, financieras, farmacias, sin perjuicio de que incurren en acciones cada vez más violentas, promueven el crimen organizado, y compran políticos, militares, funcionarios judiciales, policías y altos funcionarios municipales y gubernamentales.
Se requieren medidas exhaustivas y decisivas para desmantelar los carteles de la droga y el crimen organizado.
Chile requiere de un nuevo modelo económico que termine con las grandes diferencias sociales, entre el 1% de la población y la gran mayoría que vive la pobreza en sus diversas expresiones, altamente endeudados y agobiados por la violencia delictiva que genera el capital neoliberal.
Ni más slogan como “elige vivir sin droga” ni más falsas “puertas giratorias”.
La tarea es como restaurar la convivencia y la seguridad entre chilenos, que, además, ya se muestran hastiados de un mundo político que vive al margen de los problemas reales del ciudadano de a pie.
Fuente: Barómetro Latinoamericano