por Iván Ljubetic Vargas (*).
El 28 de marzo de 1985, Santiago Nattino, publicista, fue secuestrado en plena vía pública en el sector alto de la capital.
El 29 de marzo, a tempranas horas de la mañana, fue detenido, en momentos en que llevaba su hija al Colegio Latinoamericano de Integración, José Manuel Parada Maluenda, quien se desempeñaba como Jefe del Departamento de Análisis de la Vicaría de la Solidaridad.
En esa misma oportunidad fue secuestrado Manuel Leonidas Guerrero Ceballos, profesor e inspector del mismo colegio y dirigente de la AGECH (Asociación Gremial de Educadores de Chile).
Familiares y compañeros de los detenidos se movilizaron. Interpusieron un recurso de amparo.
Incluso indicaron el lugar en que podrían estar detenidos: el cuartel de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros, DICOMCAR, ubicada en calle Dieciocho (donde se comprobó posteriormente habían estado).
¡La justicia nada hizo!
El horroroso crimen
Los autos con los tres detenidos se trasladaron hasta una zona de Quilicura cercana al aeropuerto. Se estacionaron en la berma, en las cercanías del fundo El Retiro.
«El Fanta», Zamora y González Betancourt se quedaron en su vehículo.
Guerrero fue el primero en ser bajado. De rodillas, esposado y vendado en una especia de hondonada junto al camino, el sargento Fuentes le tomó la cabeza por atrás y le cortó el cuello con un corvo.
El vehículo se movió unos 30 metros al norte.
Bajaron a Nattino, también esposado y con la vista vendada. Usando la misma arma, el cabo Sáez repitió la ejecución.
El auto volvió a avanzar algunos metros, donde fue bajado Parada. Tendido de espaldas, esposado y vendado, el cabo Salazar tomó el corvo y le dio un profundo corte en el abdomen.
La víctima se resistió y gritó de dolor, lo que aterró a su verdugo.
Un tercer agente bajó del coche y lo degolló.
A los tres cuerpos les retiraron las vendas y esposas.
Consumados los crímenes, el grupo se trasladó hasta su cuartel, en la calle 18.
Los encontraron degollados
Pasado el mediodía del sábado 30 de marzo de 1985, en el camino que une Quilicura con el Aeropuerto de Pudahuel, dos hermanos campesinos encontraron los tres cadáveres. Estaban horriblemente degollados.
Siete horas más tarde, fueron trasladados al Instituto Médico Legal, donde familiares y amigos de Parada, Guerrero y Nattino, esperaban conocer la identidad de los cuerpos.
Pinochet, militares y civiles participantes en la dictadura negaron su participación en ese monstruoso crimen.
El Informe Rettig señaló:
“De los antecedentes narrados y los reunidos en la investigación judicial, la Comisión ha llegado a la convicción de que Manuel Guerrero, José Parada y Santiago Nattino fueron ejecutados por agentes estatales en razón de su militancia y las actividades que realizaban, en violación de sus derechos humanos”.
¿Por qué se les asesinó en forma tan bárbara?
Por la razón (o la sin razón) de pensar en forma distinta al dictador.
Por entonces, mucha gente en todo el mundo, al conocer el terrible crimen perpetrado a fines de marzo de 1985 en Chile por los agentes de la tiranía, unieron sus voces “para que nunca más”.
Cínicamente “La Tercera”, que durante la dictadura fue el órgano oficial de los verdugos de Pinochet, informó así el 30 de marzo de 1985:
No podemos olvidarlos
Recordemos las palabras de Pablo Neruda:
“No renunciéis al día que os entregan
los muertos que lucharon. Cada espiga
nace de un grano entregado a la tierra,
y como el trigo, el pueblo innumerable
junta raíces acumula espigas,
y en la tormenta desencadenada
sube a la claridad del universo”
( Pablo Neruda “Canto General. Bruguera. Barcelona, 1980, p. 151)
(*) Historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER